Intenciones de oración de la CEE y del Papa en febrero
Con el inicio del mes de febrero se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por las mujeres religiosas y consagradas: “Recemos por las mujeres religiosas y consagradas, agradeciéndoles su misión y valentía, para que sigan encontrando nuevas respuestas frente a los desafíos de nuestro tiempo”.
En mayo de 2016, en un discurso a la Unión Internacional de Superiores Generales (UISG), Francisco decía lo siguiente:
“Todas las religiosas, todas las consagradas deben vivir místicamente, porque vuestra vida es un matrimonio; vuestra vocación es una vocación de maternidad, es una vocación de estar en el lugar de la Madre Iglesia y de la Madre María. Pero los que os dicen esto, piensan que ser místico es ser una momia, siempre rezando… No, no. Se debe rezar y trabajar según el propio carisma; y cuando el carisma te lleva a seguir adelante con los refugiados, con los pobres tú debes hacerlo, y te dirán «comunista»: es lo menos que te dirán. Pero debes hacerlo. Porque el carisma te lleva a eso. En Argentina, recuerdo a una religiosa: fue provincial de su congregación. Una buena mujer, y sigue trabajando… tiene casi mi edad, sí. Y trabaja contra los traficantes de jóvenes, de personas. Recuerdo, durante el gobierno militar en Argentina, querían mandarla a la cárcel, hacían presión sobre el arzobispo, hacían presión sobre la superiora provincial, antes de que ella sea provincial, «porque esta mujer es comunista». Y esta mujer ha salvado a muchas jóvenes, a muchas jóvenes. Y sí, es la cruz. De Jesús, ¿qué dijeron? Que era Beelzebul, que tenía el poder de Beelzebul. La calumnia, estad preparadas. Si hacéis el bien, con oración, ante Dios, asumiendo todas las consecuencias de vuestro carisma, seguid adelante, estad preparadas para la difamación y la calumnia, porque el Señor eligió este camino para Él mismo. Y nosotros, obispos, debemos custodiar a estas mujeres que son icono de la Iglesia, cuando hacen cosas difíciles y son calumniadas, y son perseguidas. Ser perseguidos es la última de las Bienaventuranzas. El Señor nos dijo: «Bienaventurados vosotros cuando seáis perseguidos, insultados» y todas esas cosas. Pero aquí el peligro puede ser: «Yo hago lo que me parece». No, no, escucha esto: te persiguen, habla. Con tu comunidad, con tu superiora, habla con todos, busca consejo, discierne: otra vez la palabra. Y esta religiosa de la que hablaba ahora, un día la encontré llorando, y decía: «Mira la carta que recibí de Roma —no diré de dónde—: ¿qué tengo que hacer?». —«¿Tú eres hija de la Iglesia?». —«¡Sí!». —«¿Tú quieres obedecer a la Iglesia?». —«¡Sí!». —«Responde que tú serás obediente a la Iglesia, y luego dirígete a tu superiora, a tu comunidad, a tu obispo —que era yo— y la Iglesia dirá lo que debes hacer. Pero no una carta que viene de 12.000 km». Porque allí un amigo de los enemigos de la religiosa había escrito, había sido calumniada. Valientes, pero con humildad, discernimiento, oración, diálogo.
También, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los consagrados, para que a través del amor a Jesucristo sean testigos y servidores del Evangelio, perseverando en los consejos de pobreza, castidad y obediencia”.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, en su carta del pasado domingo, con motivo de la Jornada mundial de la Vida Consagrada que celebramos hoy, indicaba que «los consagrados están llamados a ser en la Iglesia y en el mundo “expertos en comunión”, testigos y artífices del “proyecto de comunión” que Dios tiene para toda la humanidad. Esta comunión es, en primer lugar, unión con Dios, al que han de amar sobre todas las cosas; y es comunión con los hermanos o hermanas de comunidad, siendo signo claro de verdadera fraternidad, así como con el resto de personas consagradas, con la Iglesia diocesana y con toda la humanidad, tan necesitada de superar odios y confrontaciones, y de restañar heridas y de curar llagas».
Además, nos exhortaba a agradecer al Señor por la vida consagrada, «un gran don de Dios a nuestra Iglesia y a la sociedad», a pedirle por los consagrados «para que sean fieles a su vocación y consagración, lo vivan con alegría y sean faros luminosos que nos remitan a Dios y a los hermanos», y para que «siga suscitando vocaciones a la vida consagrada tan escasas en nuestra Iglesia diocesana. En los últimos meses dos monasterios de clausura han tenido que cerrar por falta de vocaciones, y el resto de comunidades religiosas van envejeciendo y disminuyendo en número. Oremos a Dos: Los consagrados -mujeres y hombres- siguen siendo necesarios para la santidad, la vida y la misión de nuestra Iglesia diocesana».
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