1ª LECTURA

Zacarías 2, 14-17

Alégrate y goza, Sión, pues voy a habitar en medio de ti —oráculo del Señor—.
Aquel día se asociarán al Señor pueblos, sin número; ellos serán mi pueblo, y habitaré en medio de ti. Entonces reconocerás que el Señor del universo me ha enviado a ti.
Judá será la herencia del Señor, su lote en la tierra santa, y volverá a elegir a Jerusalén. ¡Silencio todo el mundo ante el Señor que se levanta de su morada santa!

Salmo: Jdt 13, 18bcde. 19
R.: Tú eres el honor de nuestro pueblo.


Hija, que el Dios altísimo te bendiga entre todas las mujeres de la tierra.
Alabado sea el Señor, el Dios que creó el cielo y tierra. R.
Tu esperanza permanecerá en el corazón de los hombres
que recuerdan el poder de Dios por siempre. R.

EVANGELIO

Juan 19, 25-27

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre, y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijos». Luego dijo al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

COMENTARIO

“…quedará saneado el mar, y habrá vida…”

“Sin tu luz nada hay puro en el hombre, nada hay inocente.” Así expresa la Secuencia de Pentecostés la incapacidad que tiene el hombre para hacer obras buenas por sí mismo, si no es por la presencia y la acción del Espíritu.

El hombre por sus propias fuerzas se cansa de ser bueno; mejor dicho, se cansa de aparentar que es bueno. Nuestro corazón es como ese “mar de aguas salobres” que no puede albergar vida en sí mismo. Pero hay esperanza para nosotros, pues Dios quiere hacer brotar del santuario unas aguas que nos “sanearán”.

A todos nos cuesta entender cómo alguien sano busca al que no lo está, o cómo alguien interesante e inteligente busca al que es torpe e inservible, o cómo el que es puro se acerca a los que están manchados y sucios. Sin embargo, esto es lo que hace Jesucristo.

Su Corazón ha sido traspasado, herido, para que de Él brote el Espíritu Santo que nos purifica, nos restaura, nos renueva. Bebe de este Agua, “ponte a remojo en Dios”, dedícale tiempo a la oración.