Fiesta de San Juan de Ávila
Castellón de la Plana, Capilla del Seminario Diocesano Mater Dei
10 de mayo de 2018
(Hech 13,46-49; Sal 22; Mt 5,13-19)
Queridos sacerdotes, diáconos y seminaristas, hermanos todos en el Señor!
1.Con verdadero gozo celebramos un año más a nuestro santo Patrono, San Juan de Ávila. La Jornada Sacerdotal de hoy nos invita a la acción de gracias y a la oración. Damos gracias a Dios por el don de San Juan de Ávila, «maestro ejemplar por la santidad de su vida y por su celo apostólico», como hemos rezado en la oración colecta. Y damos gracias a Dios por vuestro ministerio, queridos sacerdotes, que celebráis este año bodas sacerdotales: a D. Daniel Gil Lindo, que se ha disculpado y no puede estar entre nosotros, en sus bodas de diamante, y, por sus bodas de plata, a D. Juan Manuel Enrich Marín y D. Esteban Badenes Agustí. Muchísimas felicidades y gracias de corazón a todos. ¡Cuántos años de entrega admirable y abnegada! Si cada uno pudiera contar estos años de intimidad con el Buen Pastor y el bien que habéis hecho a muchas personas de las comunidades por las que habéis pasado… En este día de San Juan de Ávila os felicitamos muy especialmente por vuestra fidelidad en el ministerio. Sí: habéis sido y sois la sal den la vida de muchas personas, familias, parroquias, comunidades y movimientos; habéis sido y sois la luz que ha iluminado tantas situaciones de oscuridad en las personas que el Señor ha puesto en vuestro camino.
Si siempre, si cada día, hemos de dar gracias a Dios por nuestro ministerio o por nuestra vocación sacerdotal, hoy todos sentimos más vivamente esta necesidad. Demos gracias a Dios por el don de nuestro ministerio sacerdotal y por vuestra vocación sacerdotal. Cantemos una vez más la misericordia del Señor para con cada uno de nosotros. En los años de ministerio sacerdotal o en el tiempo de formación todos vamos experimentando que el Señor nos enriquece en nuestra pobreza y fortalece nuestra fragilidad. No olvidemos nunca que nuestra vocación y nuestro ministerio son un don gratuito y amoroso del Señor. «Soy yo quien os ha elegido» (Jn 15,16). Hoy es un día para redescubrir el amor de Dios en nuestra existencia, para saborear la belleza de nuestra vocación y ministerio. Unidos en la oración suplicamos a Dios Padre que nos conceda la gracia de la santidad a todos siguiendo las huellas de su Hijo, el Buen Pastor, y el ejemplo de nuestro Patrono, San Juan de Ávila.
- ¿Por qué resulta ejemplar y atrayente todavía hoy San Juan de Ávila, evangelizador del siglo XVI? Los tiempos recios y turbulentos de hoy son muy semejantes a los que él vivió. Es necesario, como él, echar el ancla en aquello que tiene solidez suficiente para superar todo el oleaje de la noche pasajera. En nuestro santo Patrono encontramos cómo su acción pastoral no es producto de improvisaciones del momento, sino fruto de la vivencia de su ministerio sacerdotal, centrado en Cristo, en la Iglesia y en los pobres, constantemente alimentado por la oración y el estudio.
Eso significa que la doctrina y el ejemplo de vida del Apóstol de Andalucía pueden iluminar los caminos y los métodos a seguir en la vida eclesial de este nuevo milenio. En sus escritos y en sus cartas podemos encontrar consejos de amigo para obispos y prudentes orientaciones para ejercer el ministerio sacerdotal con entrega, sencillez y valentía. Sin duda, el contacto con este verdadero maestro de evangelizadores, encenderá de nuevo el ardor necesario para anunciar a Jesucristo y construir su Iglesia en el siglo XXI.
San Juan de Ávila es un modelo muy actual para los sacerdotes. Las orientaciones que han dado el Concilio Vaticano II, la Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis de S. Juan Pablo II y últimamente el papa Francisco en Evangelii Gaudium y otras intervenciones, hallan en San Juan de Ávila el modelo acabado de sacerdote evangelizador. En efecto, él encontró la fuente de su espiritualidad en el ejercicio de su ministerio, configurado con Cristo Sacerdote y Pastor, pobre y desprendido, casto, obediente y servidor. Es decir, se trata de un sacerdote que tiene la vida llena de oración y una honda experiencia de Dios, enamorado de la Eucaristía, fiel devoto de la Virgen, bien preparado en ciencias humanas y teológicas, conocedor de la cultura de su tiempo, estudioso y en formación permanente, acogedor y que sabe vivir en comunión la amistad, la fraternidad sacerdotal y el trabajo apostólico.
Así resulta un apóstol infatigable, entregado a la misión, predicador del misterio cristiano y de la conversión, padre y maestro en el sacramento de la penitencia, guía y consejero de espíritus, discernidor de carismas, animador de vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales, innovador de métodos pastorales, preocupado por la educación de los niños y jóvenes. San Juan de Ávila es, en fin, modelo de caridad pastoral viviente. Los presbíteros y quienes os preparáis para serlo encontramos en él un modelo del verdadero apóstol, y un ejemplo vivo de la caridad pastoral como clave de la espiritualidad sacerdotal, vivida diariamente en el ejercicio del triple munus sacerdotal.
- El Papa Francisco no pide a los sacerdotes vivir de verdad nuestra condición de pastores, una faceta que nuestro santo desarrolló hasta límites realmente heroicos. A imitación de Jesús, el Buen Pastor, Juan de Ávila se tomó muy a pecho conocer a sus ovejas, llamarlas por su nombre, defenderlas con sus escritos y con su vida intachable, y llevarlas a los pastos de la más sana doctrina. Hoy la Iglesia necesita de pastores que, día a día, den lo mejor de sí mismos en favor de sus ovejas. Que actúen como verdaderos pastores, no como asalariados a quienes les trae sin cuidado el estado y la salud espiritual de su rebaño. Dicho de otro modo, que amen de tal manera a la gente que les ha sido encomendada, que estén dispuestos en todo momento a dar la vida por ellos. Sacerdotes que no huyan nunca de su dedicación al rebaño, vayan las cosas bien o, por el contrario, los resultados se hagan esperar. Mis queridos amigos sacerdotes: no somos asalariados, que no se desviven por sus ovejas, que se buscan a sí mismos, su comodidad, su ascenso en el escalafón eclesiástico, sus intereses personales. El buen pastor no se esconde en horarios egoístas ni en tareas que no le son propias. En sintonía con todo el presbiterio diocesano y con el Obispo está disponible siempre.
Su discurso en El Cairo (29.04.2017) a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, el papa Francisco enumera varias tentaciones que el sacerdote encuentra en su camino y a las que no debe ceder para ser buen pastor. Haré solo referencia a tres de estas tentaciones:
- a) La tentación de dejarse arrastrar por la desilusión y el pesimismo que nos lleva a hacer lo de siempre para no arriesgar (“siempre se ha hecho así”), a no hacer nada porque eso ya se ha hecho y no dio ningún resultado, a sentirnos bien sólo cuando encontramos palabras de gratitud humana. Como si las alabanzas humanas fueran mejores que el consuelo del trabajo bien hecho por el Reino de Dios.
- b) La tentación de quejarse continuamente culpando siempre a los demás o a la situación social tan difícil en la que vivimos. Ésta es una tentación muy fácil, que nos tranquiliza la conciencia pero que nos paraliza en la misión evangelizadora. Dice el Papa: “Quien anda siempre quejándose, en realidad no quiere trabajar”.
- c) La tentación de compararse con los demás: Nuestro presbiterio diocesano es rico por su diversidad. Y, a la vez, es rico por el don de la unidad que cada sacerdote está llamado a vivir y construir en torno al Obispo junto con el resto de los presbíteros. Construir y vivir gozosamente la unidad en la diversidad es una de claves para ser un presbítero feliz. “Compararnos –dice el Papa- con los que están mejor nos lleva, con frecuencia, a caer en el resentimiento; compararnos con los que están peor nos lleva, a menudo, a caer en la soberbia y en la pereza”.
- ¿Qué hizo San Juan de Ávila para no caer en estas tentaciones? Fundamentalmente dos cosas, ambas de total actualidad.
La primera, cuidar su vida de oración, en estrecha unión con Dios Padre, como Jesús. San Juan de Ávila nunca regateó los tiempos dedicados a la oración ni buscó escusas en sus muchos quehaceres. El Papa Benedicto XVI dijo en la homilía de su proclamación como Doctor de la Iglesia: “Profundo conocedor de las Sagradas Escrituras, estaba dotado de un ardiente espíritu misionero. Supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la redención obrada por Cristo para la humanidad. Hombre de Dios, unía la oración constante con la acción apostólica”. No abandonemos la oración por los múltiples quehaceres de la vida.
La segunda cosa que llenó su vida fue el estudio. Los Santos Padres, los comentarios a la Sagrada Escritura y las reflexiones teológicas de los eruditos de su tiempo hicieron de él “luz del mundo y sal de la tierra” de las que habla el Evangelio. Incluso al final de su vida, ya muy enfermo y achacoso, no dejó nunca de sacar adelante los informes, dictámenes y escritos que le solicitaban Obispos, hermanos sacerdotes y fieles laicos que le pedían consejo, criterio y horizontes.
- Que el Señor nos conceda la gracia, queridos amigos sacerdotes, de ser pastores según su corazón siguiendo el ejemplo de Juan de Ávila: pastores que conocen muy bien a sus fieles y se desviven por ellos, que conviven con ellos en sus penas y en sus alegrías, que oran con intensidad y dedican un tiempo adecuado al estudio. Por lo demás, pido a Dios que esta fiesta tan nuestra, tan sacerdotal, nos sirva para ganar en confianza de unos con otros, en trato sencillo y fraterno, en ser apoyo unos de otros y consuelo de los que más lo puedan necesitar.
Esta mañana no puede faltar nuestra oración fraterna por nuestros hermanos sacerdotes fallecidos en este último año: el P. José María Botella OFM, D Juan Manuel Gil Clemente, D. Vicente Bengoechea Meyer, D. Félix Gómez Muñoz, D. Gervasio Ibáñez Castell y D. Víctor Roca Meliá. ¡Que el Buen Pastor les conceda la gracia de habitar en su casa por años sin término! Amén.
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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