La Hoja del 31 de diciembre
- Así fue el 2017
- La Buena Noticia de la Familia, por mons. Casimiro López Llorente
- Mensaje del Papa Francisco para la 50 Jornada Mundial de la Paz
Puedes leerla aquí.
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La segunda conferencia del Congreso Inter-diocesano de Educación se ha centrado en la educación, reto para los padres. La ponente ha comenzado despertando la consciencia de que los padres son los primeros educadores de los hijos: “Tiene un profundo significado, y a menudo se olvida que estamos ante uno de los misterios más profundos de la libertad, que es el de la libertad del educado y del educador, que participan en el misterio de la co-redención.
Tanto padres como educadores estamos invitados a acercarnos a ese misterio con misterio y reverencia”, afirmaba Catherine L’Ecuyer.
Catherine L’Ecuyer habla y escribe de educación porque sabe – su blog se acerca al millón de visitas y ha sido ponente por la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados – y sobretodo porque lo vive, como madre de 4 hijos. Es la encargada de tratar los retos para los padres en el Congreso Inter-diocesano de Educación. Leer más
El viernes 20 de octubre comenzará la primera tanda de Cursillos Pre-Matrimoniales organizados por la Delegación Diocesana de Familia y Vida. Esta preparación es la ocasión para muchas personas de reencontrarse con la Iglesia. D. Luis Oliver, delegado diocesano, asegura que las charlas ayudan los novios a “refrescar y reenganchar con los sacramentos que los hicieron cristianos en su día”. Los futuros matrimonios podrán participar ya como esposos en el Encuentro Mundial de Familias, que presidirá el Papa Francisco del 21 al 26 de agosto del 2018.
Un centenar de nuevas familias han escogido por primera vez este curso los colegios diocesanos para sus hijos. Una de las principales razones expuestas en las entrevistas es el identidad y el proyecto educativo basado en valores, y valores cristianos. Presentarse como católico no asusta a las familias. Al contrario, es un aliciente. Otros criterios que han jugado a favor son la atención personalizada a los alumnos, el ambiente familiar y la colaboración con los padres en la educación de los niños. Leer más
La Organización de Naciones Unidas proclamó a 1994 «Año Internacional de la Familia». El Decreto de la ONU se refería a esta institución como «unidad natural y fundamental de la sociedad». La familia, a pesar de los cambios que la sociedad actual impone, sigue constituyendo la estructura de la sociedad. Y dado que, según el designio divino, está constituida como «íntima comunidad de vida y de amor», la familia tiene la misión de ser cada vez más lo que es, es decir, comunidad de vida y amor, en una tensión que, al igual que para toda realidad creada y redimida, hallará su cumplimiento en el Reino de Dios.
Desde el punto de vista sociológico, la familia es el primer agente educador y socializador: es donde nos criamos, aprendemos valores como el respeto, obediencia, cariño, comprensión, a pedir perdón y perdonar, y sobre todo a amar. Son elementos claves de la vida familiar.
Como bien señala la Exhortación Apostólica del Papa San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, «la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa». En este sentido, partiendo del amor y en constante referencia a él, el Sínodo celebrado en 1980 sobre la familia cristiana puso de relieve cuatro cometidos generales de la familia: la formación de una comunidad de personas, el servicio a la vida, la participación en el desarrollo de la sociedad y la participación en la vida y misión de la Iglesia.
Mucho más tarde, un nuevo libro hablará sobre el amor en el matrimonio y en la familia, la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, Amoris Laetitia, en cuyo cuarto capítulo el Papa se detiene especialmente para hablar sobre el amor «porque no podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar».
Necesario es el consejo que el Papa Francisco ofrece en este documento: “No hay que arrojar sobre dos personas limitadas el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como signo implica un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios”.
Por ello, el Papa Francisco ofrece las claves para vivir un amor verdadero entre los esposos, que con un amor limitado se aman día a día recíprocamente y aman a sus hijos. Para ello, se basa en el «himno al amor» de San Pablo (1 Cor 13,4-7).
Se muestra cuando la persona no se deja llevar por sus impulsos. Hay veces que el problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad. Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla. Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba. El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía.
El amor no es sólo un sentimiento, sino que se debe entender en el sentido que tiene el verbo «amar » en hebreo: es «hacer el bien». Como decía San Ignacio de Loyola, «el amor se debe poner más en las obras que en las palabras». Así puede mostrar toda su fecundidad, y nos permite experimentar la felicidad de dar, la nobleza y la grandeza de donarse sobreabundantemente, sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gusto de dar y de servir.
Significa que en el amor no hay lugar para sentir malestar por el bien de otro. La envidia es una tristeza por el bien ajeno, que muestra que no nos interesa la felicidad de los demás. Mientras el amor nos hace salir de nosotros mismos, la envidia nos lleva a centrarnos en el propio yo. El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia.
Es la vanagloria, el ansia de mostrarse como superior para impresionar a otros con una actitud pedante y algo agresiva. Quien ama, no sólo evita hablar demasiado de sí mismo, sino que además, porque está centrado en los demás, sabe ubicarse en su lugar sin pretender ser el centro. Algunos se creen grandes porque saben más que los demás, y se dedican a exigirles y a controlarlos, cuando en realidad lo que nos hace grandes es el amor que comprende, cuida, protege al débil. En la vida familiar no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa lógica acaba con el amor. También para la familia es este consejo: «Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes».
Amar también es volverse amable. El amor no obra con rudeza, no actúa de modo descortés, no es duro en el trato. Sus modos, sus palabras, sus gestos, son agradables y no ásperos ni rígidos. Cada día, «entrar en la vida del otro, incluso cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasora, que renueve la confianza y el respeto […] El amor, cuando es más íntimo y profundo, tanto más exige el respeto de la libertad y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de su corazón». El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración. El que ama es capaz de decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan: «¡Ánimo hijo!» (Mt 9,2), «¡Levántate!» (Mc 5,41), «No tengáis miedo» (Mt 14,27). En la familia hay que aprender este lenguaje amable de Jesús.
El amor «no busca su propio interés», o «no busca lo que es de él». Tomás de Aquino ha explicado que «pertenece más a la caridad querer amar que querer ser amado». «Las madres, que son las que más aman, buscan más amar que ser amadas». Por eso, el amor puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, «sin esperar nada a cambio» (Lc 6,35), hasta llegar al amor más grande, que es «dar la vida» por los demás.
Se trata de una violencia interna, de una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si fueran enemigos. El Evangelio invita más bien a mirar la viga en el propio ojo (cf. Mt 7,5), y los cristianos no podemos ignorar la constante invitación de la Palabra de Dios a no alimentar la ira. Por ello, nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia. Y, «¿cómo debo hacer las paces? ¿Ponerme de rodillas? ¡No! Sólo un pequeño gesto, algo pequeño, y vuelve la armonía familiar. Basta una caricia, sin palabras. Pero nunca terminar el día en familia sin hacer las paces».
Se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona. Pero la tendencia suele ser la de buscar más y más culpas, la de imaginar más y más maldad, la de suponer todo tipo de malas intenciones, y así el rencor va creciendo y se arraiga. Poder culpar a otros se convierte en un falso alivio. De ese modo, cualquier error o caída del cónyuge puede dañar el vínculo amoroso y la estabilidad familiar. Cuando hemos sido ofendidos o desilusionados, el perdón es posible y deseable, pero nadie dice que sea fácil. Hoy sabemos que para poder perdonar necesitamos pasar por la experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos. Esto supone la experiencia de ser perdonados por Dios, justificados gratuitamente. Si aceptamos que el amor de Dios es incondicional, que el cariño del Padre no se debe comprar ni pagar, entonces podremos amar más allá de todo, perdonar a los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros.
El elenco se completa con cuatro expresiones que hablan de una totalidad: «todo». Disculpa todo, cree todo, espera todo, soporta todo. De este modo, se remarca con fuerza el dinamismo contracultural del amor, capaz de hacerle frente a cualquier cosa que pueda amenazarlo.
Disculpa: Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio para no dañar su imagen. Un hecho desagradable en la relación no es la totalidad de esa relación. Entonces, se puede aceptar con sencillez que todos somos una compleja combinación de luces y de sombras. El otro no es sólo eso que a mí me molesta. Es mucho más que eso. Por la misma razón, no le exijo que su amor sea perfecto para valorarlo. Me ama como es y como puede, con sus límites, pero que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea real. Es real, pero limitado y terreno.
Confía: el amor confía, deja en libertad, renuncia a controlarlo todo, a poseer, a dominar. Una familia donde reina una básica y cariñosa confianza, y donde siempre se vuelve a confiar a pesar de todo, permite que brote la verdadera identidad de sus miembros, y hace que espontáneamente se rechacen el engaño, la falsedad o la mentira.
Espera: no desespera del futuro. Indica la espera de quien sabe que el otro puede cambiar. No significa que todo vaya a cambiar en esta vida. Implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea, sino que quizás Dios escriba derecho con las líneas torcidas de una persona y saque algún bien de los males que ella no logre superar en esta tierra. Aquí se hace presente la esperanza en todo su sentido, porque incluye la certeza de una vida más allá de la muerte. Esa persona, con todas sus debilidades, está llamada a la plenitud del cielo. Allí, completamente transformada por la resurrección de Cristo, ya no existirán sus fragilidades, sus oscuridades ni sus patologías.
Soporta: significa que sobrelleva con espíritu positivo todas las contrariedades. Es mantenerse firme en medio de un ambiente hostil. Cuando se presenta la oportunidad para que derrotes a tu enemigo, ese es el momento en que debes decidir no hacerlo. Y esa es una manera de amar «a pesar de todo». En la vida familiar hace falta cultivar esa fuerza del amor, que permite luchar contra el mal que la amenaza.
El capítulo se concluye con una reflexión muy importante sobre la “transformación del amor” porque la prolongación de la vida hace que se produzca algo que no era común en otros tiempos: la relación íntima y la pertenencia mutua deben conservarse por cuatro, cinco o seis décadas, y esto se convierte en una necesidad de volver a elegirse una y otra vez: “No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad”.
Los jóvenes del movimiento matrimonial Equipos de Nuestra Señora (ENS Jóvenes) de la Diócesis han participado del 17 al 23 de julio en el encuentro nacional celebrado en Lliria (Valencia). El lema de las jornadas ha sido “Hágase en mi”, y ha contado con medio centenar de asistentes de Sevilla, Córdoba, Málaga y Valencia. El programa incluía momentos para la oración, charlas y tiempo de esparcimiento con la Eucaristía como centro de la vida cristiana.
Esta mañana, jueves 27, ha comenzado en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva en Benicasim una jornada de adoración como preparación espiritual a la V Semana Nazareth, que comenzará el lunes que viene. Esta iniciativa ofrece a jóvenes madres solteras y sus hijos unos días de vacaciones con actividades formativas y de oración. Es una iniciativa de la Comunidad de Las Bienaventuranzas en colaboración con la Delegación Diocesana de Familia y Vida y el COF Diocesano Domus Familiae. Leer más
El P. Michel Martin-Prével cdb ha escrito tres libros sobre el matrimonio y la familia, y desde 2013 impulsa los retiros Tobías y Sara para parejas en crisis. Sabe en primera persona de qué habla porque estuvo casado durante 32 años, es padre de tres hijos y abuelo feliz. Al fallecer su esposa, resurgió en él la llamada al sacerdocio, y en 2009 fue ordenado en la archidiócesis de Toulouse.
En pleno centro de la Semana de la Caridad, se concluyó el ciclo de conferencias y mesas redondas organizado por Cáritas este curso con el amor de la familia como tema central. Participaron el Delegado de Pastoral Familiar y de la Vida, D. Luis Oliver, y el matrimonio Alejandro Mateu y Pilar Picó. La Semana de la Caridad prosigue con el gesto #ImagineCharity este jueves, la cuestación el viernes, y el encuentro de la Pastoral Caritativa-Social el sábado en el Maset de la Frater. La fiesta del Corpus Christi pone el broche y el sentido esencial de los actos de estos días.
#JornadaMundialdelasComunicacionesSociales
📄✍️ Hoy se celebra la 58º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «#InteligenciaArtificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone @Pontifex_es 💻❤️
#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria
💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️
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