En la tarde de ayer, nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, visitó a los seminaristas diocesanos. Se trataba de la primera visita del curso, en la que presidió la celebración de la Eucaristía en el Mater Dei, y presentó el Plan de Formación de Sacerdotes. En total acudieron 26 seminaristas pertenecientes al Seminario Mayor y Menor Mater Dei, así como al Redemptoris Mater, junto a sus respectivos rectores.
En la homilía, D. Casimiro pidió la fuerza del Espíritu Santo ante el inicio de curso, “estamos comenzando un nuevo curso en el seminario, y lo hacemos pidiendo la fuerza del Espíritu para que nos acompañe a pesar de las incertidumbres que pueda haber por la pandemia”.
Un nuevo curso es un tiempo de gracia, un don, les decía, “que Dios os concede, en este caso para discernir y madurar si la vocación a la que os llama el Señor es la de ser sacerdotes, como discípulos, como pastores y como misioneros”.
“¿Qué es el seminario?”, les preguntaba, “es un tiempo para encontrarse con el Señor, para discernir si os llama a servir como pastores, y si es así para madurar y formarse para ello”, a la vez que recordaba las características del Buen Pastor, “dar la vida por las ovejas, conocerlas, amarlas, e ir en busca de aquellas que, o se han alejado o no han escuchado todavía el Evangelio del Señor”.
Todo sacerdote, todo seminarista, todo cristiano, añadía, “debe poner en el centro de su vida el amor de Dios que se nos ofrece, y que llega a nosotros en su Hijo Jesucristo, que es lo que al final queda, es lo más grande de todo”.
En este sentido, hablando de la vocación, explicaba que “es un don gratuito del amor de Dios”, recordando que “nuestra vida ha de ser una respuesta permanente al amor recibido de Dios”, y “acoger la vocación es responder con generosidad a este amor que hemos recibido”.
Plan de Formación Sacerdotal
Tras la Misa, el Obispo, D. Casimiro, les ha presentado el “Plan de Formación Sacerdotal, Normas y Orientaciones para la Iglesia en España”, con el que los seminaristas, de la mano de sus rectores y formadores, trabajarán los fundamentos de la formación: la dimensión humana, la espiritual, la intelectual y la pastoral.
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La Permanente del Consejo Diocesano de Pastoral (CDP) se reunió ayer por la noche para preparar la plenaria que reunirá a los 40 representantes de todas las realidades diocesanas el sábado 24 de octubre en el Seminario Mater Dei. Los temas que se tratarán serán la valoración sobre el funcionamiento del propio Consejo, y los desafíos que se plantean a la Diócesis de cara a un nuevo Plan de Pastoral.
Las campañas encaminadas a suscitar opiniones favorables a la eutanasia y el suicidio asistido suelen promover los siguientes aspectos:
– Lo primero que se presenta es un «caso límite». Se busca una situación terminal y dramática especialmente llamativa que interpele la sensibilidad colectiva. Admitido este caso, desaparecen las razones profundas para no admitir otros parecidos, ensanchándose la casuística.
– Lo anterior se complementa con eufemismos ideológicos y semánticos. Así, se evitarán expresiones como «provocar la muerte del enfermo» o «quitarle la vida». Por el contrario, se ensalzan otras como «muerte digna», «autonomía», o «liberación».
– Junto a esto, se procura presentar a los defensores de la vida como retrógrados, intransigentes, contrarios a la libertad individual y al progreso. De este modo se evita un diálogo sosegado y constructivo, que busque sobre todo el bien del enfermo.
– Otro elemento de la estrategia consiste en transmitir la idea de que la eutanasia es una cuestión religiosa. Por eso, en una sociedad pluralista la Iglesia —o cualquier confesión religiosa— no puede, ni debe, imponer sus opiniones.
– Como complemento de estas estrategias, se pretende trasmitir a la sociedad la idea de que la eutanasia es una demanda urgente de la población y propia de nuestros tiempos.
La Academia Pontificia para la Vida (9.XII.2000) denunciaba las campañas y estrategias a favor de la eutanasia: «Se han desarrollado —dice— campañas y estrategias en este sentido, llevadas adelante con el apoyo de asociaciones pro-eutanasia a nivel internacional, con “manifiestos” públicos firmados por intelectuales y hombres de ciencia, con publicaciones favorables a tales propuestas —algunas, acompañadas incluso de instrucciones orientadas a enseñar a los enfermos los diferentes modos de poner fin a la vida, cuando fuese considerada insoportable—, con encuestas que recogen opiniones de médicos o de personajes conocidos en la opinión pública, favorables a la práctica de la eutanasia y, finalmente, con propuestas de leyes llevadas a los parlamentos, además de los intentos de provocar sentencias de los tribunales que pudiesen dar curso a una práctica de hecho de la eutanasia o, al menos, a que no fuese punible».
Tras la decisión del Congreso de los Diputados de seguir adelante con la tramitación de la Ley Orgánica de regulación de la Eutanasia en España, ayer, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española emitió una nota con la que mover a la reflexión ante este grave asunto que pone en cuestión la dignidad de la vida humana: No hay enfermos “incuidables”, aunque sean incurables.
En esta línea, la subcomisión episcopal para la Familia y Defensa de la Vida presentó, ya en diciembre del año pasado, el documento “Sembradores de esperanza Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida”. Un texto con el que se pretende iluminar la tarea de los profesionales de la salud y enfocar el servicio médico en la dignidad de la persona.
La intención del mencionado documento es “ayudar con sencillez a buscar el sentido del sufrimiento, acompañar y reconfortar al enfermo en la etapa última de su vida terrenal, llenar de esperanza el momento de la muerte, acoger y sostener a su familia y seres queridos e iluminar la tarea de los profesionales de la salud”. Asimismo, se plantean cuestiones como la eutanasia, la muerte digna, la medicina paliativa, el cuidado de los enfermos o la obstinación terapéutica.
Por este motivo, cada día ofreceremos una pregunta con su respuesta del mencionado documento, para intentar ofrecer a todos, de una forma pedagógica y de fácil lectura, un poco de luz ante este tema tan importante y de actualidad.
¿Qué subyace en el reciente debate social sobre la eutanasia y el suicidio asistido?
La eutanasia y el suicidio asistido son objeto en nuestro tiempo de campañas propagandísticas a su favor. El debate actual sobre estos asuntos no es propiamente planteado como una cuestión médica, sino más bien ideológica con una profunda raíz antropológica. Efectivamente, en el fondo nos encontramos ante una determinada concepción del ser humano y sus implicaciones familiares y sociales y un concepto de libertad concebida como voluntad absoluta desvinculada de la verdad sobre el bien. Se manifiesta la dificultad de encontrar un sentido al sufrimiento y el modo de encajarlo en el recorrido vital de las personas, y las consecuencias que estos planteamientos tienen sobre el modo de entender las relaciones sociales, la responsabilidad política y su repercusión en el ámbito sanitario.
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha dirigido una carta a los presidentes de las Conferencias Episcopales, titulada «¡Volvemos con alegría a la Eucaristía!. En ella llama a retomar la celebración presencial de los fieles en este sacramento. Conscientes de las medidas que ha sido necesario tomar en los momentos más duros de la pandemia para reducir el contagio, afirma que las decisiones tomadas son muestra de un «gran sentido de responsabilidad» de los Obispos, y les agradece «su compromiso y esfuerzo».
Al mismo tiempo, manifiesta que «hemos aceptado la lejanía del altar del Señor como un tiempo de ayuno eucarístico, útil para redescubrir la importancia vital, la belleza y la preciosidad inconmensurable». Por ello asegura que, una vez que las circunstancias lo permiten, «es necesario y urgente volver a la normalidad de la vida cristiana, que tiene como casa el edificio de la iglesia, y la celebración de la liturgia, particularmente la Eucaristía, como la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza».
No hay enfermos “incuidables”, aunque sean incurables
Reflexión a propósito de la tramitación de la ley sobre la eutanasia
El Congreso de los Diputados ha decidido seguir adelante con la tramitación de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia. Es una mala noticia, pues la vida humana no es un bien a disposición de nadie.
La Conferencia Episcopal Española ha reflexionado repetidas veces sobre este grave asunto que pone en cuestión la dignidad de la vida humana. El último texto fue publicado el pasado 1 de noviembre de 2019 bajo el título “Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de la vida humana” y en él se examinan los argumentos de quienes desean favorecer la eutanasia y el suicidio asistido, poniendo en evidencia su inconsistencia al partir de premisas ideológicas más que de la realidad de los enfermos en situación terminal. Invitamos encarecidamente a la comunidad cristiana a su lectura y al resto de nuestros conciudadanos a acoger sin prejuicios las reflexiones que en este texto se proponen.
En las inmediaciones de Montmayor, Altura, encontramos el Santuario de la Virgen de la Cueva Santa, patrona de la nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón, cuya festividad acabamos de celebrar (11 de septiembre).
Antiguamente fue una cueva utilizada por los pastores como refugio. Uno de estos pastores colocó una imagen de la Virgen en una roca, y a ella le rezaba y le llevaba flores.
Olvidada en una cavidad, fue encontrada pasados cien años por otro pastor que buscaba refugio. A éste se le apareció la Virgen, informándole del lugar exacto en el que encontraría una imagen suya para que pudiera darle culto.
Y efectivamente, allí fue y la encontró. Pasados los años, estos y otros hechos milagrosos, también atribuidos a la Virgen, fueron atrayendo a muchos devotos y peregrinos. Hoy, el lugar es una catedral natural en la que, además de vivir la Eucaristía y la Palabra de Dios, lo que mucha gente busca es el silencio y un lugar en el que descansar las cosas del peso la vida.
Hoy entrevistamos a Juan Manuel Gallent, Rector del Santuario:
La Virgen de la Cueva Santa, además de ser Patrona de la Diócesis también lo es de Beniarrés (Alicante), de Santa María de Dota (Costa Rica), de Piacoa (Venezuela), de Bochalema (Colombia) y de los espeleólogos. ¿Qué relación hay con estas comunidades?
La Virgen de la Cueva Santa, desde su santuario ha ido irradiando a lo largo de su historia, durante seis siglos, su amor a cada uno de los peregrinos que se acercan a este lugar santo. Esto ha provocado que no solamente la lleven en su corazón sino que también la lleven a los lugares donde viven habitualmente, otros países, otras provincias, otros pueblos. La relación que tienen todos estos lugares es el Santuario de la Cueva Santa como lugar sagrado, como espacio de encuentro entre María y sus hijos e hijas. La Virgen de la Cueva Santa ha ido quedando en cada una de las casas de los pueblos que le han abierto sus puertas: “haremos morada en él”. Cada año estas poblaciones vuelven al hogar de la Madre para renovar su fe y pedir bendición.
En el Santuario podemos vivir la Eucaristía y la Palabra a los pies de la Virgen, ¿qué más podemos encontrar?
El Santuario de la Cueva Santa es un lugar de encuentro, y se dan por tanto varios aspectos: peregrinar desde mi hogar al hogar de la Madre, mirarla y contemplarla desde el silencio de cada uno de los corazones, contarle cada una de las alegrías y desgarros que acontecen en la vida de los hombres y mujeres que peregrinan en el día a día. Escuchar la Palabra consoladora que acaricia mi vida, devuelve luz a los corazones y a cada una de los pasos que damos en nuestra vida. Alimentarme del pan de la Eucaristía que hace levantarme, devolverme el ánimo y poder comprometerme en el día a día de mi vida y de mi historia para ser yo también una palabra de consuelo, una caricia para aquellos que sufren y una sonrisa de Dios para aquellos con los que comparto la vida. Peregrinar, mirar, contar, escuchar, alimentarme, para ser testigo del Amor. Y todo ello se vive desde el camino que cada uno realiza, la oración personal y comunitaria en la Cueva, la Eucaristía celebrada, la confesión, la unción de enfermos entre tantos otros.
¿Tiene alguna cifra de visitas al Santurio?
Las personas devotas de la Virgen de la Cueva Santa en el año 2018, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, peregrinaron 618.000 personas a este santuario. En el 2019 superaron a 620.000. Esta cifra sorprende por su volumen y las pocas instalaciones que tiene, sin embargo la hondura de la fe sencilla de las gentes que se allegan desde kilómetros de distancia te hablan del tesoro escondido en las grutas de la Tierra y el valor sagrado que le dan a la Virgen de la Cueva Santa. Se han acercado peregrinando a pie, en coches, autobuses, carros de caballos, bicicletas. Grupos muy diversos de colegios, parroquias, universidades, poblaciones, cofradías, hombres y mujeres de diversos lugares y edades. Campos de trabajo, encuentros, romerías, celebraciones, fiestas, espiritualidad, unción, intimidad y fe sencilla.
¿Cómo se ha vivido y se está viviendo en el Santuario la situación de pandemia del Covid-19?
El confinamiento iniciado el 14 de marzo ha provocado en cada una de las personas un desgarro y dolor nunca vistos. No poder encontrarnos con las personas queridas, no poder contar y descansarnos con las personas queridas, No poder abrazar, no poder mirar, no poder en definitiva tener una relación humana, entrañable y cercana supone una gran mutilación de nuestra manera de vivir. Esta misma experiencia humana es la que también se vive en relación con la Virgen de la Cueva Santa. No pudiendo peregrinar a este lugar santo, no poder mirarla, no poder descansarnos en ella, no poder besarla, no poder celebrarla, ha sido un dolor para cada uno de los hombres y mujeres que desde tiempo inmemorial se han acercado para pedirle consuelo, luz, frescor y ante todo la mano tendida de la Madre de Dios que nos ayuda a cada uno de nosotros a crecer teniéndola como presencia de amor. Al abrir el santuario el 1 de julio no ha faltado las visitas continuadas a la Virgen de la Cueva. Era vital para todo ser humano encontrarnos con la Madre que devuelve la confianza y paz en tiempo de incertidumbre y zozobra.
En los gozos se canta: “se nuestra madre piadosa, Virgen de la Cueva Santa”. Ante este tiempo tan revuelto en el que vivimos, ¿tenemos a una madre que nos cuida?
Esta es la fe profunda de las personas que peregrinan a este lugar sagrado, la certeza y la verdad de que la Virgen de la Cueva Santa es su madre, que acompaña, sostiene, y alienta en el camino de la vida de sus hijos e hijas. Del mismo modo el pueblo que se ha acercado al Santuario de la Cueva Santa desde tiempo inmemorial, siguen cantando los gozos, son “los cojos calenturientos y tullidos”. Por eso las personas que peregrinan en las procesiones de dolor en la vida real de este mundo, se acercan para ser acariciados en sus heridas, consolados por la palabra que le llega al corazón y sienten que son levantados y curados por el amor que la Virgen de la Cueva Santa derrocha como agua fresca en sus vidas.
¿Qué petición especial le hace a la Patrona de la Diócesis?
Una Iglesia que no es servidora de los hombres y mujeres con los que compartimos la vida, no sirve para nada. Estamos llamados a vivir en una Iglesia Samaritana y cada una de estas personas tienen necesidad urgente de encontrar un verdadero oasis de acogida, respeto y ternura en nuestros espacios parroquiales, colegios, santuarios y como no también en las encrucijadas de nuestras calles y plazas. ¿Consentiremos ser una sonrisa de Dios, como María, en nuestro mundo?, ¿seremos la mano tendida que acaricia la herida y devuelve la esperanza a las personas con las que nos encontramos cada día?, ¿comprenderemos y viviremos en nuestra vidas que cualquier cosa que hagamos a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hacéis?. A la Virgen de la Cueva Santa, Patrona de la Diócesis de Segorbe-Castellón, le pido que toque nuestro corazón y lo convierta al Señor para que seamos de Él y que Él sea para nosotros la Única Suficiencia y Entera Bienaventuranza.
Nos disponemos a iniciar un nuevo curso pastoral con la ya acostumbrada Jornada diocesana; será el próximo 19 de septiembre, por la mañana, en nuestro Seminario diocesano Mater Dei. Lo hacemos en momentos de incertidumbre y de mucha preocupación ante la pandemia del Covid-19. En esta situación ponemos nuestra confianza en el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, del que nada ni nadie nos podrá separar (cf. Rom 8,39). Sabemos, con la certeza que nos da la fe, que el Señor resucitado está presente y actuante por la fuerza del Espíritu Santo en medio de nosotros. Dios nos ama y nunca abandona a la humanidad ni la barca de su Iglesia.
También y precisamente en esta situación de crisis sanitaria, con sus graves consecuencias económicas, laborales, sociales y políticas, nos apremia el amor de Cristo que nos llama a evangelizar. Hoy como ayer, el Señor Jesús nos envía a anunciar, celebrar, vivir y testimoniar con alegría y esperanza la buena Noticia del amor de Dios; y con mayor compromiso, si cabe, en estos momentos de especial dificultad. Esta misión es lo que nos identifica como cristianos, como parroquias y comunidades cristianas, y como Iglesia diocesana.
La S.I. Concatedral de Santa María, en Castellón, ha acogido esta mañana, 12 de septiembre, la ordenación sacerdotal de Jesús Chávez. El templo estaba todo lo lleno permitido dentro de las limitaciones de prudencia sanitarias. A los fieles presenciales se sumaron más de 500 personas más a través de las redes sociales. Durante la homilía, D. Casimiro López Llorente exhortó al nuevo presbítero a “representar a Cristo y actuar en su nombre como Pastor”. Para ello, tres condiciones: darse, conocer y buscar. (En la foto, de izquierda a derecha, Jesús Chávez, el Obispo, y los padres del ordenando)
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