Sábado después de Ceniza o Santa Francisca Romana, religiosa, conmemoración
LECTURA. Isaías 58, 9b-14
Esto dice el Señor: «Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan.
Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán
“reparador de brechas”, “restaurador de senderos”, para hacer habitable el país. Si detienes tus pasos el sábado, para no hacer negocios en mi día santo y llamas al sábado “mi delicia”, y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos, entonces encontrarás tu delicia en el Señor. Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre. Ha hablado la boca del Señor».
Salmo: Sal 85, 1-2. 3-4. 5-6
R. Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.
Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R.
Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. R.
Aleluya Ez 33, 11
V: No me complazco en la muerte del malvado – dice el Señor – sino en que se convierta y viva.
EVANGELIO. Lucas 5, 27-32
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y los escribas diciendo a los discípulos de Jesús: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?». Jesús les respondió: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».
COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO DE HOY
Los fariseos critican al Señor que comió con los pecadores. Y los publicanos eran doblemente pecadores, porque eran apegados al dinero y también traidores a la patria porque cobraban los impuestos a su pueblo por cuenta de los romanos. Jesús, entonces, ve a Mateo, el publicano, y lo mira con misericordia.
Y aquel hombre sentado a la mesa de recaudación de impuestos. En un primer momento Jesús lo ve y este hombre siente algo de nuevo, algo que no conocía – aquella mirada de Jesús sobre él – siente un estupor dentro, siente la invitación de Jesús: «¡Sígueme! ¡Sígueme!». En aquel momento, este hombre está lleno de gozo, pero también duda un poco, porque es muy apegado al dinero.
Sólo bastó un momento – que nosotros conocemos en la expresión del pintor Caravaggio: aquel hombre que miraba, pero que también con las manos, recogía el dinero – sólo un momento en el que Mateo dice si, deja todo y va con el Señor. Es el momento de la misericordia recibida y aceptada: «¡Sí, voy contigo!». Es el primer momento del encuentro, una experiencia espiritual profunda. Luego viene un segundo momento: la fiesta. El Señor festeja con los pecadores, se festeja la misericordia de Dios que cambia la vida.
Después de estos dos momentos, el estupor del encuentro y la fiesta, viene el trabajo cotidiano, anunciar el Evangelio. Se debe alimentar este trabajo con la memoria de aquel primer encuentro, de aquella fiesta. Y esto no es un momento, esto es un tiempo: hasta el final de la vida . La memoria. ¿Memoria de qué? ¡De aquellos hechos! ¡De aquel encuentro con Jesús que me ha cambiado la vida! ¡Que tuvo misericordia! Que ha sido tan bueno conmigo y que también me ha dicho: «¡Invita a tus amigos pecadores, para que hagan fiesta!».
Aquella memoria da fuerza a Mateo y a los demás para ir adelante. «¡El Señor me ha cambiado la vida! ¡He encontrado al Señor!». (Homilía en Santa Marta, 5 de julio de 2013).