Jueves de la 30ª Semana del Tiempo Ordinario
1ª LECTURA
Efesios 6, 10-20
Hermanos:
Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas de Dios, para poder aguantar
las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra los principados,
contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire.
Por eso, tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de
haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la
justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde
se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada
del Espíritu que es la palabra de Dios. Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu,
velando juntos con constancia, por todos los santos. Pedid también por mí, para que Dios abra mi boca y
me conceda palabras que anuncien sin temor el misterio contenido en el Evangelio, del que soy embajador
en cadenas, y tenga valor para hablar de él como debo.
Salmo: Sal 143, 1. 2. 9-10
R. Bendito el Señor, mi Roca.
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R.
Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos. R.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna. R.
EVANGELIO
Lucas 13, 31-35
En aquel día, se acercaron unos fariseos a decir a Jesús: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte».
Jesús les dijo:
-«ld y decid a ese zorro: “Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día
quedará consumada. Pero es necesario que camine hoy y mañana y pasado, porque no cabe que un
profeta muera fuera de Jerusalén”.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!
¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las
alas, y no habéis querido. Mirad, vuestra casa va a ser abandonada.
Os digo que no me veréis hasta el día en que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre
del Señor!”».
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