Queridos diocesanos.
La próxima semana peregrinaré a Roma con algo más de un centenar de personas. Aunque sólo algunos pocos participen presencialmente, en verdad peregrina toda nuestra Iglesia diocesana. Porque, como decía San Cipriano, “el Obispo está en la Iglesia, y la Iglesia en el Obispo”. Os llevaré en mi mente y en mi corazón a todos cuantos formáis conmigo esta Iglesia que peregrina en Segorbe-Castellón.
La peregrinación será como el colofón del Año Jubilar diocesano con el que hemos celebrado el 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe y del origen de nuestra Iglesia diocesana. En la Misa de clausura del Jubileo, el pasado 11 de abril, dimos graciasa Dios por tantos dones recibidos de Dios a lo largo de su historia y del Año Jubilar, en el que hemos experimentado una vez más su misericordia, su amor, su cercanía, su perdón, su aliento y su presencia. El Jubileo ha sido realmente un tiempo de gracia para nuestra conversión y purificación, personal y comunitaria, para la renovación de nuestra vida cristiana y para la conversión pastoral y misionera de toda nuestra Iglesia. Ahora, en la audiencia privada prevista con el Santo Padre, queremos agradecerle personalmente que nos haya concedido el don de la indulgencia plenaria que hemos podido ganar durante el Jubileo. Además deseamos expresar al Papa Francisco nuestro sincero amor filial, nuestra adhesión a su persona y a su ministerio petrino y nuestra comunión efectiva con sus directrices pastorales. Rezaremos por el Papa, por su persona e intenciones, para que el Señor le conceda sabiduría y fortaleza y nos confirme en la fe en momentos de duda y desorientación.
Como tantas generaciones de peregrinos a lo largo de los siglos, vamos a Roma para venerar las tumbas de los santos Pedro y Pablo y de los primeros mártires de la fe y profundizar en la comunión con la única Iglesia de Cristo, fundada en los Apóstoles. Esto pide de todo peregrino una actitud de fe, un espíritu de penitencia y un clima de oración. Vamos a las raíces apostólicas de nuestra fe cristiana para encontrarnos con el Señor Resucitado, con Cristo vivo, de quien ellos fueron sus testigos con su palabra, vida y martirio. Se trata de refrescar las raíces de nuestra fe, que en muchos de nosotros, por la intemperie del momento, han podido perder el humus y el amor primero.
Desde los primeros tiempos, la Iglesia se fue cimentando sobre la base de una estrecha comunión en la fe y en la misión con los Apóstoles reunidos en torno a Pedro, y con los sucesores de los Apóstoles -los Obispos- reunidos en torno al Sucesor de Pedro, el Romano Pontífice. No hay otro camino para transitar por las vías del Evangelio y del seguimiento de Cristo que el abierto por el testimonio apostólico.
Las Eucaristías en las cuatro Basílicas Mayores -San Pedro, San Pablo Extramuros, San Juan de Letrán y Santa María La Mayor- serán una ocasión privilegiada para acrecentar y consolidar nuestra comunión con el Señor, con el Papa, sucesor de Pedro, y con la Iglesia Universal. Así se hará visible y quedará sin duda fortalecida la unidad y la comunión que nos une a los Obispos, sucesores de los Apóstoles, con el Papa, sucesor de Pedro, y a nuestra Iglesia diocesana con la Iglesia Universal. En Santa María la Mayor pondremos a nuestra Iglesia diocesana bajo la protección y guía de la Santísima Virgen, Madre de la Iglesia y de los creyentes. Ella acogió la Palabra de Dios, la retuvo fielmente y junto a la cruz se mantuvo en pie. Que María nos enseñe a acoger a su Hijo para que los peregrinos regresemos con una fe más firme, una esperanza más alegre y un amor más ardiente por el Señor.
Venerar las tumbas de los santos Pedro y Pablo es recordar el destino universal del Evangelio y nos impulsará a la misión de anunciar a Cristo y su Evangelio a toda la creación como hicieron los Apóstoles. Que esta peregrinación nos lleve a todos a comprometernos con nuevo celo en la tarea de dar testimonio de Cristo en nuestro mundo.
Recemos para que estos días en Roma sean tiempo de oración, ocasión para revivir el testimonio de fe de los apóstoles y de los mártires, y de crecer en el amor y en la esperanza cristiana. Que nuestra peregrinación haga más profundo nuestro amor por la Iglesia Universal y nos una más íntimamente con el Sucesor de Pedro. Que nos ayude a crecer en comunión con Cristo y con los hermanos, con la Iglesia universal y la Iglesia diocesana, para salir con esperanza a la misión.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón