Miércoles de Ceniza, feria. Ayuno y abstinencia.
Día de ceniza e inicio de la muy sagrada Cuaresma. He aquí que vienen días de penitencia para la remisión de los pecados, para la salvación de las almas; he aquí el tiempo favorable, en el que se asciende a la montaña santa de la Pascua (elog. del Martirologio Romano).
Comienza hoy el ciclo pascual, cuyo centro lo ocupa la Pasión, muerte y Resurrección del Señor y que concluirá con la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Empieza hoy la Cuaresma, un tiempo en el que mediante la oración, la limosna y el ayuno, nos preparamos para llegar con un corazón limpio a la celebración del misterio pascual de Cristo (cf. orac. de bendición de la ceniza I). Es un tiempo de penitencia y conversión en el que tenemos que rasgar los corazones, no las vestiduras (1 lect.). Se trata de hacer las prácticas penitenciales, no para que las vean las gentes, sino para que las vea solamente Dios, que ve en lo escondido y nos recompensará en consecuencia (Ev.). Dejémonos en este tiempo reconciliar con Dios; ahora es el tiempo de la gracias (2 lect.). Y el mejor medio para ello será celebrar esa reconciliación en el sacramento de la penitencia.
PRIMERA LECTURA. Joel 2, 12-18
Ahora – oráculo del Señor- convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos; y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor que se arrepiente del castigo.
¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá dejando tras de sí la bendición, ofrenda y liberación para el Señor, vuestro Dios! Tocad la trompeta en Sión, proclamad un ayuno santo, convocad a la asamblea, reunid a la gente, santificad a la comunidad, llamad a los ancianos; congregad a muchachos y niños de pecho; salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan:«Ten compasión de tu pueblo, Señor no entregues tu heredad al oprobio, ni a las burlas de los pueblos». ¿Por qué van a decir las gentes:«Dónde está su Dios»? Entonces se encendió el celo de Dios por su tierra y perdonó a su pueblo.
Salmo: Sal 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R.
SEGUNDA LECTURA. Corintios 5, 20-6,2
Hermanos: Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él. Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues mirad: ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
Aleluya Sal 94, 8a. 7d
R. Aleluya, aleluya, aleluya
V: No endurezcáis hoy vuestro corazón; escuchad la voz del Señor.
EVANGELIO. Mateo 6, 1-6.16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las
sinagogas y por las calles para ser ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su
recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así
tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
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