Celebración de la XXVII Jornada Mundial de la Vida Consagrada
Ayer tarde en la Iglesia de San Cristóbal
Con al fiesta de la Candelaria, los católicos celebramos la Presentación de Jesús en el Templo y su consagración al Padre, también la Purificación de la Virgen María y, coincidiendo con todo ello, la Iglesia Católica, dedica este día a la Vida Consagrada, Jornada Mundial instituida por San Juan Pablo II hace 27 años.
Religiosos, religiosas y consagradas de nuestra Diócesis se reunieron ayer tarde en torno a la mesa del Señor, en una Eucaristía que se celebró en la Parroquia de San Cristóbal, en Castellón, y que estuvo presidida por Mons. Casimiro López Llorente, Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
A la luz de la Palabra proclamada (Lc 2, 22-40) la homilía del Obispo se centró en tres palabras: encuentro, consagración y caminar, en clara alusión al lema para la celebración de la Jornada Mundial de este año «Caminando en esperanza».
La celebración de ayer nos lleva a rememorar «el Encuentro – dijo D. Casimiro – de Jesús con su pueblo y aquellos que esperan la venida del Mesías», refiriéndose a «los humildes y sencillos, que lo reconocen y lo acogen igual que nosotros esta tarde». Con estas palabras hacía alusión a la procesión de entrada con las candelas en la celebración, signo a través del cual, prosiguió, «hemos venido hoy al encuentro con el Señor, que se nos hace presente en esta Eucaristía de una forma muy especial a través de la Palabra de Dios, haciéndose presente para ser luz en nuestra vida». Es precisamente la luz de las candelas, el símbolo que representa al mismo Jesús «que es la luz que ilumina las tinieblas y nos enseña el camino para el encuentro definitivo con Él».
D. Casimiro puso el énfasis en el encuentro con el Señor, por ser «fundamental para todo aquel que quiere ser cristiano» y ha de ser «un encuentro constante, diario y permanente para mantener viva la llama de la fe y nuestra consagración bautismal porque Él es la esperanza que no defrauda». y así, en la fiesta de ayer, Jesús es consagrado como primogénito al Padre, «se ofrece en toda su persona y con total disponibilidad al Padre para llevar a cabo la tarea que Él le había encomendado: liberar de las tinieblas al mundo para cumplir su voluntad».
Las palabras del Obispo no pasaron por alto que la Consagración al Padre nos recuerda nuestra propia consagración bautismal. A través del bautismo, dijo D. Casimiro, «somos hechos hijos de Dios, hermanos de Jesús y miembros de una comunidad, consagrados a Él para vivir cada uno según la condición y vocación que recibimos y ser presencia y discípulos misioneros del Señor».
Los religiosos y consagrados lo están, dijo D. Casimiro, «de una forma especial por los votos, según el carisma propio de cada Instituto o congregación a través de la obediencia, la pureza y la castidad para vivir en medio del mundo y ser luz de Cristo Jesús y siendo sus testigos allí donde os encontréis».
El Obispo finalizó su homilía haciendo alusión al lema de la Jornada Mundial de este año: «Caminando en esperanza». Y es que «en nuestro caminar hemos puesto nuestra esperanza en Áquel que no defrauda». Un caminar que para D. Casimiro ha de ser «Es un caminar «diario y constante con la esperanza de tener a Cristo Jesús en el centro de nuestra vida y mirando a Dios que es con quien y desde quien se camina», exhortando a los presentes «a tener a Dios presente en la vida y estar abiertos siempre a la voz del Padre, mirando el rosto de Cristo crucificado estando atentos a la voz del Espíritu Santo». Porque es el Espíritu Santo, remarcó el Obispo, «quien actúa en vosotros a través de vuestros carismas para ser de verdad testigos en quien se refleja la misma Trinidad», haciéndolo en el mundo de la educación, la sanidad, o la pobreza, «siempre al lado de los más desfavorecidos, pobres en el espíritu y necesitados de Dios, encontrando, a través de vosotros, el sendero que les lleva hacia Dios».
Esa es la tarea fundamental de nuestra Iglesia, remarcó D. Casimiro, «no centrarnos en nosotros mismos, sino que a través de nosotros, las personas se encuentren con el Señor y sientan su presencia y su cercanía que ayuda a vivir con esperanza».
Con la Eucaristía celebrada ayer tarde, las consagradas y consagrados renovaron sus votos y promesas con el objetivo de seguir viviendo para Dios, desde la pobreza, la obediencia y la castidad, y según el don que cada uno ha recibido de Dios.