El año litúrgico llega a su fin. Desde que lo comenzamos, hemos ido recorriendo la celebración de los diversos acontecimientos que componen el único misterio de Cristo: desde el anuncio de su venida (Adviento), su nacimiento (Navidad), presentación al mundo (Epifanía) hasta su muerte y resurrección (Pascua), y la cadencia semanal del ciclo ordinario de cada domingo.
En este último domingo del año litúrgico la Iglesia nos invita a celebrar al Señor Jesús como Rey del universo. En esta festividad, una de las fiestas más importantes del año litúrgico, celebramos que Cristo, “el ungido”, es sin duda, el Rey del universo. Su Reino «no de este mundo». El título de «rey», referido a Jesús, es muy importante en los Evangelios y permite dar una lectura completa de su figura y de su misión de salvación. Se puede observar una progresión al respecto: se parte de la expresión «rey de Israel» y se llega a la de rey universal, Señor del cosmos y de la historia; por lo tanto, mucho más allá de las expectativas del pueblo judío. Es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.
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