Jornada Pro Orantibus: un solo corazón y una sola alma
Mons. Casimiro López preside la Eucaristía en el Convento de las Hnas., Agustinas de Montornés
Coincidiendo con la Solemnidad de La Santísima Trinidad de este domingo 26 de mayo, la Diócesis de Segorbe-Castellón ha celebrado hoy la Jornada Pro Orantibus, que este año lleva por lema, «Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: “¡Hágase tu voluntad!”» .
Mons. Casimiro López LLlorente ha presidido esta mañana la Eucaristía en el Monasterio de las monjas Agustinas Nuestra Señora de Mirambel ubicado en Montornés (Benicassim), en una jornada que nos ofrece la oportunidad de recordar con gratitud en nuestra oración a aquellos que se han consagrado enteramente a vivir a la luz del misterio eterno. Ellos y ellas son «los que rezan».
Al atravesar los muros del monasterio comprobamos que allí la realidad se rige por una ley que surge de las entrañas del Evangelio. Contemplar para asentir a la verdad y la bondad y la belleza del Dios que se revela a cada instante, aspecto que ha destacado nuestro Obispo tras la liturgia de la Palabra.
Hoy nuestra Iglesia está especialmente llamada «a ser agradecida, pensar y rezar por aquellas y aquellos que durante todo el año oráis por nosotros», ha dicho D. Casimiro durante la homilía y pedir al Señor que nos siga enviando vocaciones». Se ha referido así al contexto actual como «poco propicio para la vocación» donde además vivimos una cultura antivocacional.
En este sentido ha explicado que desde la Conferencia Episcopal Española «estamos trabajando por crear en la Iglesia y en la sociedad la cultura vocacional» con el objetivo de que la persona entienda «la vocación como una llamada».
En la víspera de la Solemnidad de La Santísima Trinidad ha recordado que mañana «viviremos el misterio central de nuestra fe» recordando que «no hemos sido creados al azar sino por puro amor de Dios que brota del árbol de la cruz de Cristo Jesús, muerto y resucitado para que todo el que crea en Él tenga vida y vida eterna».
La llamada a vivir y a participar un día plenamente en esta vida de Dios, «nos muestra distintos senderos y caminos para llegar a ella». Y uno de esos caminos es la vida consagrada, ha dicho nuestro Obispo, que ha recordado también la vocación sacerdotal y la vocación al amor conyugal a través del matrimonio.
También se ha referido a la oración como preparación al Jubileo 2025 convocado por el Papa Francisco, ha exhortado a la oración de alabanza, de contemplación y de acción de gracias a Dios «por todos los bienes que Él va derramando en nuestra vida, y así contemplar el rostro de Dios para, como dice el lema de esta jornada, poder decir. ¡hágase tu voluntad!».
La oración, ha insistido D. Casimiro, implica «creer en Dios y confiar en Él», máxime en este mundo falto de Dios. En este sentido se ha referido también a la oración de intercesión a través de la cual «rezamos unos por otros, desde la humildad y con el corazón». Así, ha insistido en la oración, no solo por las vocaciones, sino también «para ser una comunidad de fe viva, anclada en Cristo Jesús, esperanzada, que se sabe alentada por el Señor para que se avive y se cree esa cultura vocacional donde cada cristiano se sepa llamado a vivir desde esa vida nueva de Dios según el camino que el Señor le va mostrando».
Un solo corazón y una sola alma hacia Dios
Con motivo de esta Jornada, la priora del Convento de Montornés ha concedido una entrevista a El Espejo de Cope Castellón. La comunidad está formada por «diez hermanas de diferente procedencia y edad que dedican su día a día a la oración en la Capilla, el trabajo, el estudio y la convivencia en un clima de silencio para prestar atención a la escucha del Señor».
La vida de oración es inherente a la fe, pero también es cierto que se modula atendiendo diferentes carismas. Las Hermanas agustinas tienen en San Agustin su modelo y referencia. Tal como afirma la hermana Cecilia, su carisma se fundamenta en «la interioridad para encontrarte a ti mismo en la búsqueda de la verdad y de la eternidad». Desde ese espíritu buscan «tener un solo corazón y una sola alma hacia Dios».
La vida dentro de las paredes de la clausura «supone recorrer un camino de conocimiento del Señor, de conocerte a ti misma, de profundizar en el seguimiento a Cristo a través de su palabra y de la contemplación». En definitiva, la Hermana Cecilia explica que la vida en el convento es «rica y plena porque es una escuela de amor, de aprendizaje en la humildad y en la verdad de que somos limitados y, en nuestra debilidad y desde la misericordia, el Señor toma nuestra pobreza para que nos amemos así y crezcamos en su amor».
Cada día llegan peticiones de oración al convento, especialmente, «para que pidamos por el acercamiento de las almas al Señor, pero también para que Él de toda su fortaleza ante situaciones de crisis familiares, falta de trabajo y, sobre todo, por aquellos que no tienen fe o se han alejado de la Iglesia». Para la comunidad es «muy gratificante cuando nos hacen saber que la petición de una intención se ha concedido porque es la verdad palpable de que Dios escucha».
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