Día Mundial de la Pesca 2024
Menaje del Cardenal Michael Czerny, SJ, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en el Día Mundial de la Pesca 2024, y que publicamos dada la importancia que tiene este sector para muchos trabajadores y muchas poblaciones de la Diócesis de Segorbe-Castellón:
«Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes» (Gn. 1,20)
Queridos hermanos y hermanas:
En la Sagrada Escritura, las grandes aguas son a menudo un símbolo de la inestabilidad e inquietud que experimentan los seres humanos. Por el contrario, el pueblo de Dios está reunido por una esperanza: la alianza entre el cielo y la tierra es estable y hace que incluso el mar sea transitable. Son imágenes que hablan a la inteligencia y al corazón, cambiando nuestra percepción del cansancio cotidiano y de los desafíos que se nos presentan. La celebración anual del Día Mundial de la Pesca, en particular, es una ocasión especial para profundizar nuestra relación con la “hermana agua” y con el desarrollo humano integral.
El trabajo de los pescadores, uno de los más antiguos de la humanidad, ha cambiado significativamente en muchas partes de nuestro planeta. Se puede decir que las heridas infligidas a nuestra casa común por un modelo económico agresivo y divisivo afectan de manera directa la vida y el futuro de millones de seres humanos que viven de la pesca. Los tradicionales equilibrios entre el trabajo humano y la naturaleza han sido alterados por la implementación de tecnologías y modalidades depredadoras en pos de ganancias que benefician a una minoría cada vez más influyente y poderosa, despreocupada por los efectos, a medio y largo plazo, de esa forma de explotación que mata. Así la palabra creadora «que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes» (Gn1,20) es pisoteada por una pesca intensiva, arrebatada a quienes durante siglos han custodiado las riquezas del mar, de los ríos y de los grandes lagos.
La Iglesia participa de las alegrías y esperanzas, pero también de las tristezas y angustias de una humanidad llamada, en este momento histórico, a redescubrir la fraternidad como dimensión social y política, y la cultura del encuentro como alternativa a la globalización de la indiferencia. Por lo tanto, los cristianos no pueden hacerse los desentendidos cuando ven que enteros ecosistemas están amenazados por modos de trabajo que los devastan, empobreciendo hasta el hambre las poblaciones ya golpeadas por desigualdades y conflictos. La asamblea sinodal, que acaba de concluir, fue una extraordinaria ocasión de escucha recíproca y de crecimiento en la conciencia de que, en estos desafíos, se hace más clara la misión de la Iglesia.
A todos los que reconocen las consecuencias de un paradigma de desarrollo inicuo, deseo recordar las palabras dirigidas recientemente por el Santo Padre Francisco a los Movimientos populares: «Ustedes salieron de la pasividad y el pesimismo, no se dejen abatir por el dolor ni por la resignación. No aceptaron ser víctimas dóciles. Se reconocieron como sujeto, como protagonistas de la Historia. Este es, quizás el aporte más lindo de ustedes: ustedes no se achican, ustedes van al frente». De este modo, la Iglesia quiere hacer sentir a los pescadores de todo el mundo su acompañamiento y apoyo.
Es posible conseguir un desarrollo tecnológico que refuerce la dignidad y la seguridad del trabajo, restableciendo los justos equilibrios entre las personas, el trabajo y el medio ambiente. Asimismo, los legisladores pueden desligarse de los grandes intereses de unos pocos, para intervenir en favor de pequeñas comunidades, empresas familiares y organizaciones de pescadores que, con las debidas garantías, están en condiciones de contribuir más directa y eficazmente al bien común. Efectivamente, ellos tienen la vocación de custodiar el mar que debe ser sostenida en una óptica de ecología integral, extensa y popular. Esta sensibilidad sitúa plenamente a los pescadores entre los miembros del Cuerpo de Cristo que cooperan para crear un mundo más fiel a los sueños de Dios.
No olvidemos, como hombres y mujeres de esperanza, el poder silencioso de la oración, que siempre debe acompañar el compromiso por la justicia. El Papa Francisco ha dicho: «Rezo para que los económicamente poderosos salgan del aislamiento, rechacen la falsa seguridad del dinero y se abran para compartir bienes que tienen un destino universal porque todos derivan de la Creación. Todos los bienes derivan de ahí y todos los bienes tienen destino universal. Es difícil que eso pase, es difícil, pero para Dios todo es posible». Así rezamos también nosotros, confiando a la intercesión de María, Stella Maris, las preocupaciones y los deseos de los pescadores y de todos aquellos que se benefician de su trabajo.
Cardenal Michael Czerny, SJ
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