Esta tarde 25 parejas de novios participarán en la tercera sesión de los cursillos pre-matrimoniales que la Delegación de Familia y Vida organiza en la Vall d’Uixó. Es la segunda vez que se organiza en la localidad. Mientras, en Segorbe se están preparando para acoger por primera vez estas sesiones de preparación al sacramento del matrimonio.
Estos cursillos pre-matrimoniales se llevan realizando varios años en la Diócesis con una creciente aceptación. Este curso se impartirá por primera vez en cuatro lugares: comenzó en Castellón, siguen La Vall d’Uixó, y Segorbe y concluirá, de nuevo, en marzo en la capital de la Plana.
En estos encuentros la Delegación de Familia ofrece a los novios la revista «Sí quiero», editada por el Obispado, y que contiene indicaciones muy útiles para preparar la boda tanto a nivel práctico como en las actitudes profundas que sostienen el sacramento.
Iglesia de San Francisco, Castellón de la Plana – 30 de diciembre de 2018
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(Si 3,2-6.12.14; Sal 127; Col 3,12-21; Lc 2.41-52)
Amados todos en el Señor!
1. En este domingo dentro de la octava de la Navidad celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. La Navidad es no es sólo la Fiesta del amor de Dios que se hace hombre para hacerle partícipe de su amor y de su vida. Navidad es también la fiesta de la familia. Porque es el seno de una familia humana, donde es acogido con gozo, nace y crece Jesús, el Hijo de Dios. Dios quiso nacer y crecer en una familia humana. De este modo, consagró la familia como camino primero y ordinario de su encuentro con la humanidad. Por ello, también la Iglesia en España celebra hoy la Jornada de la familia.
2. La Iglesia nos ofrece hoy a nuestra contemplación la Sagrada Familia de Nazaret. Una familia integrada por José, María y Jesús. Un padre carpintero, que cuidó del hijo y le inició en las artes de su oficio para servir a la comunidad. Una madre generosa, capaz de guardar en el corazón los tesoros silenciosos de su experiencia de vida. Un hijo que crecía en amor y sabiduría delante de los ojos de Dios y de todos los hombres, escuchando a sus padres y siguiendo las tradiciones de su pueblo.
En el Evangelio (Lc 2,41-52) hemos escuchado que María, José y Jesús acuden a Jerusalén como cada año por la fiesta de Pascua, según la costumbre de Israel, para celebrar la liberación de la esclavitud de Egipto. Este dato nos invita a comprender que toda familia ha de vivir siempre referenciada a Dios. Cada vez que contemplamos a la Sagrada Familia encontramos su obediencia pronta a la voluntad de Dios; nunca hay excusas para retrasar el cumplimiento de cualquier llamada de Dios. Jesús, María y José vivieron la aventura humana de la familia teniendo a Dios en el centro.
En el hogar de Nazaret cada uno de sus integrantes vive la propia vocación recibida de Dios: José la de esposo y padre, Maria la de esposa y madre y Jesús la de hijo. En este hogar, Jesús es acogido con gratitud y alegría; en este hogar, Jesús aprende a prepararse para la misión que el Padre le ha confiado; en este hogar Jesús se desarrolla humana y espiritualmente, crece en estatura, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres. La Sagrada Familia es una escuela de amor, de acogida, de respeto, de diálogo y de comprensión mutuos; es una escuela de oración.
De la familia de Nazaret se puede decir con el salmista: “Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos”(Sal 127). Temer a Dios, poner a Dios en el centro de la familia, nunca va en detrimento de la misma ni de sus miembros. Cuanto más abrimos nuestro corazón a Dios-Amor, más y mejor amamos y podemos amar a nuestros seres queridos; más fuerte se hace el amor y la unión entre los esposos, más verdadero y fuerte es el amor de los padres a los hijos y de los hijos a los padres. Dios siempre bendice a la familia y quiere que los hijos se adentren en su amor a través de ella.
3. La Sagrada Familia es así el modelo donde los cristianos y las familias cristianas pueden encontrar la luz para vivir de acuerdo con la vocación recibida de esposos, padres e hijos. El mejor servicio que podemos hacer hoy a la familia cristiana es ayudarle a recuperar y potenciar su original sentido natural y cristiano. Necesitamos que la familia cristiana descubra su ser y misión en la Iglesia y en el mundo.
Basados en la palabra de Dios, fijémonos hoy en tres palabras, que son tres notas que caracterizan a la familia cristiana, basada en el matrimonio sacramental entre un hombre y una mujer y formada por padres e hijos. Estas tres palabras son: amor, educación y misión.
Primero está el amor: La familia cristiana es una “Iglesia doméstica”, una iglesia en pequeño, signo y presencia del amor de Dios en el amor entre sus miembros. Pablo nos recuerda que el amor que ha de darse en la familia cristiana es un amor recíproco, entregado, desinteresado y respetuoso, un amor que incluye necesariamente el perdón: “Sobrellevaos mutuamente y perdonaos”(Col 3, 13). Este amor, sustentado por la gracia de Dios, es el vínculo que mantiene unidos a los esposos y a la familia más allá de todas las tensiones y dificultades, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas; este amor busca siempre y sólo el bien del otro; es el antídoto contra todo falso amor, el egoísmo, el aislamiento y la soledad en una sociedad de “solitarios interconectados”; este amor es fuente alegría para todos y el verdadero alimento de la familia, de los esposos y de los hijos; este amor preserva a la familia de la desintegración. Los esposos, además de vuestra permanente apertura al amor de Dios, recordad las tres palabras del papa Francisco para mantener vivo vuestro amor esponsal: permiso, gracias y perdón.
En la familia cristiana, comunidad de fe, de esperanza y de amor, se vive y se transmite la fe, se vive la comunión de personas, al igual que Dios Trino y la Iglesia; y se vive el amor porque por encima de todo se sabe perdonar y entregarse desinteresadamente por el otro. Se comparten penas y alegrías, el dinero, la vivienda y las vacaciones. En la familia cristiana se comprenden las dificultades, las limitaciones y los esfuerzos de sus miembros; se convive dialogando, comiendo o saliendo juntos. La familia cristiana escucha la Palabra de Dios, sus miembros oran juntos y juntos participan en la Eucaristía los domingos en su comunidad parroquial, ‘familia de familias’.
La segunda palabra es educación. En la familia de Nazaret, “Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”(Lc 2, 52). El Evangelio nos ofrece aquí el núcleo de una educación integral que pide necesariamente la apertura a Dios. María y José introdujeron a Jesús en la comunidad religiosa, frecuentando la Sinagoga de Nazaret, que era la escuela de entonces. También con José y María aprendió Cristo a hacer la peregrinación a Jerusalén, como hemos escuchado hoy. Este episodio de la vida de Jesús adolescente revela así la vocación más auténtica y profunda de la familia: acompañar a cada uno de sus componentes en el camino de descubrimiento y de acogida del plan que Dios ha preparado para él. ¡Padres! Ayudad a vuestros hijos a descubrir y acoger en libertad la vocación que Dios ha pensado desde siempre para ellos. Es el mejor servicio que les podéis prestar. Es el camino para que sean felices de verdad. María y José educaron también a Jesús ante todo con su ejemplo: en sus padres conoció Él toda la belleza de la fe, del amor de Dios y a su Ley, así como las exigencias de la justicia, que encuentra su plenitud en el amor. De ellos aprendió Jesús que en primer lugar es preciso cumplir la voluntad de Dios, y que el vínculo espiritual vale más que el de la sangre.
A los que sois padres cristianos y os preocupan vuestros hijos, el evangelio de hoy os recuerda el valor primario y prioritario de la familia en la educación de la persona. Esto es algo constantemente negado y rechazado por legisladores y gobernantes. No es fácil entender cómo padres católicos, que piden que sus hijos sean bautizados y se comprometen a educarlos en la fe, luego aceptan tranquilamente que sus hijos sean “educados” (es un decir) en lo fundamental de la vida moral por los que son secundarios en la educación de sus hijos, como son el Estado o la Comunidad Autónoma o aquellos profesores que, sin ningún derecho, violan la conciencia de los que les ha sido confiado. No es fácil entender tampoco que los padres cristianos estén tan adormecidos en este campo de la educación de sus hijos y que acepten callados que el Gobierno de la Nación o de la Comunidad autónoma apruebe leyes educativas sin tener en cuenta el derecho originario y prioritario de los padres a la educación de sus hijos o que intentan imponer ideologías contrarias a su convicción religiosa y moral.
Y, finalmente, la tercera palabra es misión.Al igual que Jesús y la Iglesia, la familia cristiana tiene la misión de anunciar la Buena Nueva: a sus hijos, a los que están en su entorno y más allá; por eso la familia cristiana también es misionera porque siente el deseo anunciar el Evangelio y transmitir el amor de Dios a otras personas; y se pone al servicio de la caridad, especialmente hacia los más necesitados. El Espíritu de Dios vive en la familia, porque la anima e impulsa a preocuparse por las demás familias; no se queda ni se cierra en sí misma. Es testimonio de vida con su palabra y su ejemplo.
La familia cristiana está llamada a ser una comunidad de vida y amor, una escuela de comunión, una iglesia doméstica. Tiene la misión de acoger, vivir, revelar y comunicar el amor, reflejo vivo y participación real del amor de Dios hacia la humanidad, manifestado en el Nino, nacido en Belén. Esta misión implica ser comunión de personas, acoger con gozo toda nueva vida, educar a los hijos y ayudarles en la acogida libre y generosa de la vocación, que cada uno recibe de Dios, integrarse en su parroquia, ejercer su apostolado hacía otras familias e influir en la sociedad por la irradiación de su amor.
4. Encomendemos hoy a la familia de Nazaret a todas nuestras familias cristianas para que se mantengan unidas en el amor, sean “iglesias en pequeño” y produzcan abundantes frutos de santidad en bien de la Iglesia y de la sociedad. A la Sagrada Familia os encomendamos a todos los matrimonios que hoy vais a renovar vuestras promesas matrimoniales: que ella os acompañe como modelo, os enseñe a estar abiertos en todo momento a la gracia y voluntad de Dios y os proteja todos los días de vuestra vida en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas. A la Sagrada Familia acudimos hoy para que en estos momentos tengamos la fuerza y valentía de acoger, vivir y anunciar la buena Nueva de la familia cristiana.
Numerosas familias, con niños de todas las edades, participaron el domingo de la Sagrada Familia en la Eucaristía organizada por la Delegación de Familia y Vida y presidida por el Obispo en la parroquia de San Francisco de Castellón. Mons. Casimiro López Llorente concluía la celebración diocesana haciendo pública su oración a la Familia de Nazaret: “Que toque el corazón de nuestra Iglesia diocesana para que despertemos y anunciemos con la vida y la palabra la Buena Noticia de la familia. Es la mejor aportación que podemos hacer a nuestra Iglesia y a nuestra sociedad”.
El Obispo se dirigía a parroquias y sus pastores, así como a los numerosos movimientos que trabajan en el ámbito de la pastoral familiar. Ya durante la homilía había recordado que ante la dificultad de transmitir la fe a las nuevas generaciones, es necesario que las familias estén en el centro porque “sin ellas no podemos hacer comunidad cristiana ni transmitir la fe a los niños”, reconocía.
Finalmente, ofreció tres criterios básicos: el amor que se mantiene más allá de las dificultades, la educación como compromiso de los padres, en particular ante la actual legislación contraria a la antropología cristiana, y la misión “a través de la palabra y el testimonio de vida en la Iglesia y en el mundo”. Durante la Eucaristía los matrimonios presentes pudieron renovar sus promesas esponsales. El encuentro se concluyó con un tiempo fraterno. La intención de la Delegación de Familia y Vida es que cada año una parroquia diferente acoja esta celebración.
Mons. López Llorente dijo que la Sagrada Familia había “vivido la aventura humana de una familia que tenía a Dios en el centro”, y que así se convirtió en una “escuela de amor, acogida, responsabilidad, diálogo, comprensión mutua y oración”. Igualmente, si las familias actuales abren su corazón a Dios poniéndolo en el centro, no será en detrimento de ellas, sino que dará un “amor más fuerte entre esposos, con los hijos y hacia todos”, aseguraba.
El domingo próximo, 30 de diciembre, la Delegación de Familia ha organizado una eucaristía con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia. El acto tendrá lugar en la parroquia de San Francisco de Castellón, a las 18 horas; y estará presidido por el Obispo diocesano, mons. Casimiro López Llorente. Durante la celebración los matrimonios podrán renovar sus promesas.
Una decena de realidades diocesanas que trabajan de modo más específico en el campo de la familia se han encontrado la mañana del sábado 15 de diciembre en el Seminario Mater Dei. Estaban convocadas por la Delegación Diocesana. El objetivo, como ha explicado el Delegado, Luis Oliver, era conocerse y buscar canales de sinergia y colaboración. También se ha anunciado que con motivo del Domingo de la Sagrada Familia, el 30 de diciembre, Mons. Casimiro Celebrará una Eucaristía de la Familia a las 18h en la parroquia de San Francisco de Castellón.
Hace solo dos meses la Diócesis acogió a cuatro hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, sin prácticamente hablar castellano ninguna de ellas. Desde entonces, las religiosas se han aplicado a aprender el idioma, y han hecho pasos decididos para comenzar a integrarse en la pastoral de la parroquia a través de Cáritas o visitando personas mayores. Este viernes 7, vigilia de la solemnidad de la Inmaculada, han dado un paso más con la reapertura al culto de la capilla de su convento. El Obispo, que ha presidido la Eucaristía, ha deseado que sea “un lugar donde el Amor de Dios brote para que vivan de él tantos matrimonios y familias”.
Los Cursillos pre-matrimoniales organizados por la Delegación Diocesana de Familia y Vida han reunido a 25 parejas de novios que se preparan para la boda religiosa. Este viernes, 16 de noviembre, es la segunda sesión. El delegado episcopal, Luis Oliver, explica que se pretende «suscitar el deseo de un encuentro con Cristo para fundamentar el matrimonio, y aportar los ejes básicos a nivel natural y cristiano del vínculo conyugal». La formación consta de cuatro sesiones, que se complementan con los encuentros con el párroco de cada pareja.
La Delegación Diocesana de Familia y Vida ha difundido las fechas de los cursillos pre-matrimoniales de este curso. La primera tanda comenzará el 9 de noviembre en los salones parroquiales de Santa María, en Castellón, a las 20:30h. El Delegado, Luis Oliver, explica que “para ser un buen esposo y un buen padre es necesaria una formación” y ésta, asegura, debe perpetuarse después de la boda: “En estas sesiones se dan los ejes básicos para que después pueda haber una formación permanente de los esposos”.
En la Jornada de Inicio de Curso Pastoral, algunas delegaciones explicaron algunas acciones que van a llevar a cabo este nuevo curso para favorecer la participación de los feligreses en las parroquias y las parroquias en la vida de la Diócesis. Estas fueron las principales:
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