La caridad en la Cuaresma
Queridos Diocesanos:
Con la imposición de la ceniza el próximo miércoles comienza la Cuaresma. Durante cuarenta días, Dios mismo nos llama a la conversión de mente, de corazón y de vida a su amor misericordioso y al amor comprometido con el prójimo. En estos días resuena con fuerza la llamada a la renovación de nuestra fe y de nuestra vida cristiana. El fruto de haber acogido a Cristo en la fe “es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales”, nos dice el santo Padre en su Mensaje para la Cuaresma de este año siguiendo la carta a los Hebreos (10, 22-24): se trata de acercarse al Señor ‘con corazón sincero y llenos de fe’, de mantenernos firmes ‘en la esperanza que profesamos’, y con una atención constante para realizar ‘la caridad y las buenas obras’.
La caridad, el corazón de la vida cristiana, pide que miremos con atención a nuestro alrededor: el prójimo necesitado está a nuestro lado. No podemos ser extraños los unos a los otros, ni indiferentes a la suerte del prójimo. Muchas veces prevalece la indiferencia y el desinterés hacia el otro, fruto del individualismo y del egoísmo; nos refugiamos en el latiguillo de que ‘es su vida’, que hay que respetar la esfera privada de cada cual. Con frecuencia se trata de una excusa encubierta y de un desinterés egoísta por el otro. El Papa nos recuerda que “Dios nos sigue pidiendo que seamos ‘guardianes’ de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien”.
El mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a nuestro prójimo. Si cultivamos una mirada de fraternidad hacia el otro, la solidaridad, la justicia, la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. La atención al otro conlleva desear el bien para el otro en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. Ante una cultura que parece haber perdido el sentido del bien y del mal, es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es ‘bueno y hace el bien’ (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión.
La responsabilidad para con el prójimo significa querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a todas sus necesidades no sólo las materiales sino también las espirituales. El amor al prójimo comprende también la solicitud por su bien espiritual. El Papa nos recuerda un aspecto de la vida cristiana que casi ha caído en el olvido: se trata de la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna.
Hoy somos generalmente muy sensibles a la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado. Es necesario redescubrir la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8); por ello es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón