El cuidado de la creación
Queridos diocesanos:
La organización católica ‘Manos Unidas’ celebra estos días su campaña anual en la lucha contra el hambre en el mundo y por el desarrollo de los pueblos más pobres. Este año se fija en la crisis medioambiental, en especial en el cambio climático, que está afectando a millones de personas, sobre todo del Sur del planeta, perjudicando sus derechos más básicos como el derecho a la alimentación, al agua potable, a la salud, a una vida digna, a un entorno saludable, lo que genera una gran injusticia climática.
Existe una evidente desigualdad tanto en las causas como en las consecuencias del cambio climático. Así, mientras que las causas de este cambio están, sobre todo, relacionadas con la creciente actividad económica de los países más desarrollados, sus riesgos, impactos y consecuencias más severas las sufren los pueblos del Sur, que poco han participado en originar el problema. Las consecuencias negativas de este cambio son visibles en todo el mundo, pero se sufren más en unos lugares que en otros. Los cambios del clima, la pérdida de cosechas, la escasez de agua, los incendios forestales y los fenómenos meteorológicos extremos afectan, sobre todo, a los más empobrecidos. A la vez, muchas personas tienen que abandonar su tierra por el deterioro del medio ambiente emigrando a otras tierras y países.
Pero todavía estamos a tiempo de revertir esta situación, provocada por el cambio climático. Hacerlo depende de todos y cada uno de nosotros. Por ello, el lema de este año habla de “El efecto ser humano”, porque el ser humano es la única especie capaz de cambiar el planeta, para bien o para mal.
El papa Francisco, en su Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, nos urge a poner remedio a los males medioambientales y al problema de injusticia social, que va unido a ellos. Porque el auténtico desarrollo humano integral y el desarrollo de los pueblos peligran cuando se descuida o se abusa de la tierra y de los bienes que Dios nos ha dado. Y en su encíclica Laudate Deum, el mismo Papa nos recuerda que el cambio climático es innegable, que sus signos son cada vez más patentes y que ya no se puede dudar de su origen humano. Por ello nos exhorta a un compromiso para revertir el cambio climático; un compromiso que brota de nuestra fe que “no sólo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado” (n. 61). Y nos llama “al esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con prudencia, para ir creando una nueva cultura del cuidado de la creación” (n. 71).
Es necesario que volvamos nuestra mirada y nuestro corazón a Dios. “Y vio Dios que era bueno”, nos dice el libro del Génesis (1,25). La tierra, las aguas, los árboles, los animales y el ser humano, todo es hermoso y bueno a los ojos del Creador. El universo entero es un don de Dios, fruto de su amor, en cuya cima ha situado al hombre y a la mujer, creados a su imagen y semejanza para ‘llenar la tierra’ y ‘dominarla’ como ‘administradores’ de Dios mismo (cf. Gn 1,28). Este encargo original de Dios es una llamada a la responsabilidad de todos. Somos administradores, y no dueños de la creación. Todo lo que existe, lo ha confiado Dios al ser humano no para disponer arbitrariamente de ello, sino para administrarlo con responsabilidad, justicia y solidaridad.
La tierra es un don de Dios para que todo ser humano disponga de lo necesario para vivir con dignidad. No somos dioses, ni creadores ni propietarios de la tierra; somos sus administradores. Por desgracia, la respuesta humana a este regalo de Dios ha estado marcada por el pecado, por creerse dueños de la creación, por el egoísmo y la codicia de poseer. Hemos creado una emergencia climática que amenaza seriamente la naturaleza y la vida, incluida la vida humana. Hemos olvidado quiénes somos: criaturas a imagen de Dios, llamadas a vivir como hermanos en la misma casa común. Hemos olvidado lo que realmente importa y hace bien a las personas: la justicia, la caridad, la solidaridad, el respeto y la sobriedad. Esto nos llama a cambiar nuestra mente y nuestros hábitos de vida y de consumo insolidarios e insostenibles.
Acojamos y apoyemos la Campaña de Manos Unidas para que pueda seguir trabajando en la concienciación por el cuidado de la creación y pueda llevar a cabo sus programas de lucha contra el hambre y de desarrollo de los más desfavorecidos del mundo. Seamos generosos en la colecta de la Campaña de este año. Muchas gracias.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón