Valenciano de origen (23 de enero de 1350), el veneradísimo santo entró de lleno en la segunda mitad del siglo decimocuarto y atravesó el umbral del decimoquinto con la gracia divina de representar a Cristo allá donde iba. Por inspiración del Espíritu Santo y también por la inigualable custodia que de su educación cristiana hicieron sus padres, Guillermo y Constancia, católicos reconocidos popularmente por su profunda entrega a la caridad hacia los más pobres.
Todo esto inclinó la balanza de su vida hacia la Orden de los Predicadores, a la que se sumó a la tierna edad de 20 años. Su gran afinidad a la orden dominica le llevó a crecer enormemente en sabiduría, estatura y gracia, condiciones favorables para que, con solo 28 años, terminase el doctorado en Teología con calificación Summa cum Laude. Desde este momento y durante ocho años se dedicó a la enseñanza sagrada en las universidades de grandes ciudades como Valencia o Barcelona.
Llegando a un vínculo único con el Evangelio de Cristo y propulsado por santo Domingo de Guzmán y san Francisco de Asís, emprendió un largo itinerario de evangelización por plazas, caminos y campos de toda Europa, llegando a países como Inglaterra, Italia, Alemania u Holanda. El punto central de su exhortación a las gentes era la salida de la cultura de la muerte y la inmersión en el riesgo de una vida completamente renovadora (de aquí viene la imagen que le muestra junto al Apocalipsis bíblico), actitudes que llegaban al corazón de muchas personas a su alrededor.
Los tres pilares en los que sustenta su recorrido de predicación fueron la austeridad y la penitencia, la Eucaristía y la caridad con los más pobres. Estas bases le llevaron a ser crucial mediador de conflictos políticos del momento, así como de otros tantos religiosos (visitó a multitud de príncipes y personas influyentes del continente para frenar el Gran Cisma de Occidente). Fue precisamente por este motivo por el cual se cruzó con santa Catalina de Siena, patrona de Europa y doctora de la Iglesia.
Tras toda una vida de entrega a los problemas cotidianos de su época, san Vicente Ferrer murió en 1419 (Vannes, Francia) con casi 70 años de edad. Por motivos obvios fue canonizado por el papa Calixto III pasadas poco más de tres décadas (en el año 1455).
Monseñor Casimiro habla sobre la apertura del Año Jubilar Vicentino
Monseñor dio una palabra sobre el decreto de la Penitenciaría Apostólica que concede la celebración de un año dedicado a san Vicente Ferrer, «gran santo valenciano y una de las glorias más señeras de la Comunidad Valenciana».
En su deseo ha estado invitar a todos a vivir un «tiempo de conversión, personal, comunitaria y pastoral, una ocasión para intensificar la predicación del Evangelio y centrar nuestras vidas en el Señor Jesucristo».
Asimismo, ha hablado de un «tiempo de gracia para que aprendamos de san Vicente Ferrer y nos dejemos imbuir de su espíritu eclesial y evangelizador, para que conozcamos su personalidad y su obra, sus aportaciones en el campo del pensamiento y en la recomposición de la Iglesia y de la sociedad en Valencia, en España y en Europa, y para que avivemos nuestra devoción a este santo y lo invoquemos cada día más como intercesor ante Dios».
Decreto del Año Jubilar Vicentino
El pasado lunes 26 de marzo, don Casimiro López Llorente hizo público el decreto del Año Jubilar Vicentino. Con ocasión del sexto centenario del paso de san Vicente Ferrer, patrón de la Comunidad Valenciana y de la ciudad de Castellón, la Penitenciaría Apostólica ha concedido la gracia de un Año Jubilar para el tan relevante presbítero de la Orden de los Predicadores. El período comprende desde el próximo nueve de abril hasta el 29 del mismo mes de 2019.
Monseñor Casimiro ha correspondido a la concesión del tribunal de la Santa Sede con la publicación del decreto, atendiendo a lo que se establece: indulgencia plenaria para «fieles cristianos que estén verdaderamente arrepentidos de sus pecados, cumplan debidamente las condiciones acostumbradas» (sacramento de la confesión, Eucaristía y comunión, rezar el Credo y oración por las intenciones del papa), y participen en los actos y lugares siguientes para recibir la indulgencia:
- Los fieles que participen en la Santa Misa presidida por el Sr. Obispo en la Santa Iglesia Catedral-Basílica de Segorbe el día 9 de abril de 2018 y el 29 de abril de 2019, apertura y clausura del Año jubilar.
- Los fieles que participen en la Santa Misa durante el Año Jubilar en alguno de los siguientes templos jubilares:
– Santa Iglesia Catedral-Basílica de Segorbe.
– Iglesia Parroquial de San Vicente Ferrer de Castellón de la Plana.
– Ermita de San Vicente Ferrer en La Vall d’Uixó.
Asimismo, existen otras varias circunstancias y en otras iglesias en las que los fieles podrán lucrarse de la indulgencia plenaria (como enfermos y personas mayores que estén impedidos para asistir). Estas se pueden comprobar a través de la web.
El próximo nueve de abril de 2018 será precepto con obligación de participar en la Santa Misa en toda la Comunidad Valenciana con motivo del 600 aniversario de la festividad de san Vicente Ferrer, patrón de la comunidad y de la ciudad de Castellón.