Nuestra Iglesia Diocesana (I): Acción de gracias
Queridos diocesanos:
San Pablo nos invita a dar a gracias a Dios “porque nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales” (cf. Ef 1, 3). En la Navidad, Dios nos ha bendecido con el nacimiento de su Hijo. A quienes creen en Él les da el poder ser hijos de Dios. Él sigue presente y operante entre nosotros en su Iglesia. Dios mismo ha hecho de esta porción del Pueblo de Dios, que es nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón, su tienda, la porción de su heredad, el ámbito de su cercanía amorosa entre nosotros para todos (cf. Ecle 14, 12).
Al inaugurar el 50º Aniversario de la configuración actual de nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón damos gracias a Dios por nuestra Iglesia diocesana. Dios mismo, sirviéndose de los avatares de la historia y de las decisiones humanas, se ha dignado reunir a las comunidades cristianas de esta tierra en torno al Obispo, como su Padre y Pastor y Sucesor de los Apóstoles, para hacer así de todas ellas una Iglesia diocesana. Dios mismo ha hecho de esta porción del pueblo de Dios espacio de la presencia viva de Jesucristo, de su Evangelio y de su obra salvífica en esta tierra, centro de irradiación de la buena nueva de la fe y manifestación para el mundo de su paternidad universal.
Esto es lo fundamental de nuestra celebración, el gran don de Dios por el que damos gracias. La configuración territorial es accidental, histórica y cambiante. Dejando para los historiadores la relación de nuestra Diócesis con la antigua Segóbriga, la nuestra fue un día Diócesis de Albarracín-Segorbe, después sólo Diócesis de Segorbe, y desde 1960, Diócesis de Segorbe-Castellón: pero siempre ha sido Iglesia del Señor.
A lo largo de los siglos y, en especial, en estos cincuenta años, Dios nos ha bendecido en innumerables personas, la mayoría desconocidas, que siguiendo las huellas de Jesús, supieron vivir en su vida cotidiana la llamada a la perfección del amor a Dios y a los hermanos, siendo así testigos vivos del Evangelio de Jesucristo. Dios nos ha bendecido con el don de abundantes vocaciones al ministerio presbiteral, al diaconado, a la vida consagrada en sus distintas formas: tantos sacerdotes y consagrados, que entregaron su vida a Dios sirviendo a los hermanos en el camino y en la tarea que el Señor les confió. Dios ha llamado en el pasado y todavía hoy no cesa de llamar a hijos de esta Iglesia para ser heraldos del mensaje de salvación en cualquier parte del mundo. Dios nos ha bendecido con innumerables seglares, testigos de la verdad del Evangelio, que salva y plenifica, en la vida matrimonial y profesional, en la cultura y en las artes, en la acción caritativa y social; así como con múltiples parroquias y otras comunidades eclesiales, cofradías, asociaciones y movimientos.
Bendigamos y demos gracias a Dios por todos nuestros antepasados en la fe: obispos, sacerdotes, religiosos y seglares; por su fidelidad a la fe cristiana, por su fortaleza en la esperanza y por la grandeza de su caridad, en algunos casos, martirial Agradecemos gozosos su testimonio de santidad, su fuerza evangelizadora y su extraordinario legado de historia, arte y cultura, expresión de la vitalidad de su fe. Hago mías las palabras de Pablo a los Efesios: “Por eso yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús…, no ceso de dar gracias a Dios por vosotros, recodándoos en mi oración” (Ef 1, 15)
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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