Queridos diocesanos:
Este domingo 27 de junio, dos días antes de la fecha señalada en el calendario litúrgico, celebramos en nuestra Diócesis la solemnidad de San Pedro y San Pablo por ser el día 29 laborable en nuestra comunidad autónoma. En este día celebramos también el Día del Papa y tendrá lugar la colecta del Óbolo de San Pedro, llamada así desde los primeros siglos de la Iglesia.
En este día recordamos en primer lugar a San Pedro y San Pablo, columnas de la Iglesia y heraldos del Evangelio. Por caminos diversos, los dos anunciaron el Evangelio y congregaron la única Iglesia de Cristo, y ambos fueron coronados por el martirio en Roma a causa de la fe en Cristo Resucitado y el anuncio del Evangelio.
Entre los doce Apóstoles, Pedro ocupa un lugar especial. Todos ellos fueron testigos directos de las palabras y obras de Jesús, vieron al Señor Resucitado, y fueron enviados por Cristo para ser sus testigos y anunciar el Evangelio en todo el mundo. Pero a Pedro le corresponde por voluntad de Jesús un ministerio especial entre todos ellos: Jesús lo elige para ser su Vicario en la tierra, el apoyo firme de la fe y de la vida de todos sus discípulos. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” y “He orado por ti para que tu fe no desfallezca. Cuando estés fuerte confirma a tus hermanos”, dice el Señor a Pedro. Los Apóstoles reconocieron a Pedro este puesto de presidencia. Después de ascender Jesús al Cielo, Pedro presidía la vida y las actividades de los Doce. Pedro es testigo, fundamento firme de la fe de todos los creyentes: él es la piedra sobre la que Jesús construye su Iglesia, el fundamento de la unidad de la comunidad de los creyentes.
Pedro anunció el Evangelio en Jerusalén, después en Antioquia, y finalmente en Roma. Situarse en Roma era una manera de manifestar la universalidad del Evangelio de Jesús. Hay testimonios muy antiguos de que los Obispos de todo el mundo se sentían vinculados a la tradición cristiana de Roma. La huella de Pedro ha dado a la Iglesia de Roma ese papel de referencia para todas las demás Iglesias, como garantía de la autenticidad y de la unidad católica de la fe y de la vida de todos los cristianos.
Al celebrar a San Pedro tenemos un recuerdo especial por el Papa como sucesor suyo en el ministerio que Jesús le confió al frente de su Iglesia. El ministerio de Pedro se perpetúa en el Obispo de Roma, hoy el Papa Francisco: él es el Vicario de Cristo en la tierra y el Primado de la Iglesia; él garantiza la unidad en la fe de todos los cristianos, de todos los Obispos y de todas las Iglesias diocesanas. Los cristianos católicos sabemos que nos encontramos dentro de la corriente viva de la fe de los Apóstoles, que arranca del mismo Cristo, si estamos en comunión con el sucesor de Pedro, con su persona y su doctrina en cuestiones de fe y de moral. Esta es la garantía para saber que nuestra fe es auténtica, que somos verdaderos discípulos de Jesús y que pertenecemos a la única Iglesia del Señor. Nuestra fe ha de ser personal, sí; pero también eclesial, apostólica y en comunión afectiva y efectiva con el Papa.
En estos tiempos la misión del Papa se ha hecho particularmente difícil. Los últimos Papas, también Francisco, están siendo “bandera discutida”, como lo fue Jesús. Las críticas de unos y otros, los rechazos de su misión, las protestas en cualquier lugar de la Iglesia, las tempestades externas a la Iglesia y los graves pecados de sus miembros, en especial de miembros destacados de la jerarquía, cargan sobre sus hombros; y puede que consciente o inconscientemente nos afecten en nuestro afecto hacia el Papa.
En la primera hora de la Iglesia, cuando Pedro estaba en la cárcel, toda la comunidad oraba por él. Hoy toda la Iglesia hemos de orar por el Papa, sucesor de Pedro. Hemos de estar muy cerca del Papa Francisco con nuestra oración y con nuestra comunión efectiva y afectiva. Oremos por el Papa para que Dios le conceda especialmente el don de sabiduría para conducir a su Iglesia en estos tiempos de cambio de época y el don de fortaleza para que su fe no decaiga y pueda confirmarnos en la fe a todos los creyentes, como pidió Jesús a Pedro (cf. Lc 22,31). El ministerio del Papa ha de suscitar en nosotros una actitud de escucha atenta y de acogida cordial. Su palabra nos confirma en la fe, nos renueva en la esperanza y nos envía a la misión.
Demos gracias a Dios por la persona y el ministerio del Santo Padre. Avivemos nuestro amor por su papel insustituible para toda la Iglesia.
En los templos de nuestra Diócesis haremos hoy la colecta del Óbolo de San Pedro para colaborar con el Papa en sus ayudas continuas a los más necesitados del mundo; seamos generosos. Muchas gracias.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón