Cada sábado de mayo es tradición en Albocàsser visitar a Nuestra Señora de la Esperanza durante este mes dedicado a la Santísima Virgen María.
Por ello, el pasado día 18, los feligreses de la parroquia se dieron cita en esta ermita dedicada a la Virgen, ubicada a tres kilómetros de distancia del pueblo, para rezar juntos el Santo Rosario y celebrar la Santa Misa, cantando al final los gozos.
Cabe indicar que la construcción de la ermita de la Esperanza se sitúa en el S. XV surgida de la devoción particular de Bernat Fort (1350-1425), que fue decano de la Catedral de Segorbe y canónigo de la Catedral de Valencia.
Con el inicio del mes de mayo se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por la formación de religiosas, religiosos y seminaristas: “Oremos para que las religiosas, los religiosos y los seminaristas crezcan en su camino vocacional a través de una formación humana, pastoral, espiritual y comunitaria, que les lleve a ser testigos creíbles del Evangelio”.
2. […] Como tuve ocasión de destacar: «Buscar superar este divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida, ha sido precisamente uno de los principales aportes del Concilio Vaticano II. Me animo a decir que ha revolucionado en cierta medida el estatuto de la teología, la manera de hacer y del pensar creyente» (…)
3. Ha llegado el momento en el que los estudios eclesiásticos reciban esa renovación sabia y valiente que se requiere para una transformación misionera de una Iglesia «en salida» desde ese rico patrimonio de profundización y orientación, que ha sido confrontado y enriquecido —por así decir— «sobre el terreno» del esfuerzo perseverante de la mediación cultural y social del Evangelio, que ha sido realizada a su vez por el Pueblo de Dios en los distintos continentes y en diálogo con las diversas culturas.
En efecto, la tarea urgente en nuestro tiempo consiste en que todo el Pueblo de Dios se prepare a emprender «con espíritu» una nueva etapa de la evangelización. Esto requiere «un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma». Y, dentro de ese proceso, la renovación adecuada del sistema de los estudios eclesiásticos está llamada a jugar un papel estratégico. De hecho, estos estudios no deben sólo ofrecer lugares e itinerarios para la formación cualificada de los presbíteros, de las personas consagradas y de laicos comprometidos, sino que constituyen una especie de laboratorio cultural providencial, en el que la Iglesia se ejercita en la interpretación de la performance de la realidad que brota del acontecimiento de Jesucristo y que se alimenta de los dones de Sabiduría y de Ciencia, con los que el Espíritu Santo enriquece en diversas formas a todo el Pueblo de Dios: desde el sensus fidei fidelium hasta el magisterio de los Pastores, desde el carisma de los profetas hasta el de los doctores y teólogos.
Y esto tiene un valor indispensable para una Iglesia «en salida», puesto que hoy no vivimos sólo una época de cambios sino un verdadero cambio de época, que está marcado por una «crisis antropológica» y «socio-ambiental» de ámbito global, en la que encontramos cada día más «síntomas de un punto de quiebre, a causa de la gran velocidad de los cambios y de la degradación, que se manifiestan tanto en catástrofes naturales regionales como en crisis sociales o incluso financieras». Se trata, en definitiva, de «cambiar el modelo de desarrollo global» y «redefinir el progreso»: «El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace falta construir liderazgos que marquen caminos».
Esta enorme e impostergable tarea requiere, en el ámbito cultural de la formación académica y de la investigación científica, el compromiso generoso y convergente que lleve hacia un cambio radical de paradigma, más aún —me atrevo a decir— hacia «una valiente revolución cultural». En este empeño, la red mundial de las Universidades y Facultades eclesiásticas está llamada a llevar la aportación decisiva de la levadura, de la sal y de la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia, que está siempre abierta a nuevos escenarios y a nuevas propuestas.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por quienes viven su espiritualidad cristiana ayudados por la piedad popular, para que acogiendo la Palabra de Dios con fe y humildad, a ejemplo de María, crezcan en el conocimiento de la fe y la vivan con coherencia.”
La religiosidad popular es expresión de la búsqueda de Dios y de la fe cristiana de un pueblo de acuerdo con su idiosincrasia y su historia. Pablo VI escribió que “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer” (EN 48). Surge de la apertura a la Trascendencia, a Dios, propia de toda persona humana. En el ser humano y en los pueblos existe un hondo sentido de lo sagrado, que se expresa de diversas maneras, según las vivencias y la cultura propia del pueblo. La llamamos “popular” porque mediante ella el pueblo de Dios expresa su fe según los rasgos de la cultura propia de cada lugar; es una fe que se hecho cultura. En su origen es una expresión pública y compartida de la fe cristiana. Mediante ella el pueblo cristiano llano vive y expresa su relación con Dios, con la Virgen y con los Santos. Su fuente se encuentra en la presencia viva y activa del Espíritu de Dios en el organismo eclesial. Las formas auténticas de piedad popular son fruto del Espíritu Santo y deben ser consideradas como expresiones de la piedad de la Iglesia (Catecismo, 1674).
La religiosidad popular tiene, sin embargo, sus límites. Como todas las realidades cristianas no siempre está exenta de errores o desviaciones. A veces se puede quedar en un sentimiento pasajero o en lo superficial, y quedar vaciada de su verdadero sentido y fin. La piedad popular necesita también ser evangelizada, “para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico” (Juan Pablo II).
Con el inicio del mes de mayo se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por los movimientos y grupos eclesiales: “Oremos para que los movimientos y grupos eclesiales redescubran cada día su misión evangelizadora, poniendo sus propios carismas al servicio de las necesidades del mundo”.
«1. Quería estar aquí hoy, en primer lugar, para deciros gracias. Gracias por vuestra presencia como laicos y laicas, jóvenes y mayores, comprometidos en vivir y testimoniar el Evangelio en las realidades ordinarias de la vida, en vuestro trabajo, en tantos contextos diferentes —educativos, sociales, en la calle, en el terminal de los trenes; allí estabais todos vosotros—éste es el vasto campo de vuestro apostolado, es vuestra evangelización. Nosotros debemos entender que la evangelización es un mandato que viene del Bautismo; el Bautismo que nos hace sacerdotes juntos, en el sacerdocio de Cristo: el pueblo sacerdotal, ¿no? Y no hay que esperar a que venga el sacerdote, el cura a evangelizar, el misionero… Sí, lo hacen muy bien, pero quien ha sido bautizado tiene la tarea de evangelizar. Vosotros, con vuestros movimientos, habéis avivado esta tarea. Y está muy bien. Gracias.
En los últimos meses, habéis visto con vuestros propios ojos y tocado con vuestras manos el sufrimiento y la angustia de tantos hombres y mujeres a causa de la pandemia, sobre todo en los países más pobres, donde muchos de vosotros estáis presentes. Uno de vosotros me hablaba de esto. Tanta pobreza, miseria… Pienso en nosotros que aquí, en el Vaticano, nos quejamos cuando la comida no está en su punto, cuando hay gente que no tiene qué comer. Os doy las gracias porque no os habéis detenido: no habéis dejado de aportar vuestra solidaridad, vuestra ayuda, vuestro testimonio evangélico incluso en los meses más duros, cuando los contagios eran muy altos. A pesar de las restricciones debidas a las medidas de prevención necesarias, no os habéis rendido, al contrario, sé que muchos de vosotros multiplicasteis vuestro compromiso, adaptándoos a las situaciones concretas que se os presentaban y se os presentan, con esa creatividad que nace del amor, porque quien se siente amado por el Señor ama sin medida.
Este “sin medida” es lo que sale en estos momentos críticos. Y este “sin medida” también lo hemos visto en muchas monjas, en muchas consagradas, en muchos sacerdotes y en muchos obispos. Pienso en un obispo que acabó entubado por estar siempre con la gente. Ahora se está recuperando lentamente. Sois vosotros y todo el pueblo de Dios el que ha participado en esto y habéis estado ahí. Ninguno de vosotros ha dicho: “No, no puedo ir, porque mi fundador piensa de otra forma”. Así que, nada de fundador: aquí estaba la llamada del Evangelio y todos acudieron. Muchas gracias. Habéis sido testigos de «esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos» (Meditación en tiempo de pandemia, 27 de marzo de 2020). O somos hermanos o somos enemigos. “No, no, yo me separo: o hermanos o enemigos”. No hay término medio.
2. Como miembros de asociaciones de fieles, movimientos eclesiales internacionales y otras comunidades, tenéis una misión eclesial verdadera y propia. Buscáis con dedicación vivir y hacer fructificar aquellos carismas que el Espíritu Santo, a través de los fundadores, ha dado a todos los miembros de vuestras asociaciones, en beneficio de la Iglesia y de los muchos hombres y mujeres a los que os dedicáis en vuestro apostolado. Pienso especialmente en aquellos que, hallándose en las periferias existenciales de nuestras sociedades, experimentan en su carne el abandono y la soledad, y sufren por tantas necesidades materiales y pobreza moral y espiritual. Nos hará bien a todos recordar cada día no sólo la pobreza de los demás, sino también, y antes que nada, la nuestra.»
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los consagrados, para que, con el ejemplo y la intercesión de María, perseverando durante toda su vida en los consejos de pobreza, castidad y obediencia, sean dignos testigos y verdaderos servidores del Evangelio”.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, en su carta del 29 de enero de 2022, nos decía lo siguiente: «Junto con toda la Iglesia, damos gracias a Dios por todas las personas consagradas, por sus dones y carismas: por las monjas y monjes de vida contemplativa, por los religiosos y religiosas de vida activa, y por las vírgenes y todas las personas consagradas que viven en el mundo. Todos ellos se han consagrado a Dios para seguir las huellas de Cristo obediente, pobre y casto, en el carisma propio de su orden o instituto, y entregar su vida al servicio de la vida y misión de la Iglesia para el bien de la humanidad».
«Pidamos a Dios por los consagrados para que sean fieles a su vocación y consagración, lo vivan con alegría y sean faros luminosos que nos remitan a Dios y a los hermanos. Roguemos también para que Dios siga suscitando vocaciones a la vida consagrada tan escasas en nuestra Iglesia diocesana.»
Este mes de mayo se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por la fe de los jóvenes: “Recemos para que los jóvenes, llamados a una vida plena, descubran en María el estilo de la escucha, la profundidad del discernimiento, la valentía de la fe y la dedicación al servicio”.
43. En el corazón de la Iglesia resplandece María. Ella es el gran modelo para una Iglesia joven, que quiere seguir a Cristo con frescura y docilidad. Cuando era muy joven, recibió el anuncio del ángel y no se privó de hacer preguntas (cf. Lc 1,34). Pero tenía un alma disponible y dijo: «Aquí está la servidora del Señor» (Lc 1,38).
44. «Siempre llama la atención la fuerza del “sí” de María joven. La fuerza de ese “hágase” que le dijo al ángel. Fue una cosa distinta a una aceptación pasiva o resignada. Fue algo distinto a un “sí” como diciendo: bueno, vamos a probar a ver qué pasa. María no conocía esa expresión: vamos a ver qué pasa. Era decidida, supo de qué se trataba y dijo “sí”, sin vueltas. Fue algo más, fue algo distinto. Fue el “sí” de quien quiere comprometerse y el que quiere arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa. Y yo pregunto a cada uno de ustedes. ¿Se sienten portadores de una promesa? ¿Qué promesa tengo en el corazón para llevar adelante? María tendría, sin dudas, una misión difícil, pero las dificultades no eran una razón para decir “no”. Seguro que tendría complicaciones, pero no serían las mismas complicaciones que se producen cuando la cobardía nos paraliza por no tener todo claro o asegurado de antemano. ¡María no compró un seguro de vida! ¡María se la jugó y por eso es fuerte, por eso es una influencer, es la influencer de Dios! El “sí” y las ganas de servir fueron más fuertes que las dudas y las dificultades».
45. Sin ceder a evasiones ni espejismos, «ella supo acompañar el dolor de su Hijo […] sostenerlo en la mirada, cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del “sí”, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza […]. De ella aprendemos a decir “sí” en la testaruda paciencia y creatividad de aquellos que no se achican y vuelven a comenzar».
46. María era la chica de alma grande que se estremecía de alegría (cf. Lc 1,47), era la jovencita con los ojos iluminados por el Espíritu Santo que contemplaba la vida con fe y guardaba todo en su corazón de muchacha (cf. Lc 2,19.51). Era la inquieta, la que se pone continuamente en camino, que cuando supo que su prima la necesitaba no pensó en sus propios proyectos, sino que salió hacia la montaña «sin demora» (Lc 1,39).
47. Y si hacía falta proteger a su niño, allá iba con José a un país lejano (cf. Mt 2,13-14). Por eso permaneció junto a los discípulos reunidos en oración esperando al Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). Así, con su presencia, nació una Iglesia joven, con sus Apóstoles en salida para hacer nacer un mundo nuevo (cf. Hch 2,4-11).
48. Aquella muchacha hoy es la Madre que vela por los hijos, estos hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos: que la luz de la esperanza no se apague. Nuestra Madre mira a este pueblo peregrino, pueblo de jóvenes querido por ella, que la busca haciendo silencio en el corazón aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones. Pero ante los ojos de la Madre sólo cabe el silencio esperanzado. Y así María ilumina de nuevo nuestra juventud.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por la completa erradicación de la pandemia del Covid-19 y sus consecuencias, especialmente para las personas y los países más desfavorecidos”.
Ayer mismo, en la Solemne Misa en honor a la Mare de Déu del Lledó, D. Casimiro le dio gracias a la Virgen “porque durante la pandemia, que todavía perdura, sigue protegiéndonos, ¡gracias Madre por tu protección, por tu aliento, por tus palabras de esperanza!”. En la carta que nos dirigía el 1 de enero, titulado “Visita ‘ad limina’ en el Año Jubilar diocesano”, le pedía «a Dios por el fin de la pandemia del Covid-19, que tanto dolor y angustia está provocando en todo el mundo, sobre todo entre los más pobres. En estos momentos de obscuridad en tantos órdenes de la vida fijemos nuestra mirada en el Niño-Dios. Él es la Luz que ilumina nuestros caminos por este mundo. Él es la Esperanza que no defrauda. En la pandemia, en las dificultades económicas, en la enfermedad e incluso en la muerte, Dios está con nosotros».
Mayo es el mes especialmente dedicado a la Virgen María en toda la Iglesia. Durante treinta días la mostramos nuestro cariño con flores y cantos, la rezamos, le agradecemos su presencia en nuestra vida personal, familiar y eclesial, invocamos su protección, nos sentimos amados por ella y damos gracias a Dios por tan buena Madre.
María es la Madre del Hijo de Dios según la carne. Así la celebramos este primer domingo de mayo en Castellón de la Plana; ella es la Madre de Dios de Lledó, la reina y patrona de Castellón. María ha concebido al Hijo de Dios en su seno virginal por obra del Espíritu Santo gracias a su elección divina y a su fe confiada en Dios. “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
Maria es también nuestra Madre, la madre de todos los creyentes y de la Iglesia. María, nos dice san Juan, sigue creyendo y acompañando a su Hijo hasta la noche obscura del Calvario. Junto a la Cruz de Jesús estaba su madre. Y es entonces cuando Jesús, en la persona de Juan, nos la da y confía como madre espiritual: “Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Luego, dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio” (Jn 19, 26-27).
Desde el mismo inicio de la Iglesia, la Virgen María está siempre presente en la vida de los cristianos y de la comunidad cristiana. Su presencia es como la de una buena madre en la familia, que ama, consuela y alienta a todos; ella ayuda a formar y mantener unida la comunidad cristiana. Su presencia es muchas veces imperceptible, pero no deja de ser real y eficaz, sosteniendo a todos con su amor e intercesión.
Mayo es un mes para contemplar a la Virgen María en su maternidad, en su fe fiel y en su entrega generosa y sacrificada, y en el camino de la fe y de nuestra vida y misión comunitaria como Iglesia del Señor. María nos mira siempre con verdadero amor de Madre. Como ya ocurrió en los primeros momentos de la Iglesia, cada uno de nosotros y la Iglesia entera, estamos en su corazón; ella cuida de nuestras personas y de nuestras vidas, de nuestros afanes y de nuestras tareas; ella ora con nosotros y nos alienta en nuestra misión evangelizadora como lo hizo con los Apóstoles. María camina siempre con nosotros en nuestros gozos y esperanzas, en nuestros sufrimientos y dificultades. Por eso el Papa Francisco nos pide que cuidemos nuestra relación con la Virgen María. De lo contrario, algo de huérfano hay en nuestro corazón y en nuestra Iglesia. No es signo de madurez cristiana creer superada la devoción a la Virgen.
Siempre tenemos necesidad de la Virgen, en particular en los momentos de dificultad; ella nos protege siempre con su manto maternal. La Virgen María nos ayuda a vivir nuestra condición de cristianos y de discípulos misioneros de su Hijo. María dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; ella nos lo muestra y nos lleva a Él. Su mayor deseo es que nuestra devoción a ella sea el camino para nuestro encuentro o reencuentro personal y comunitario con Cristo Jesús y con su Palabra, para que recuperemos la alegría del Evangelio, para que se afiance nuestra fe y se renueve nuestra vida cristiana, la vida de nuestras comunidades y de nuestra Iglesia diocesana.
Nuestro amor a Maria ha de estar siempre orientado a Cristo. Porque Cristo Jesús, el Señor muerto y resucitado, es el centro y fundamento de nuestra fe. El es el Salvador, el Mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús es el Camino para ir a Dios y a los hermanos; Él es la Verdad que nos muestra el misterio de Dios y, a la vez, el misterio y la grandeza del ser humano; y Él es la Vida en plenitud que Dios nos regala con su muerte y resurrección. María es siempre camino que conduce a Jesús. Ella no deja de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5).
Nuestra devoción a la Virgen María será auténtica, si realmente nos lleva al encuentro personal con Cristo, a la conversión de corazón a Dios y a sus mandamientos, al fortalecimiento de nuestra fe y vida cristianas, a dejarnos evangelizar para ser una Iglesia misionera. María es la humilde esclava del Señor, la Madre que nos da a Dios, la primera discípula de su Hijo, el modelo perfecto a imitar para seguir y anunciar a Cristo. Si amamos a María de verdad, acogeremos de sus manos a Jesús, el Hijo de Dios, para encontrarnos con El, conocerle, amarle y seguirle con una adhesión personal en unión y comunión con la comunidad de la Iglesia.
A Cristo por María: este podría ser el lema para este mes de Mayo en el Año Jubilar de nuestra Iglesia diocesana.
Todos los primeros sábados de mes, los fieles de Oropesa del Mar celebran la Misa en la capilla de Ntra. Sra. de la Paciencia, antiguo templo parroquial, aunque durante este tiempo de pandemia no han podido reunirse allí.
Con el inicio del mes de mayo, en el que la Iglesia manifiesta con más intensidad su amor y devoción a la Virgen, los fieles pudieron volver a reunirse en este templo, el sábado pasado, para celebrar la Eucaristía, en la que también participó la Junta de la Cofradía.
El párroco, José Miguel Sala, ha explicado que se tuvieron muy presentes, pidiendo la intercesión de María, a todos los enfermos, a las familias que durante estos meses han pedido a sus seres queridos, a todas las personas que han perdido el trabajo y a todos los negocios del municipio.
Ante las lecturas proclamadas, el párroco invitó en la homilía “a salir de nuestra comodidad para acoger a Dios en nuestra vida y poderlo anunciar a los demás, una misión que tenemos todos los bautizados”. El primer sábado de junio, día 5, volverán a acudir al templo para ponerse a los pies de la Virgen.
Con el inicio del mes de mayo se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención universal de oración por el mundo de las finanzas: “Recemos para que los responsables del mundo financiero colaboren con los gobiernos, a fin de regular el campo de las finanzas para proteger a los ciudadanos de su peligro”.
En la encíclica “Laudato Si’”, Francisco indica que «la economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. […] El mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social. Mientras tanto, tenemos un superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora, y no se elaboran con suficiente celeridad instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos. No se termina de advertir cuáles son las raíces más profundas de los actuales desajustes, que tienen que ver con la orientación, los fines, el sentido y el contexto social del crecimiento tecnológico y económico». (109)
Advierte también que «la política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana». (189)
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los ancianos, especialmente por los que viven en soledad, para que encuentren la ayuda material y espiritual que necesitan”.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, nos hablaba de ellos en su primera carta de este año 2021, que llevaba por título “La estima y atención de los ancianos”. «Nuestros ancianos son un tesoro para la familia, la Iglesia y la sociedad. Ellos se merecen todo nuestro aprecio y cuidado siempre y en particular en la soledad, en la debilidad, en la enfermedad y también al final de sus días en esta tierra», nos decía.
«Es doloroso constatar a menudo el poco aprecio hacia nuestros mayores en la vida pública», y ante ello nos exhortaba a no dejarlos solos y a ser agradecidos con ellos, «de modo especial, esmeremos nuestro cuidado por los ancianos que están enfermos o viven solos».
También, en este sentido es importante la Jornada Mundial de los Abuelos y Personas Mayores, que se celebrará por primera vez el próximo 25 de julio. El tema escogido por el Papa es: “Yo estoy contigo todos los días”. Con este mensaje, desde la Santa Sede «se quiere expresar la cercanía del Señor y de la Iglesia en la vida de cada persona mayor, especialmente en este difícil momento de pandemia».
Lledó, los Desamparados, Les Santes, La Divina Pastora, Fátima… El mes de mayo está adornado como con perlas que celebran a la Virgen María a través de numerosas invocaciones. El pueblo fiel expresa durante estos días su amor filial por la Madre del Salvador, incluso con las restricciones impuestas por el estado de alarma. En la homilía de la fiesta de la Mare de Déu del Lledó, el 3 de mayo, el Obispo explicaba que “María nos da, nos ofrece y nos lleva a su Hijo que sufre y camina con nosotros”. Y añadía: “El deseo más ferviente de María es que acojamos y nos dejemos encontrar por Cristo Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida para que nos convirtamos a Él, para que abramos nuestro corazón a Él en especial en estos momentos de pandemia”.
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