Queridos diocesanos:
El día 19 de marzo celebramos el Día del Seminario. Por san José, todos los años, nuestros seminarios diocesanos mayores –Mater Dei y Redemptoris Mater– y el seminario menor Mater Dei y las vocaciones al sacerdocio están de un modo más intenso en el centro de nuestra oración, reflexión y acción pastoral.
En este momento contamos con dieciocho seminaristas mayores –tres en el Mater Dei y quince en el Redemptoris Mater-, así como con tres en el seminario menor. A pesar de lo que nos puedan parecer estos números padecemos una fuerte sequia vocacional al sacerdocio. Sólo cuatro seminaristas mayores proceden de nuestra Iglesia diocesana: uno del Mater Dei y tres del Redemptoris Mater.
Esta sequía vocacional entre nosotros nos ha de interpelar a todos. Los sacerdotes son y siguen siendo necesarios para generar y regenerar la comunidad cristiana como pastores en nombre de Jesús, el buen Pastor, Cabeza y Pastor de su Iglesia. Nos urge pues situar la pastoral vocacional en un lugar privilegiado de nuestras comunidades cristianas. Decía san Juan Pablo II que “la pastoral vocacional exige ser acogida, sobre todo hoy, con nuevo, vigoroso y más decidido compromiso por parte de todos los miembros de la Iglesia” (PDV, n. 34d). Todos -obispo, sacerdotes, religiosos y seglares, familias y comunidades cristianas- hemos de implicarnos activamente en la promoción de las vocaciones sacerdotales. No nos quedemos en una tristeza o queja inútil; es la hora de la fe y de la confianza en el Señor que nos envía a seguir echando las redes en la tarea de la pastoral vocacional.
Cuatro palabras nos han de acompañar en nuestro camino y tarea: orar, sensibilizar, proponer y acompañar. En primer lugar y antes de nada está la oración. La vocación es don de Dios. Jesús nos mandó: “rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9, 36-38). La oración confiada e insistente a Dios por las vocaciones es siempre eficaz, crea conciencia vocacional en toda la comunidad cristiana y prepara la tierra para sembrar la semilla vocacional. Potenciemos las iniciativas que ya se están realizando en muchas parroquias, comunidades de religiosas y de contemplativas, como la exposición del Santísimo los jueves para orar por los sacerdotes y las vocaciones sacerdotales. Además podemos añadir cada día una petición por las vocaciones en las preces de Laudes y Vísperas, unirnos a las cadenas de oración con este fin o pedir a los enfermos que oren y ofrezcan sus sufrimientos por las vocaciones, Y hemos de acudir siempre a la intercesión de la Virgen María y de los Santos en nuestra oración.
Es necesario además sensibilizar creando ámbitos donde se pueda plantear a los adolescentes y jóvenes el sentido de la vida como vocación y donde puedan preguntarse ¿qué quiere Dios de mí? Se trata de una responsabilidad de todos, especialmente de los sacerdotes; es el testimonio de su vida el que puede despertar en el joven el deseo de identificarse con el ministerio. En este sentido hemos de ayudar a la comunidad y a las familias cristianas a valorar, desde la fe y no desde una perspectiva sociológica o humana, el ministerio sacerdotal. Para esta sensibilización se ofrecen aquellos ámbitos donde los jóvenes puedan encontrase personalmente con el Señor en la oración, en retiros o ejercicios espirituales, que les ayude a descubrir el amor de Cristo en su propia vida, y a responder con amor a quien por amor se entregó por nosotros. La sensibilización vocacional no puede faltar en el proceso catequético de iniciación cristiana, en los colegios diocesanos, en las convivencias con monaguillos o en los movimientos de adolescentes.
En tercer lugar propongamos personalmente a niños, adolescentes y jóvenes la llamada de Dios al sacerdocio tomando como modelo el llamamiento de Jesús a sus apóstoles. La llamada de Jesús fue siempre directa y personal. No tengamos miedo a proponer explícitamente la vocación al sacerdocio. Si la respuesta es negativa ya tenemos respuesta; si es dubitativa hay que hacer un seguimiento, y si es afirmativa ya tenemos una vocación. La propuesta vocacional necesita personas convencidas e identificadas con su vocación.
Y finalmente hemos de acompañar a los niños, adolescentes y jóvenes que se sienten llamados por el Señor para ayudarles a discernir y madurar su vocación. Con este fin reabrimos hace unos años el Seminario Menor. Pensemos también en el seminario en familia o en grupos de acompañamiento. Los sacerdotes y agentes de pastoral deberían acompañar a las familias y en especial a aquellas que tengan hijos con inquietud vocacional, para que favorezcan la vocación.
Cuidemos con esmero a nuestros seminarios, a nuestros seminaristas y las vocaciones al sacerdocio ordenado. Seamos también generosos en la colecta. La Iglesia y nuestro mundo necesitan sacerdotes, hombres de Dios para servir a los hermanos.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón