La Delegación diocesana para la Pastoral Universitaria y la Cultura, junto a Casa de Misericordia, ha organizado varias eucaristías de jóvenes, para jóvenes y con jóvenes. Son los días 4, 5 y 6 de junio a las 8:15 h en la parroquia de El Salvador de Castellón. El fin es rezar para que cada estudiante pueda encontrar y realizar su vocación profesional, la llamada profunda a colaborar en la Creación y que todo cante la Gloria de Dios.
Según explica el Delegado de la Pastoral, D. Samuel Torrijo, se trata de una iniciativa que se ha puesto en marcha para que, durante estos días de exámenes y de la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU), “los estudiantes puedan afrontar este momento desde Dios, consiguiendo encontrar un espacio de amistad con Jesucristo, de tranquilidad y de seguridad, sabiendo que el Señor nos acompaña en todo momento”.
El próximo domingo, día 9 de junio, en el Seminario diocesano Mater Dei se celebrará la Fiesta Final de los Encuentros Matrimoniales de este curso 2023-24, organizado por la Delegación diocesana para la Familia, y al que están invitados todos los matrimonios y familias de la Diócesis.
Como explica el Delegado diocesano para la Familia, D. Luis Oliver, este “ha sido el año de la consolidación de estos Encuentros con su formato. Ha sido la tercera edición, y ya son conocidos en la Diócesis por muchos matrimonios que, sea de modo esporádico o más constante, acuden con el deseo que renovarse en el Señor y encontrar una comunión con otros matrimonios”.
Cabe indicar que se han organizado en colaboración con las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret de Benicàssim, han tenido una gran acogida entre los matrimonios de la Diócesis, y este curso pastoral se han centrado en “Las Pequeñas Virtudes del Hogar”. Además, las tres ediciones han seguido el mismo esquema. Con nueve sesiones durante el curso, una al mes en el Mater Dei, con el objetivo de que los matrimonios puedan tener un espacio de calidad para orar ante el Señor, profundizar en los diversos aspectos de su vida conyugal a la luz de la Palabra y también de la experiencia de otros matrimonios. Además, según ha adelantado D. Luis, “para el curso que viene ya estamos preparando la temática, que versará sobre la Teología del Cuerpo muy aterrizada al día a día del matrimonio”.
La Iglesia Católica siempre ha sostenido que la familia es la piedra angular de la sociedad y de la comunidad cristiana. Una de las nociones clave en la enseñanza católica es la idea de la familia como «Iglesia doméstica», como una pequeña iglesia en la que se vive y se transmite la fe. Los padres, como primeros educadores, tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos los valores cristianos, fomentar la oración y participar en la vida sacramental. Además, el Catecismo describe a la familia como «una comunidad privilegiada» llamada a cumplir un papel fundamental en la evangelización. A través de las experiencias cotidianas y del testimonio de vida, la familia contribuye a la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio y de formar discípulos de Cristo.
La Iglesia, consciente de los numerosos desafíos y dificultades a las que se enfrenta hoy la familia, ha intensificado sus esfuerzos para apoyarla y promover su bienestar integral. Francisco, por ejemplo, en Amoris Laetitia aborda de manera exhaustiva las alegrías y las dificultades que enfrentan las familias hoy en día, y llama a acompañarlas con amor y paciencia, reconociendo su diversidad y sus complejidades. También subraya la necesidad de políticas públicas que apoyen a las familias y de una pastoral familiar que sea inclusiva y misericordiosa.
En nuestra Diócesis hay múltiples iniciativas para fortalecer a las familias, tanto a nivel parroquial como diocesano, así como de distintas asociaciones y movimientos: Cursos Prematrimoniales, Encuentros Matrimoniales, iniciativas formativas, cursos y propuestas de verano, Centro de Orientación Familiar, Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, Proyecto Amor Conyugal, Equipos de Nuestra Señora, Grupos Parroquiales de Matrimonios, Proyecto Nazareth, Orad-Teen Star, Spei Mater… Y tantos otros que, aunque no están centrados de un modo directo en la familia, trabajan incansablemente para apoyarles en su vida diaria y en su camino de fe.
También, las celebraciones de eventos como los Encuentros Mundiales de las Familias, impulsados por el Papa Juan Pablo II y continuados por sus sucesores, son una muestra del compromiso de la Iglesia con la familia. Estos encuentros son ocasiones para que las familias de todo el mundo se reúnan, compartan sus experiencias y fortalezcan sus lazos a la luz de la fe.
Encuentro Diocesano
Para la Fiesta del 9 de junio, que comenzará a las 10:30 h., se ha organizado un coloquio, café y Adoración. Pero también, Valiván representará la Obra “Renata y Leopoldo”. La conocida empresa familiar dedicada a producir audiovisuales infantiles de contenido cristiano con el fin es evangelizar. Su propuesta comunicadora consiste básicamente en adaptar los contenidos bíblicos, a veces de difícil comprensión, de un modo atractivo, alegre y cercano a las vivencias normales del niño de hoy, sin perder la riqueza y profundidad de los textos originales.
En la función que representarán, Renata y Leopoldo quieren entender mejor como es el amor de Dios. Los niños se identificarán con sus comentarios, preguntas e ideas, y vivirán una experiencia profunda y sencilla. Con atractivos lenguajes, mantendrá al espectador infantil atento y entretenido: música en directo, diálogos entre los artistas y los títeres, sombras chinas, participación del público, etc. Las historias consisten en vidas de santos, leyendas y cuentos de tradición cristiana.
Este fin de semana, todas las parroquias de la Diócesis de Segorbe-Castellón se han vestido de fiesta para celebrar la solemnidad del Corpus Christi, una de las festividades más importantes del calendario litúrgico. Las diferentes comunidades han participado con fervor en las distintas actividades organizadas para honrar el Santísimo Sacramento.
BurrianaBurrianaBurriana
Las celebraciones comenzaron con la Eucaristía, en la que Cristo nos ha dejado el memorial de su entrega total en la cruz por amor a toda la humanidad. En muchas parroquias, la Santa Misa fue el preludio de las procesiones que recorrieron las calles, llevando el Santísimo Sacramento bajo palio y acompañados por los cánticos y oraciones de los fieles.
BenicàssimBenicàssim
Una de las tradiciones más arraigadas y vistosas de esta festividad es la confección de alfombras florales. Con gran dedicación y creatividad, los feligreses diseñaron y elaboraron alfombras con pétalos de flores, adornando el recorrido de las procesiones. Estos tapices efímeros embellecen las calles y simbolizan la acogida del Cuerpo de Cristo.
AlbocàsserAyódarAlfondeguilla
Asimismo, los altares en la calle, preparados por distintas familias y grupos parroquiales, añadieron un toque especial a la solemnidad. Decorados con esmero, estos altares se convirtieron en estaciones de oración y adoración durante las procesiones. La comunidad se detuvo en cada uno de ellos para rendir homenaje y elevar sus plegarias al Santísimo.
OropesaVall de Almonacid
La festividad del Corpus Christi en la Diócesis de Segorbe-Castellón ha sido, una vez más, un momento de profunda espiritualidad y unión comunitaria. Las parroquias han demostrado su compromiso con las tradiciones y su fervor religioso, haciendo de esta celebración una experiencia memorable y significativa para todos los participantes.
La Acción Católica General de la Diócesis de SegorbeCastellón, como asociación laical creada para la evangelización de las personas y de las realidades en las que está inmersa la parroquia, se presenta como un instrumento adecuado para el desarrollo de un laicado articulado en la vida parroquial. Así, este pasado fin de semana han celebrado su asamblea de final de curso en la ermita de la Virgen de Gracia de Vila-real.
Tras la acogida de los participantes tuvo lugar la oración de la mañana a lo que siguió un balance de las principales actividades celebradas durante el presente curso pastoral en el que la realidad el Primer Anuncio ha estado muy presente. A este balance general siguió el realizado por los responsables de los sectores de adultos e infancia, responsable de economía.
La realidad del Primer Anuncio estuvo muy presente en el resto de la jornada, en el que se pudieron escuchar varios testimonios de los Encuentros Cuatro40, que se han organizado por primera vez en nuestra Diócesis en el presente curso pastoral. Los frutos de estos encuentros se empiezan a observar tras los encuentros postreiores que se han ido celebrando en diferentes parroquias.
La jornada finalizó con la celebración de la Eucaristía y una comida fraterna que materializó la riqueza de compartir la fe en comunidad.
La Hermandad Obrera de Acción Católica celebró ayer una jornada de convivencia, celebración y reflexión, que estuvo abierta a todos los que quisieron participar.
Los miembros de HOAC, como organización de trabajadores y trabajadoras cristianos, tienen como objetivo extender en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia la conciencia de la necesidad de cuidar el trabajo, para cuidar la vida de las personas, de las familias y de la sociedad.
Su máxima, tal como dice el Papa Francisco, implica concienciarnos a todos que, para cuidar la vida necesitamos cuidar el trabajo, la dignidad que el trabajo tiene y da, porque el trabajo no es solo un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo.
Mons. Casimiro López LLorente preside la Solemnidad del Corpus Christi en Segorbe
La Santa Iglesia Catedral de Segorbe acogió ayer tarde con toda Solemnidad la Santa Misa que antecedía a la procesión que más tarde recorrería las calles de la capital del Alto Palancia. El Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar era venerado públicamente ensalzando su presencia viva y real entre nosotros.
El Obispo de Segorbe-Castellón presidía la Santa Misa, acompañado del Cabildo Catedral. D. Federico Caudé, así como por una representación de sacerdotes concelebrantes, diáconos y seminaristas. Como ocurriera el sábado en Castellón, especial protagonismo tuvieron también las niñas y niños de Primera Comunión que junto a sus catequistas ocupaban los primeros bancos, seguidos de sus padres y el resto de los fieles.
También las principales autoridades políticas, civiles y militares se sumaron a la celebración en la que D. Casimiro, a partir de la liturgia de la Palabra puso el énfasis en el memorial de la pasión, muerte y resurrección del Señor que «que bajo las especies dle pan y del vino se entrega a todo hombre como alimento y bebida de salvación», dijo, de forma que la solemnidad del Corpus Christi, «nos ayuda a crecer en la conciencia del lugar central que corresponde a la Eucaristía en nuestra vida como cristianos, como comunidad eclesial y en nuestra historia».
Describió la Eucaristía como «memorial, comunión y presencia» porque conmemoramos «el sacrificio redentor de Jesús en la cruz que actualizamos de modo incruento en cada Santa Misa» donde «el Señor mismo se nos da en comida de salvación», y «presencia real, permanente y sustancial bajo la apariencia de pan de Cristo resucitado entre nosotros».
El amor de Dios
El sacramento eucarístico fue el hilo conductor de una homilía en la que «el amor de Dios» estuvo muy presente pues «es el mayor signo del amor de Dios hacia todos los hombres, manifestado de una vez para siempre en el sacrificio redentor de Cristo en la cruz que nos descubre el verdadero rostro de Dios».
D. Casimiro recordó también que la Eucaristía «es el sacramento de la nueva y eterna alianza de Dios con la humanidad en Cristo» pues el cuerpo entregado y la sangre derramada de Cristo son un nuevo y definitivo pacto entre Dios y la humanidad. Una entrega, recordó el Obispo, que es única «para la reconciliación de la humanidad con Dios y que la actualizamos de modo ininterrumpido en cada Santa Misa para que el amor de Dios alcance a todos en todos los tiempos». En esta alianza definitiva «instaura una relación radicalmente nueva de Dios con los hombres; una relación de amor y de comunión de vida establecida por Jesucristo» quien durante su vida, advirtió D. Casimiro, «no tuvo otro fin que darnos a conocer y comunicarnos el misterio de Dios que es amor, comunión de vida y de amor infinito en sí mismo».
Eucaristía: centro de la vida de la Iglesia
El Obispo se refirió también a la Eucaristía como centro de la vida de la Iglesia, de todo cristiano y de toda comunidad cristiana, «fuente de la que nos nutrimos y, a la vez, cima hacia la que caminamos que está destinada a ser «fermento de la unidad de Dios con los hombres y de estos entre sí». La Iglesia nace y se renueva en cada Eucaristía y sin «la participación plena en este sacramento, la fe y la vida de todo cristiano languidecen, se apagan y terminan muriendo».
Exhortó a participar de una manera activa y plena en cada Eucaristía «para perseverar y existir como discípulos del Señor y no ser cristianos de ocasión que han dejado de ser sal en la tierra y luz en el mundo, que se han mundanizado». Del mismo modo invitó a «la fraternidad participando de la Eucaristía de la que brota el mandamiento nuevo del amor: amaos los unos a los otros, como yo os he amado».
Llamados a la caridad
D. Casimiro recordó también que coincidiendo con el Corpus Christi celebramos el Día de la Caridad. Dejándonos empapar del amor de Dios «todos estamos llamados a vivirlo de tal modo que a todos llegue porque a todos está destinado».
Se refirió al lema de la Semana de la Caridad este año y «abrir caminos de esperanza siendo cristianos «llamados a ser la comunidad de los que se conmueven ante la necesidad de los demás que siguen los pasos de Jesús y se implican en la atención de los más desfavorecidos». Todos los que en la comunión comparten el amor de Cristo «son enviados a ser sus testigos».
Finalmente exhortó a «contemplar su amor supremo, participando de Él y dejándonos moldear para ser testigos comprometidos de su amor en el mundo».
«Seamos sembradores de amor, de perdón y de reconciliación»
La Concatedral de Santa María, en Castellón, acogió ayer tarde la celebración de la fiesta del Corpus Christi con la celebración de la Santa Misa que estuvo presidida por Mons. Casimiro López Llorente y concelebrada por el Deán de la Concatedral y párroco de Santa María, D. Miguel Simón; y por el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, así como por el conjunto de párrocos de la ciudad que se sumaron a esta celebración conjunta y acompañaron a los catequistas y niños de Primera Comunión de sus respectivas parroquias. También lo hicieron las autoridades políticas, policiales y militares de la ciudad, con la alcaldesa Dª. Begoña Carrasco a la cabeza.
La liturgia de la Palabra dio paso a la homilía del Obispo que dirigió, principalmente, a las niñas y niños de Primera Comunión que, junto a sus catequistas, padres y familiares, tuvieron un papel destacado en la celebración. D. Casimiro hizo una catequesis sobre la Eucaristía poniendo el broche final a la formación que han recibido como paso previo. Así explicó cómo tras la lectura de la Palabra alza el Evangelio en señal de «bendición al Pueblo de Dios que recibe la Palabra de Dios aquí y ahora».
Recordó que lo más importante de la celebración de la Eucaristía es rememorar la última cena de Jesús con sus apóstoles en la que «toma el pan, lo bendice, lo parte y dice tomad y comed esto es mi Cuerpo; tomad y bebed esta es mi sangre». Con esta bendición, continuó D. Casimiro, «instituyó la Eucaristía y pidió que así lo hicieran siempre en memoria suya».
Memorial, banquete y presencia
Tres palabras sonaron con fuerza en el mensaje que nuestro Obispo trasladó a los más pequeños. Memorial, banquete y presencia. De esta forma explicó que la Eucaristía «no es un mero recuerdo, sino un memorial que actualiza, cada vez que celebramos la Santa Misa, lo que ocurrió en la última cena» y cada vez que se repite es el mismo Jesús quien a través del Obispo o sacerdote lo hace en conmemoración suya. «Ese es el mandato para actualizar el memorial de la última cena» dijo D. Casimiro, y que anticipa lo que ocurriría después al ser entregado a la Cruz derramando su sangre.
Por ello la Eucaristía «es el memorial del misterio pascual, de su muerte y resurrección para que todo el que crea en Él tenga vida eterna» sellando una nueva alianza que «es un pacto de comunión de Dios, que es amor, con toda la humanidad». Desde entonces, «el pecado y la muerte han sido vencidos y brota la esperanza para toda la humanidad».
El Señor se nos da cuando comulgamos, continuó el Obispo, «porque el pan se ha convertido en su cuerpo y el vino en su sangre». Se refirió así a la comunión como banquete y «como alimento necesario para todos los cristianos» recordando su primera comunión y animándolos «a que no sea la última y a hacerlo con fe, creyendo de verdad que es el Cuerpo de Jesús», que se hace presente en nosotros.
Él nos atrae hacía sí mismo para formar junto a Él un mismo Cuerpo. En este sentido explicó que «la Eucaristía no puede faltar en la vida de un cristiano que quiera vivir de verdad como un creyente y como un testigo del Señor». Si faltase la Eucaristía, «la Iglesia dejaría de existir», advirtió. Participando del amor de Dios a través de la Eucaristía «genera una fraternidad entre nosotros para que seamos testigos de su amor en el mundo».
«Día de la Caridad»
El amor que recibimos al participar de la Eucaristía es un amor para compartir «con aquellos que no tienen, con los pobres de pan, de cultura de Dios, con los destruidos, con las personas viven en soledad, que están enfermas, que necesitan nuestro acompañamiento». Se refirió así a la celebración del «Día de la Caridad» y al mandamiento del amor: «amaos los unos a los otros como yo os he amado». Y así es como se nos da el mismo Jesús en la cruz, afirmó, «hasta el final, derramando hasta la última gota de su sangre para darnos la vida».
Para terminar, Mons. Casimiro López Llorente exhortó a los presentes «a ser sembradores de amor de perdón y de reconciliación». La cruz, dijo D. Casimiro como en otras tantas ocasiones, «no tiene una denominación histórica, sino que es el signo puro de reconciliación».
La presencia del Señor a la que hizo alusión el Obispo durante la homilía, fue real en el transcurso de la procesión por las principales calles de la ciudad para, como él mismo había dicho durante la homilía «ofrecer a nuestra sociedad y al mundo, el amor de Dios que está presente en Cristo Eucaristía». Siendo así, «hemos de adorarlo para que contemplando el amor de Dios, nos dejemos llenar de ese amor, nos dejemos transformar por Él para, allí donde estemos, seamos testigos del amor de Dios para el mundo».
Y así fue pues los fieles de la ciudad se rindieron a la grandiosidad del Señor que bendijo a su paso a cuántos le alababan con cánticos, oraciones y postrándose ante Él. Representantes de las principales Cofradías, así como asociaciones y movimientos se sumaron a la procesión solemne que culminó de nuevo en la Concatedral con la bendición final.
Con el inicio del mes de junio se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por los que huyen de su país: “Oremos para que los migrantes que huyen de las guerras o del hambre, obligados a viajes llenos de peligro y violencia, encuentren aceptación y nuevas oportunidades de vida en sus países de acogida”.
En su discurso a los participantes en un encuentro organizado por la “Fraterna Domus” de Sacrofano, Francisco decía lo siguiente:
La acogida es una expresión del amor, de ese dinamismo de apertura que nos impulsa a poner la atención en el otro, a buscar lo mejor para su vida (cf. FT, 91-94) y que en su pureza está la caridad infundida por Dios. En la medida en que está impregnada por esta actitud de apertura y acogida, una sociedad se vuelve capaz de integrar a todos sus miembros, incluso a aquellos que por diversas razones son “extranjeros existenciales” o “exiliados ocultos”, como a veces, por ejemplo, se encuentran las personas con discapacidad o los ancianos (cf. FT, 97-98). Sobre este aspecto del amor la referencia fundamental es la primera Encíclica de Benedicto XVI Deus caritas est (25 de diciembre de 2005).
El segundo pasaje que os propongo de Fratelli tutti es el número 141. Lo cito completo: «La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país, sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en las épocas críticas. Los nacionalismos cerrados expresan en definitiva esta incapacidad de gratuidad, el error de creer que pueden desarrollarse al margen de la ruina de los demás y que cerrándose al resto estarán más protegidos. El inmigrante es visto como un usurpador que no ofrece nada. Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores. Sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro». Estamos en el capítulo cuarto, titulado «Un corazón abierto al mundo entero», ahí donde se habla de la «gratuidad que acoge» (cf. nn. 139-141). El aspecto de la gratuidad es esencial para generar fraternidad y amistad social. Para vosotros subrayo la última frase: «Sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro» (n. 141). La acogida gratuita. A menudo se habla de la aportación que los migrantes dan o pueden dar a las sociedades que los acogen. Esto es verdad y es importante. Pero el criterio fundamental no está en la utilidad de la persona, sino en el valor en sí que esta representa. El otro merece ser acogido no tanto por lo que tiene, o que puede tener, o que puede dar, sino por lo que es.
Siempre me ha llamado la atención, en el Antiguo Testamento, la recurrencia —en los profetas, en los Libros históricos— de las tres personas por las que se debe tener una atención especial: la viuda, el huérfano y el migrante. Y se repite en el Deuteronomio, en el Éxodo —en el Éxodo no tanto, pero en el Deuteronomio— en el Levítico se repite esto: la atención, el cuidado por las viudas, por los migrantes, por los huérfanos. Es recurrente. Por ejemplo: “si tú estás segando, no pases otra vez: lo que se queda ahí, que sobra ahí, déjalo para la viuda, el huérfano, el migrante”. Siempre está esto. Es importante retomar esta tradición de la acogida, del modo de acoger a aquellos que no tienen y que viven una situación difícil.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los padres cristianos, para que fieles a los compromisos que adquirieron en el bautismo de sus hijos, sepan transmitirles la fe y hacer de sus hogares auténticas iglesias domésticas, abiertos generosamente a las necesidades de todos.”
Una familia cristiana es una ‘iglesia doméstica’ (LG 11), o una iglesia en pequeño, como decía San Juan Crisóstomo. Es y vive como una comunidad de fe, de esperanza y de amor; una comunidad donde se comparte, se ama, se trabaja, se crea esperanza, se vive y se transmite la fe. La familia comparte con Dios creador la obra de procrear y educar a los hijos. En ella se vive la comunión entre las personas, al igual que Dios Trino y la Iglesia y hay entrega desinteresada por el otro. Se comparten penas y alegrías. Se comprenden las dificultades, las limitaciones y los esfuerzos de sus miembros; se convive dialogando, comiendo o saliendo juntos.
La familia cristiana escucha la Palabra de Dios, sus miembros oran juntos y juntos participan en la Eucaristía los domingos en su comunidad parroquial, ‘familia de familias’. En la familia se aprende a rezar en los momentos de alegría y de dificultad. Al igual que Jesús y la Iglesia, la familia cristiana anuncia la Buena Nueva: en primer lugar, a sus hijos y a miembros, y luego en su entorno y más allá del mismo. Por eso la familia cristiana también es misionera y siente el deseo anunciar el Evangelio y transmitir el amor de Dios a otras personas. La familia cristiana se pone al servicio de la caridad, especialmente hacia los más necesitados. Cuando el Espíritu de Dios vive en la familia, no se queda ni se cierra en sí misma. Es testimonio de vida con la palabra y el ejemplo.
Los padres sois los primeros educadores y evangelizadores de los hijos. En virtud del sacramento del matrimonio, los padres cristianos sois los primeros responsables de la transmisión de la fe a vuestros hijos mediante el testimonio de vida, mediante la escucha de la Palabra de Dios y la oración en familia, mediante vuestra inserción en la vida de la Iglesia en la propia parroquia y vuestro compromiso en la iniciación cristiana de vuestros hijos. Hablad a vuestros hijos de Dios y de Jesús. Ningún otro anuncio es tan importante para su vida. Introducid a vuestros hijos en su misterio a través de la celebración litúrgica y la oración familiar.
Este Domingo celebramos la fiesta del Corpus Christi, que ha venido precedida y preparada en nuestra Iglesia diocesana por la “Semana de la Caridad”. En el centro de esta fiesta está la Eucaristía, el sacramento del amor; en ella, Cristo Jesús nos ha dejado el memorial de su entrega total en la cruz por amor a toda la humanidad, el mismo Jesús se nos da en comida como el Pan de la Vida y se queda presente entre nosotros para que, en adoración, contemplemos su amor supremo y nos dejemos empapar de él.
La Eucaristía es vital para todo cristiano y para toda comunidad cristiana; es la cima hacia la que caminan y la fuente de la que se nutren. Sin la participación plena y fructuosa en la Eucaristía, la fe y vida cristianas languidecen, se apagan y mueren. En la Eucaristía, el Señor mismo nos invita a su mesa y se nos da Él mismo en su Cuerpo partido y repartido. Al comulgar el Cuerpo de Cristo, el Señor nos atrae hacia sí, nos une consigo y nos transforma; al comulgar el mismo Pan, se alcanza la comunión de unos con otros. La Eucaristía crea y recrea la comunidad y la fraternidad cristiana que, como el verdadero amor, es expansiva y no conoce fronteras.
La Eucaristía tiene por ello unas exigencias concretas para cada comunidad eclesial y para cada cristiano; en ella está enraizado el mandamiento nuevo del amor. Cada comunidad eclesial y cada cristiano estamos llamados a ser testigos del amor de Cristo, que celebramos y del que participamos en la Eucaristía, para que este amor llegue a todos. El amor celebrado ha de convertirse en un amor vivido.
El día del Corpus salimos en procesión por nuestras calles acompañando a Jesus, en el sacramento de la Eucaristía. Con ello manifestamos nuestra fe en que Jesús está realmente presente en la Eucaristía y que camina con nosotros en nuestra vida diaria. De este modo hacemos nuestra la voluntad de Jesus de acercarse a todos para que el amor que Él nos da entre en nuestros hogares y transforme nuestra relación con los demás. Unidos a Cristo Jesus, que nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, podemos establecer una nueva relación con las personas que están a nuestro alrededor. La participación en la Eucaristía nos va configurando con Jesús y va cambiando nuestro corazón para que veamos a los demás con la mirada de Cristo.
La celebración y adoración de la Eucaristía, de un lado, y las obras de caridad, por el otro, están íntimamente unidas; la una lleva a la otra. Ante la Eucaristía hemos de recordar las palabras de Jesus: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13). Por ello, el día del Corpus celebramos el Día de la Caridad para que el amor de Cristo Jesús llegue a través de nosotros a todos, en especial a los excluidos de nuestra sociedad, de modo que todos puedan formar parte de la nueva fraternidad creada por el Jesús. Quien en la comunión participa del amor de Cristo es enviado a ser su testigo compartiendo su pan, su dinero, su tiempo y su vida con el que está a su lado y con el que está necesitado no sólo de pan sino también de Dios y de su amor: con los enfermos, los pobres y los mayores abandonados, con los marginados y excluidos, con los reclusos, emigrantes o parados. Como reza el lema del Día de la Caridad de este año: “Allí donde nos necesitas, abrimos caminos a la esperanza”. Los cristianos estamos llamados a ser la comunidad de los conmovidos, que siguen los pasos de Jesús y se implican en la atención de los más desfavorecidos.
El amor de Cristo, presente en la Eucaristía, nos capacita y nos apremia a una caridad efectiva y comprometida con todos los necesitados. La caridad no puede faltar en la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana, de las parroquias y de todos los cristianos. Aunque pensemos que podemos aportar poco, Jesús siempre puede acrecentar nuestra generosidad, nuestra entrega y nuestro amor. “Dadles vosotros de comer”, nos dice hoy Jesús a sus discípulos. Nadie puede quedar excluido de nuestro amor, porque nadie está excluido del amor de Dios, manifestado y ofrecido en Cristo-Eucaristía.
Un modo concreto de expresar nuestro compromiso en el amor es ser generosos en la Colecta de Cáritas en este día. Hemos de redoblar nuestro esfuerzo y compromiso en favor de todos los excluidos de nuestra sociedad y del mundo entero, para que llegue a todos el amor del Señor a través de nuestros gestos de amor. Gracias a todos por vuestra generosidad y por vuestra entrega.
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