La familia, hogar de la Misericordia
El domingo después de la Navidad celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia y la Jornada por la familia. Porque fue en el seno de una familia, la Familia de Nazaret, donde fue acogido con gozo, nació y creció Jesús, el Hijo de Dios, hecho hombre. La sagrada Familia es un hogar en el que todos viven el designio amoroso de Dios para con cada uno de ellos: José, el de esposo-padre; María, el de esposa-madre, y Jesús, el del Hijo, enviado para salvar a los hombres. La Familia de Nazaret es una escuela de amor recíproco, de acogida y de respeto, de diálogo y de comprensión mutua. «La Sagrada Familia de Nazaret sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo, para quien no tiene refugio, para quien huye del peligro. Que las familias cristianas hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia y de la acogida de Dios» (Papa Francisco, Audiencia general, 28-11.2015).
La Sagrada Familia es el modelo donde todas las familias cristianas pueden encontrar luz para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Siguiendo sus huellas, este Año de la Misericordia estamos llamados a hacer de cada familia, un hogar de la misericordia. Para que así sea hay que acudir antes de nada a Dios «rico en misericordia» (Ef 2, 4) y experimentar su misericordia y su perdón. Todos tenemos necesidad de acogernos a esta Misericordia divina. A pesar de las divisiones y confrontaciones, que tanto afectan a la sociedad y a las familias, este Año Santo nos recuerda la grandeza del amor de Dios. Las familias cristianas están llamadas a abrir la puerta al Señor que espera para entrar, trayendo su bendición, su amistad y su perdón. Dios siempre está dispuesto a darnos su perdón, que sana y cura nuestras heridas. Dios quiere cambiar nuestro corazón de piedra en un corazón misericordioso y hacerlo paciente y compasivo, capaz de acoger y perdonar, para ser misericordiosos como Él.
San Pablo, en su carta a los Colosenses (3,12-21), muestra la comunión en el amor que ha de darse en la familia cristiana. Un amor, reflejo del amor de Dios, que es siempre recíproco y fiel, entregado y respetuoso; un amor que incluye necesariamente el perdón: ‘Sobrellevaos mutuamente y perdonaos’. Este es el verdadero amor, capaz, a su vez, de mantener unidos a los esposos y a la familia y el camino para superar cualquier dificultad o problema. Este amor misericordioso es el verdadero alimento de la familia, que ayuda a crecer a los esposos y a los hijos y preserva a la familia de la ruptura y la desintegración. Este amor no es un sentimiento volátil. Este amor no es egoísta, porque no es búsqueda de sí mismo. El verdadero amor en la familia cristiana es donación y entrega mutua y desinteresada, que busca siempre el bien del otro.
El Papa Francisco, en sus encuentros con las familias, estimula siempre a mirar con esperanza el propio futuro y recomienda tres cosas: pedir permiso, agradecer y pedir perdón, sin dejar nunca de pedir perdón antes de acostarse por un litigio o una incomprensión. El verdadero amor matrimonial y familiar se construye desde el perdonar y el ser perdonado. En la convivencia cotidiana es imposible evitar los roces, discusiones o faltas mutuas. La experiencia de la propia condición pecadora, interpela a cada uno. El perdón mutuo es camino de reconciliación y propio del verdadero amor.
En el perdón mutuo, los miembros de la familia llevan unos las cargas de los otros. El que ofende, al pedir perdón, se humilla como pide Jesús y ablanda su corazón contra el orgullo. El que perdona, se identifica con Dios mismo que nos perdona y configura su corazón con la blandura del amor. La misericordia, la disposición a perdonar y ser perdonado, también edifica al matrimonio cuando arrecian las dificultades. Ante una mentalidad, que tiende a la ruptura ante la primera dificultad, el camino de la misericordia es un camino que invita a perdonar, a pedir perdón, a agradecer, a dar una nueva oportunidad, a reconocer que todos somos débiles y pecadores y que todos necesitamos el perdón de Dios. Hagamos de nuestras familias, un hogar de la misericordia.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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