Por dignidad, nadie sin hogar
Queridos diocesanos:
El último domingo de noviembre se celebra cada año el «Día de las personas sin hogar «, coordinado por Cáritas española y, entre nosotros, alentado por Cáritas diocesana. Este año lleva por lema «Por dignidad, nadie sin hogar». Esta Campaña quiere sensibilizarnos ante la situación que sufren estas personas a todos: a las administraciones públicas, a los medios de comunicación, a la opinión pública, a las organizaciones financieras y sociales, y a nuestra propia Iglesia. Su objetivo es alcanzar un compromiso común para que todas las personas tengan un hogar. Quiere, además, ser una denuncia profética ante la lacerante realidad de tantas personas concretas que no tienen hogar y se ven privadas así de acceder al disfrute de derechos humanos básicos. Se calcula que en España hay 40.000 personas en esta situación.
No tener un hogar es más que no un tener un techo bajo el que cobijarse. Cuando hablamos de personas sin hogar nos referimos a las «personas que no pueden acceder o conservar un alojamiento adecuado, adaptado a su situación personal, permanente y que proporcione un marco estable de convivencia, ya sea por razones económicas u otras barreras sociales, o bien porque presentan dificultades personales para llevar una vida autónoma” (FEANTSA). Deberíamos superar llamarles indigentes, mendigos o transeúntes, que en cierto modo estigmatizan socialmente a estas personas.
Tener un hogar supone, por tanto, no sólo tener una vivienda digna sino además que la persona cuente con la posibilidad de vivir sus relaciones de familia, de amistad, de vecindad y de ciudadanía. Un hogar cubre necesidades fisiológicas, de protección, de aceptación social o de autoestima, entre otras. Perder el hogar supone no tener acceso o tener muchas dificultades para acceder al ejercicio de derechos humanos fundamentales como a la vivienda, al trabajo, a la educación o a la participación ciudadana. Quien no cuenta con un hogar carece de un lugar para descansar y recuperarse, carece de una dirección y de un lugar donde contactar, no dispone de un espacio personal que le permita construir la propia vida individual y familiar. No contar con un hogar hace a las personas más frágiles y más vulnerables. Son personas concretas que quedan excluidas y descartadas de la sociedad. El Papa nos dijo en Washington: “No hay ningún motivo de justificación social, moral o del tipo que sea para aceptar la falta de alojamiento”.
En la Campaña de este año el lema es “Por dignidad, nadie sin hogar”. El punto de partida es la dignidad de toda persona, que, por el hecho de serlo, es única, insustituible, valiosa en sí misma y dotada de intimidad, de inteligencia, voluntad, libertad y de sus capacidades. Todos somos y hemos de reconocernos iguales en dignidad y en derechos: también las personas sin hogar. Pero este reconocimiento no puede quedarse en una mera declaración verbal, sino que nos ha de llevar a pasar de la indiferencia al compromiso efectivo por las personas sin hogar
Hoy nos interpelan las palabras del papa Francisco en el Jubileo de la Misericordia con personas socialmente excluidas: «Cuando hablamos de exclusión, vienen rápido a la mente personas concretas; no cosas inútiles, sino personas valiosas. La persona humana, colocada por Dios en la cumbre de la creación, es a menudo descartada, porque se prefieren las cosas que pasan. Y esto es inaceptable, porque el hombre es el bien más valioso a los ojos de Dios. Y es grave que nos acostumbremos a este tipo de descarte; es para preocuparse, cuando se adormece la conciencia y no se presta atención al hermano que sufre junto a nosotros . … ¡Es darle la espalda a Dios! Cuando el interés se centra en las cosas que hay que producir, en lugar de las personas que hay que amar, estamos ante un síntoma de esclerosis espiritual. Así nace la trágica contradicción de nuestra época: cuanto más aumenta el progreso y las posibilidades, lo cual es bueno, tanto más aumentan las personas que no pueden acceder a ello. Es una gran injusticia que nos tiene que preocupar. Porque no se puede estar tranquilo en casa mientras Lázaro yace postrado a la puerta; no hay paz en la casa del que está bien, cuando falta justicia en la casa de todos» (Homilía del 13.11.2016).
Por su dignidad humana, todas las personas deben tener un hogar: este debe ser nuestro compromiso en la búsqueda del bien común.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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