Redes Sociales en el mundo actual, ¿cuál debe ser el estilo cristiano?.
Carta del Obispo, D. Casimiro: “La participación de los cristianos en las redes sociales”.
El papel de los abuelos en las familias y su aportación a la sociedad centran el mensaje del Papa Francisco de la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores.
Bodas de Oro de la priora del Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús, en Alquerías.
Jóvenes solidarios: campo de trabajo de verano de Cáritas Diocesana.
Reunión de la Provincia Eclesiástica Valentina, en Benicàssim.
Entrevista a Leticia Silva, participará en la Jornada Mundial de la Juventud.
El Papa de cerca: «La oración de los abuelos es un don para la Iglesia».
Las 10 hermanas que forman la comunidad de Carmelitas Descalzas del Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús, en Alquerías del Niño Perdido, se reunieron ayer junto al Obispo, D. Casimiro, para celebrar las Bodas de Oro de la Priora, la Hermana Mª Rosa de la Eucaristía.
La Eucaristía estuvo concelebrada por una docena de sacerdotes, entre ellos el párroco de Alquerías, D. Manuel Martín; el capellán de la comunidad, D. Héctor Samuel Calvo; y los que residen en la Residencia Mosén Sol, así como Monseñor Rutilio, operario diocesano y obispo emérito de la diócesis estadunidense de San Bernardino.
También estuvo presente el Alcalde del municipio, D. Antonio Gil, así como los familiares de la Hermana Mª Rosa, que lleva 50 años como monja y 52 en el Monasterio, y que afirma sentirse agradecida con el Señor por todos estos años.
Según ha explicado, la celebración ha tenido lugar en el marco de la festividad de la Virgen del Carmen, un día especial para los carmelitas y para todos aquellos que veneran a Nuestra Señora del Monte Carmelo. Además, la Orden de Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús están celebrando un Año Jubilar por el Centenario de su Fundación.
En estos momentos de celebración, indica la Hermana Mª Rosa, se fija en la Virgen, porque es “sencilla, humilde, servicial, y nunca quiso ser protagonista”. Del mismo modo nosotras, “estamos aquí al servicio unas de otras, al servicio de la Iglesia y para orar por los sacerdotes”. “Aquí nos sentimos necesarias, útiles, y cumplimos con nuestra misión”. Además, ha querido pedir a los fieles “oración por todas las vocaciones, pero en especial a la vida consagrada”.
Con el lema “Generar esperanza”, la Iglesia celebra mañana, día 4 de junio, la solemnidad de la Santísima Trinidad, la Jornada Pro Orantibus, dedicada a todas las mujeres y hombres que un día decidieron entregarle su vida al Señor, sirviendo a la Iglesia en la dimensión contemplativa de la vida religiosa.
Para celebrar esta fiesta, esta mañana se han reunido las monjas contemplativas de las ocho comunidades de la Diócesis de Segorbe-Castellón junto a nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente. Lo han hecho en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó, en Castellón, para celebrar juntas la Eucaristía, y ha concelebrado D. Joaquín Guillamón, Delegado diocesano para la Vida Consagrada y prior.
En la Diócesis de Segorbe-Castellón hay ocho comunidades:
– Las Agustinas de Benicàssim.
– Las Esclavas del Santísimo y de la Inmaculada de Castellón.
– Las Carmelitas Descalzas de Alquerías del Niño Perdido, de Castellón y de Caudiel.
– Las Clarisas de La Vall d´Uixó y de Vila-real.
– Y la Fraternidad Monástica de la Paz de Castellón.
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Celebración de la Eucaristía
En el inicio de la homilía, D. Casimiro ha recordado que estamos celebrando el Año Jubilar del Lledó para prepararnos al Centenario de su Coronación pontificia, “que tiene como objetivo crecer en amor a la Virgen para que, de sus manos, podamos encontrarnos con el Señor”, dejando que “Él avive en nosotros, en la vocación o carisma concreto, que por puro don y gracia hemos recibido, porque solo así se podrá general esperanza”. La única esperanza que no defrauda, decía, “es Dios manifestado en su Hijo, Cristo Jesús”.
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El Obispo ha destaco cuatro palabras de la Virgen que nos pueden ayudar: escuchar, creer, acoger y actuar. En primer lugar, “María es la mujer de la escucha”, ha explicado, porque “escucha la Palabra, escucha a Dios”. Ella “es la mujer que cree y se fía plenamente de Dios, acoge su voluntad y, fruto de ello, sale a la misión”, ha explicado, “saliendo a servir a Isabel, llevando al Señor en su seno”.
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Ha exhortado también a estar atentos a la voluntad de Dios, que “nos habla a través de los acontecimientos, incluso de los acontecimientos duros”, como pueden ser “la falta de vocaciones o el cierre de los monasterios”. También a través “de las personas con las que nos encontramos en el día a día”, o de la Palabra, “que nos interpela y siempre tiene algo que decirnos”.
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Sois “la lámpara encendida que presenta ante el Señor todas las necesidades de nuestra Iglesia, de nuestro mundo y de la sociedad”, les decía a las hermanas, “fiémonos de Dios, Él nunca nos abandona, sabe lo que quiere para cada uno de nosotros y para vuestros conventos”, ha exhortado, “acojamos su voluntad para llevarle a Él a los demás, con la forma de vida, siendo faros luminosos en este mundo necesitado de Dios y de esperanza”. “Sois indispensables para la Iglesia y para la sociedad”.
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Felicita a las monjas contemplativas de la Diócesis por la Jornada Pro Orantibus
Desde la Delegación diocesana para la Vida Consagrada, junto a la Vicaria de Pastoral, se ha animado a los fieles a agradecer la labor de las monjas contemplativas de la Diócesis, enviándoles un mensaje de agradecimiento por sus continuas oraciones en nuestro beneficio, porque, como dice Francisco, «con el silencio orante y el sacrificio escondido, sostienen maternalmente la vida de la Iglesia».
Muchos han sido los mensajes que han enviado los fieles, y no solo de agradecimiento, sino también de ánimo y de oración ante la escasez de vocaciones.
Los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada resaltan que en el “luminoso horizonte” de la vida contemplativa “está «generar esperanza». Un lema que pone el foco en la esperanza ante una realidad en la que “no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón: amanecemos cada día con noticias de violencia, injusticia, egoísmo, exclusión, pobreza y sinsentido”. También, a una escala más personal, “al mirar con sinceridad nuestro interior y el conjunto de nuestras relaciones, nos topamos con heridas y sinsabores que pueden ir sumiéndonos poco a poco en un desaliento paralizante”.
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Además, lamentan que “esta percepción amarga” parece haber contagiado incluso a los más jóvenes, “entre quienes también se detectan altas dosis de desmoralización y abatimiento, e incluso un preocupante aumento de suicidios”. A ellos, recuerdan, se dirige con frecuencia el papa Francisco para “instarlos vivamente a la esperanza”.
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Así lo hizo en su mensaje a los jóvenes cubanos en 2015: Invito a la esperanza, que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor”. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna».
La vida contemplativa alienta nuestra esperanza
Estas palabras -recogidas años después en la encíclica Fratelli tutti– “pueden ayudarnos a reconocer, celebrar y orar por aquellos hermanos y hermanas que, abrazando la vida contemplativa, alientan nuestra esperanza y la requieren”. Ellos y ellas, matizan los obispos en su mensaje, “al renunciar al espíritu mundano y entregar radicalmente la vida «a querer tocar lo grande […], la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor», se convierten en parábola de la esperanza última para la Iglesia y para toda la humanidad”.
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En cada convento y monasterio “la esperanza que brota de la fe en la realidad última de Dios se hace carne cotidiana” al cultivar la oración y la celebración; la fraternidad y la reconciliación; la hospitalidad y la caridad; el trabajo y el descanso. Así, “cuantos caminamos tratando de dar respuesta a la sed de una vida lograda en medio de tantas desdichas agradecemos el testimonio de la vocación contemplativa, que se goza en buscar y esperar cada día al Señor que viene para que todos tengamos vida, y vida en abundancia; para que tengamos esperanza”.
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Los contemplativos “también lanzan su mirada al resto del pueblo de Dios, deseando recibir los dolores y las alegrías de este mundo para poder esperar por todos y con todos”. Por eso, en esta Jornada Pro Orantibus “no dejemos de acercarnos, si tenemos ocasión, a nuestros hermanos y hermanas contemplativos, con el fin de compartir entre todos los consuelos y las fatigas de los hombres y mujeres de esta tierra. Comprometámonos juntos en la misión de generar esperanza donde haga más falta, donde más urgente sea el anuncio del Señor resucitado. Y recemos también por ellos, para que puedan recibir el sostén de nuestra plegaria sincera ante Dios y se vean apoyados en su deseo de peregrinar sin desfallecer a la luz del rostro del Señor”.
Este domingo, 4 de junio, Fiesta de la Santísima Trinidad, celebramos también la Jornada ‘Pro orantibus’, es decir, por lo que oran. Es un día dedicado a los monjes y monjas de vida contemplativa. Nuestra Diócesis cuenta aún con ocho monasterios de monjas de vida contemplativa, que oran por nosotros todos los días del año. En esta Jornada les mostramos nuestra gratitud por lo que representan para la Iglesia y para la sociedad. Oremos por ellos y por las vocaciones a la vida contemplativa. Nos urge hacerlo. Varios conventos o monasterios de clausura han tenido que ser suprimidos en nuestra Diócesis en los últimos años ante la edad avanzada de las monjas y la falta de vocaciones.
Para muchos, las monjas y los monjes de clausura son los grandes desconocidos. Además no se reconoce su necesidad para la vida de la Iglesia y de la sociedad. Llevados por el secularismo ambiental y por los criterios de la eficiencia y la utilidad, muchos piensan que no tiene sentido que haya personas –y más aún si son jóvenes- que se retiren del mundo para dedicarse de por vida a Dios y a la oración contemplativa, cuando hay tantas urgencias y necesidades en el mundo y en la Iglesia. Se expresa de este modo un escaso aprecio del valor y de la necesidad de vida contemplativa en la vida de la Iglesia y de la sociedad.
Sin embargo, las monjas y los monjes son ‘faros luminosos’ en medio de un mundo que ha perdido la luz de Dios y, en consecuencia, la verdadera esperanza. Es un hecho que a los hombres y mujeres ‘liberados y acomodados’ de nuestro tiempo, les falta la verdadera esperanza. Es la esperanza, que despierta en nosotros cuando somos capaces de mirar la realidad más allá de la hojarasca de la historia, en su raíz primera y su horizonte último, que son los de Dios.
Los hermanos y hermanas que abrazan la vida contemplativa nos alientan a descubrir esta esperanza. En su luminoso horizonte está ‘generar esperanza’, como reza el lema de la Jornada de este año. A ellos solo los impulsa haber comprendido, como enseña el evangelio, que el reino de los cielos es ‘un tesoro’ por el cual vale de verdad la pena abandonarlo todo (cf. Mt 13,44). En efecto, estos hermanos y hermanas nuestros testimonian silenciosamente que, en medio de los acontecimientos diarios, y a veces turbulentos, el único apoyo que no vacila jamás es Dios, roca inquebrantable de fidelidad y de amor.
“Desde su vocación particular, los contemplativos encarnan y dan a conocer esa esperanza que, más allá de optimismos y pesimismos, asienta nuestra historia en lo más profundo de la realidad, en el corazón de Dios Trinidad que ha creado este mundo por pura liberalidad, lo acompaña con suave providencia, lo salva a través de la entrega amorosa de Jesucristo, lo ilumina y alimenta por medio de la Iglesia y lo recreará al final de los tiempos en la gloria de los santos” (Mensaje de los Obispos españoles).
En nuestro desierto y en nuestras evasiones, los monjes y monjas nos dan el más precioso testimonio de su encuentro con Dios en Cristo Jesús, nuestra única esperanza para que nos sea devuelta la luz a los ojos y vuelva a latir el corazón con el fuego del amor de Dios. El verdadero contemplativo no se desentiende de nadie ni es ajeno a nada de cuanto el mundo vive; siempre está abierto a Dios y a cada hijo de Dios. Mediante su vida orante, retirada y oculta recibe el amor divino y lo transforma en ofrenda permanente por nuestro mundo y por cada ser humano. Los contemplativos, monjes y monjas, viven la comunión con Dios para comulgar también con los padecimientos de cada hombre. Con su donación y su oración continua, los contemplativos hablan a Dios de los hombres y habla a los hombres del mucho amor que Dios les tiene.
Por tanto, los monasterios de vida contemplativa, aparentemente inútiles, son en realidad indispensables, como los ‘pulmones’ verdes de una ciudad: hacen bien a todos, incluso a quienes no los frecuentan y tal vez ignoran su existencia. Demos gracias al Señor, que en su providencia ha querido las comunidades de clausura. No les privemos de nuestro apoyo espiritual y también material, para que puedan cumplir su misión de mantener viva en la Iglesia y en el mundo la llama de la esperanza.
Con el lema “Generar esperanza”, la Iglesia celebra el 4 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Jornada Pro Orantibus, dedicada a la vida contemplativa.
Por ello, te proponemos enviar un mensaje de agradecimiento y tu felicitación a las comunidades contemplativas que, como dice Francisco, «con el silencio orante y el sacrificio escondido, sostienen maternalmente la vida de la Iglesia».
Las ocho comunidades contemplativas de la Diócesis de Segorbe-Castellón son:
– Agustinas de Benicàssim.
– Esclavas del Stmo. y de la Inmaculada de Castellón.
– Carmelitas Descalzas de Alquerías del Niño Perdido.
Mensaje de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada
Los Obispos resaltan que en el “luminoso horizonte” de la vida contemplativa está “generar esperanza”, un lema que pone el foco en la esperanza ante una realidad en la que “no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón: amanecemos cada día con noticias de violencia, injusticia, egoísmo, exclusión, pobreza y sinsentido”. También, a una escala más personal, “al mirar con sinceridad nuestro interior y el conjunto de nuestras relaciones, nos topamos con heridas y sinsabores que pueden ir sumiéndonos poco a poco en un desaliento paralizante”.
Lamentan que “esta percepción amarga” parece haber contagiado incluso a los más jóvenes, “entre quienes también se detectan altas dosis de desmoralización y abatimiento, e incluso un preocupante aumento de suicidios”. A ellos, recuerdan, se dirige con frecuencia el Papa Francisco para “instarlos vivamente a la esperanza”.
Así lo hizo en su mensaje a los jóvenes cubanos en 2015: Invito a la esperanza, que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna».
La vida contemplativa alienta nuestra esperanza
Estas palabras -recogidas años después en la encíclica Fratelli tutti– “pueden ayudarnos a reconocer, celebrar y orar por aquellos hermanos y hermanas que, abrazando la vida contemplativa, alientan nuestra esperanza y la requieren”. Ellos y ellas, matizan los obispos en su mensaje, “al renunciar al espíritu mundano y entregar radicalmente la vida «a querer tocar lo grande […], la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor», se convierten en parábola de la esperanza última para la Iglesia y para toda la humanidad”.
En cada convento y monasterio “la esperanza que brota de la fe en la realidad última de Dios se hace carne cotidiana” al cultivar la oración y la celebración; la fraternidad y la reconciliación; la hospitalidad y la caridad; el trabajo y el descanso. Así, “cuantos caminamos tratando de dar respuesta a la sed de una vida lograda en medio de tantas desdichas agradecemos el testimonio de la vocación contemplativa, que se goza en buscar y esperar cada día al Señor que viene para que todos tengamos vida, y vida en abundancia; para que tengamos esperanza”.
Los contemplativos “también lanzan su mirada al resto del pueblo de Dios, deseando recibir los dolores y las alegrías de este mundo para poder esperar por todos y con todos”. Por eso, en esta Jornada Pro Orantibus “no dejemos de acercarnos, si tenemos ocasión, a nuestros hermanos y hermanas contemplativos, con el fin de compartir entre todos los consuelos y las fatigas de los hombres y mujeres de esta tierra. Comprometámonos juntos en la misión de generar esperanza donde haga más falta, donde más urgente sea el anuncio del Señor resucitado. Y recemos también por ellos, para que puedan recibir el sostén de nuestra plegaria sincera ante Dios y se vean apoyados en su deseo de peregrinar sin desfallecer a la luz del rostro del Señor”.
El «domingo del Buen Pastor», el cuarto de Pascua, es el día elegido para celebrar, de forma conjunta, estas dos Jornadas:
• La Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, de carácter universal, pretende suscitar en todos los jóvenes la pregunta por su vocación, y que la comunidad cristiana promueva las vocaciones cristianas con la oración y el acompañamiento.
• La Jornada de Vocaciones Nativas que busca sostener las vocaciones de especial consagración que surgen en los territorios de Misión, para que ninguna de ellas se quede frustrada por falta de recursos. Para ello, además de la oración, promueve la colaboración económica.
Puedes descargar el material de la campaña de este año:
Las 10 hermanas de la comunidad de Carmelitas Descalzas de Alquerías del Niño Perdido celebró, el pasado miércoles día 14 de diciembre, la fiesta de San Juan de la Cruz, cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos con Santa Teresa de Jesús.
Fue con una Eucaristía que presidió el Obispo, D. Casimiro, en el Monasterio del Sagrado Corazón. También les acompañaron los Operarios Diocesanos; el capellán, Héctor Calvo; y el Secretario Particular, Ángel Cumbicos.
Según han explicado las hermanas, San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia y patrono de los poetas, “es un santo muy grande que tiene la Iglesia”. Para la comunidad “es muy importante celebrar esta fiesta, porque para nosotras es un gran modelo de humildad y de sencillez, un alma enamora de Dios, capaz de prescindir de todo para poder encontrarse con Él”.
El colegio de Ntra. Sra. de la Consolación de Castellón acogerá la Eucaristía de clausura del Año Jubilar con motivo del centenario del nacimiento de sor María Teresa González Justo, religiosa de la congregación que fue declarada Sierva de Dios como Venerable por el Papa san Juan Pablo II en 1992. Será el próximo miércoles, día 12 de octubre, a las 12 h.
Nació en Quintanar de la Orden, (Toledo) el 11 de febrero de 1921 en el seno de una familia católica. A los 15 años quedó huérfana de padre, ya que murió mártir por la fe en la Guerra Civil. Durante 7 meses visitó en la cárcel al asesino de su padre, y le llevaba comida y el perdón de Dios todos los días, como un gesto de caridad y de amor misericordioso.
A los 20 años descubre la vocación de entrega total al Señor y a los hermanos siendo Hermana de la Consolación. Hace su primera profesión en 1943 y es enviada a trabajar al Colegio de la Consolación en Burriana, luego a servir a los enfermos tuberculosos en el Sanatorio de Vila Real, donde permanecerá hasta 1953.
En este campo apostólico despliega todo su amor a Dios, que fortalece en la oración, y lo entregará sin descanso a los enfermos, en un amor que se hace servicio total, en una caridad que no conoce fronteras, viendo en ellos al mismo Dios. Exclamaba: “Dios mío, ¡cuánto amo a mis hermanos, es que en ellos estás Tú!”.
El día 12 de octubre de 1967, festividad de la Virgen del Pilar, moría María Teresa a causa de un cáncer en el Sanatorio de la Magdalena de Castellón de la Plana. Tenía 46 años. Vivió y entregó su vida al cuidado de los enfermos tuberculosos durante 24 años, pasó como un ángel de paz, siempre con una sonrisa en los labios, olvidada de sí y no buscando otra cosa que “la gloria de Dios y el bien de los hermanos”, como su Madre Fundadora, Santa María Rosa Molas.
En septiembre de 1981 se introdujo la causa de beatificación y canonización de sor María Teresa González Justo en la Diócesis de Segorbe-Castellón. El 13 de junio de 1992, el Papa san Juan Pablo II, ratificaba el decreto de reconocimiento de las virtudes heroicas de la Sierva de Dios como venerable. Sus restos mortales descansan en la capilla del Colegio de Nuestra Señora de la Consolación de Castellón, donde pueden ser visitados. La causa sigue abierta a la espera del milagro necesario para su beatificación.
Las religiosas de la comunidad del Convento de Carmelitas Descalzas de Caudiel reeligieron ayer a la Priora, la Hna. Rosa Rivera Ortiz (Madre Regina del Carmelo), habiendo vencido el periodo para el que fue elegida.
La nueva elección se realizó según la regla y constituciones de las Carmelitas Descalzas, aceptando la Priora el cargo ante el Obispo, D. Casimiro López Llorente; y el Visitador Episcopal, D. Joaquín Guillamón.
En la homilía de la Eucaristía que celebraron, el Obispo exhortó a la comunidad de Carmelitas a “acudir siempre a la Santa Misa, centro de nuestra vida y de nuestra misión”, y les indicó tres cualidades, tres dones a cultivar por la comunidad y en la vida de todo cristiano: la unidad, la complementariedad y la caridad.
En la Iglesia, todos los cristianos estamos llamados a formar un solo cuerpo, una sola comunidad, indicó, pues vivimos unidos a Cristo, “que es la cabeza, el que une, el que salva, el que alienta, el que da la vida”. Además, cada miembro de este cuerpo tiene su importancia, su valor, cada uno con sus dones, “todos somos diferentes pero complementarios”.
Por otra parte, también en el contexto de la celebración del Año Jubilar diocesano, animó al crecimiento en la caridad, en “el amor a Dios y a los hermanos”, señalando que los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios y a los demás, y puso como ejemplo a Santa Teresa del Niño Jesús: «En el corazón de la Iglesia yo seré el amor».
Cabe recordar que en octubre del pasado año se llevaron a cabo distintos actos con el fin de celebrar el 350 Aniversario del Convento de Ntra. Sra. de Gracia y de San José.
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