Lectura y Evangelio de la memoria (obligatoria) de san Pio X, papa, y semblanza de Benedicto XVI sobre el santo del día
LECTURA. Jueces 9, 6-15
En aquel tiempo, se reunieron todos los señores de Siquén y todo Bet Millo, y fueron a proclamar rey a Abimélec junto a la encina de la estela que hay en Siquén. Se lo anunciaron a Jotán, que, puesto en pie sobre la coma del monte Garizín, alzó la voz y les dijo a gritos:
«Escuchadme, señores de Siquén, y así os escuche Dios. Fueron una vez los árboles a ungir rey sobre ellos. Y dijeron al olivo: ‘Reina sobre nosotros’. El olivo les contestó: ‘¿Habré de renunciar a mi aceite, que tanto aprecian en mí dioses y hombres para ir a mecerme sobre los árboles?’. Entonces los árboles dijeron a la higuera: ‘Ven tú a reinar sobre nosotros’. La higuera les contestó: ‘¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a mecerme sobre los árboles?’ Los árboles dijeron a la vid: ‘Ven tú a reinar sobre nosotros’. La vid les contestó: ‘¿Voy a renunciar a mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?’ Todos los árboles dijeron a la zarza: ‘Ven tú a reinar sobre nosotros’. La zarza contestó a los árboles: ‘Si queréis en verdad ungirme rey sobre vosotros, venid a cobijaros a mi sombra. Y si no, salga fuego de la zarza que devore los cedros del Líbano’».
Salmo: Sal 20, 2-3. 4-5. 6-7
R. Señor, el rey se alegra por tu fuerza.
Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios. R.
Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término. R
Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia. R.
Aleluya Heb 4, 12ad
R. Aleluya, aleluya, aleluya
La palabra de Dios es viva y eficaz;
juzga los deseos e intenciones del corazón. R.
EVANGELIO. Mateo 20, 1-16a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido’. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ‘¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?’ Le respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña’.
Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: ‘Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros’. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.
Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: ‘Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno’. Él replicó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?’ Así, los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos».
SEMBLANZA DE BENEDICTO XVI SOBRE EL SANTO DEL DÍA
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quiero detenerme a hablar de la figura de mi predecesor san Pío X, de quien el próximo sábado se celebra la memoria litúrgica, subrayando algunos rasgos que pueden resultar útiles también para los pastores y los fieles de nuestra época.
Giuseppe Sarto (este era su nombre), nació en Riese (Treviso) en 1835 de familia campesina. Después de los estudios en el seminario de Padua fue ordenado sacerdote a los 23 años. Primero fue vicario parroquial en Tombolo, luego párroco en Salzano, después canónigo de la catedral de Treviso con el cargo de canciller episcopal y director espiritual del seminario diocesano. En esos años de rica y generosa experiencia pastoral, el futuro Romano Pontífice mostró el profundo amor a Cristo y a la Iglesia, la humildad, la sencillez y la gran caridad hacia los más necesitados, que fueron características de toda su vida. En 1884 fue nombrado obispo de Mantua y en 1893 patriarca de Venecia. El 4 de agosto de 1903 fue elegido Papa, ministerio que aceptó con titubeos, porque consideraba que no estaba a la altura de una tarea tan elevada.
El pontificado de san Pío X dejó una huella indeleble en la historia de la Iglesia y se caracterizó por un notable esfuerzo de reforma, sintetizada en el lema «Instaurare omnia in Christo»: «Renovarlo todo en Cristo». En efecto, sus intervenciones abarcaron los distintos ámbitos eclesiales. Desde los comienzos se dedicó a la reorganización de la Curia romana; después puso en marcha los trabajos de redacción del Código de derecho canónico, promulgado por su sucesor Benedicto XV. Promovió también la revisión de los estudios y del itinerario de formación de los futuros sacerdotes, fundando asimismo varios seminarios regionales, dotados de buenas bibliotecas y profesores preparados. Otro ámbito importante fue el de la formación doctrinal del pueblo de Dios. Ya en sus años de párroco él mismo había redactado un catecismo y durante el episcopado en Mantua había trabajado a fin de que se llegara a un catecismo único, si no universal, por lo menos italiano. Como auténtico pastor había comprendido que la situación de la época, entre otras cosas por el fenómeno de la emigración, hacía necesario un catecismo al que cada fiel pudiera referirse independientemente del lugar y de las circunstancias de la vida. Como Romano Pontífice preparó un texto de doctrina cristiana para la diócesis de Roma, que se difundió en toda Italia y en el mundo. Este catecismo, llamado «de Pío X», fue para muchos una guía segura a la hora de aprender las verdades de la fe, por su lenguaje sencillo, claro y preciso, y por la eficacia expositiva.
Dedicó notable atención a la reforma de la liturgia, en particular de la música sagrada, para llevar a los fieles a una vida de oración más profunda y a una participación más plena en los sacramentos. En el «motu proprio» «Tra le sollecitudini», de 1903, primer año de su Pontificado, afirma que el verdadero espíritu cristiano tiene su primera e indispensable fuente en la participación activa en los sagrados misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia (cf. ASS 36 [1903] 531). Por eso recomendó acercarse a menudo a los sacramentos, favoreciendo la recepción diaria de la sagrada comunión, bien preparados, y anticipando oportunamente la primera comunión de los niños hacia los siete años de edad, «cuando el niño comienza a tener uso de razón» (cf. S. Congr. de Sacramentis, decreto Quam singulari: AAS 2 [1910] 582).
Fiel a la tarea de confirmar a los hermanos en la fe, san Pío X, ante algunas tendencias que se manifestaron en ámbito teológico al final del siglo XIX y a comienzos del siglo XX, intervino con decisión, condenando el «modernismo», para defender a los fieles de concepciones erróneas y promover una profundización científica de la Revelación en consonancia con la tradición de la Iglesia. El 7 de mayo de 1909, con la carta apostólica «Vinea electa», fundó el Pontificio Instituto Bíblico. La guerra ensombreció los últimos meses de su vida. El llamamiento a los católicos del mundo, lanzado el 2 de agosto de 1914, para expresar «el profundo dolor» de la hora presente, fue el grito de sufrimiento del padre que ve a sus hijos enfrentarse unos contra otros. Murió poco después, el 20 de agosto, y su fama de santidad comenzó a difundirse enseguida entre el pueblo cristiano.
Queridos hermanos y hermanas, san Pío X nos enseña a todos que en la base de nuestra acción apostólica, en los distintos campos en los que actuamos, siempre debe haber una íntima unión personal con Cristo, que es preciso cultivar y acrecentar día tras día. Este es el núcleo de toda su enseñanza, de todo su compromiso pastoral. Sólo si estamos enamorados del Señor seremos capaces de llevar a los hombres a Dios y abrirles a su amor misericordioso, y de este modo abrir el mundo a la misericordia de Dios. (Audiencia general, 18 de agosto de 2010).
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