Lectura y evangelio de la memoria (obligatoria) de los santos Ángeles Custodios y homilía del Papa Francisco
LECTURA. Nehernías 2, 1-8
Era el mes de nisán del año veinte del rey Artajerjes, siendo yo el responsable del vino, lo tomé y se lo serví al rey. Yo estaba muy triste en su presencia. El rey me dijo: «¿Por qué ese semblante tan triste? No estás enfermo, pero tu corazón parece estar afligido».
Entonces, con mucho miedo, dije al rey: «¡Larga vida al rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad donde se encuentran las tumbas de mis padres está destruida y sus puertas han sido devoradas por el fuego?»
El rey me dijo: «¿Qué quieres?». Yo, encomendándome al Dios del cielo, le dije: « Si le parece bien al rey y quiere contentar a su siervo, permítame ir a Judá, a la ciudad de las
tumbas de mis padres, para reconstruirla».
El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me preguntó: «¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás?» Yo le fijé un plazo que le pareció bien y me permitió marchar.
Después dije al rey: «Si le parece bien al rey, redácteme unas cartas para los gobernadores de Transeufratina, para que me dejen el paso libre hasta Judá, y una carta dirigida a Asaf, el guarda del parque real para que me proporcione madera para construir las puertas de la ciudadela de templo, para la muralla de la ciudad y la casa donde voy a vivir». El rey las mandó redactar, porque la mano de Dios me protegía.
Salmo: Sal 136, 1-2. 3. 4-5. 6
R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. R.
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión». R.
¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R.
Aleluya Flp 3, 8-9
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura
con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él. R.
EVANGELIO. Lucas 9, 57-62
En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN SANTA MARTA
“He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado”. Son las palabras de la Primera Lectura – tomada del capítulo 23 del Libro del Éxodo – que guiaron la reflexión del Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en el día en que la Iglesia festeja a los Santos Ángeles Custodios. Francisco afirmó que son precisamente ellos “la ayuda especial que el Señor promete a su pueblo y a nosotros que caminamos por el camino de la vida”.
Él Ángel como brújula que nos ayuda a caminar
La vida es precisamente un camino – observó el Papa – en el que debemos ser ayudados por “compañeros”, “protectores”, “brújulas humanas” que “nos custodian de los peligros” y de las insidias que podemos encontrar; entre las cuales Francisco mencionó tres:
“Está el peligro de no caminar. Y cuánta gente se establece y no camina, y durante toda su vida está detenida, sin moverse y sin hacer nada… Es un peligro. Como aquel hombre del Evangelio que tenía miedo de invertir el talento. Lo había enterrado, y pensaba: ‘Estoy en paz, me siento tranquilo. No podré hacer ninguna equivocación. Así no me arriesgo’. Y tanta gente no sabe cómo caminar y tiene miedo de correr riesgo y se enferma. Pero nosotros sabemos que la regla es que quien en la vida está detenido, termina por corromperse. Como el agua: cuando el agua está quieta allí, llegan los mosquitos, ponen los huevos, y todo se corrompe. Todo. El Ángel nos ayuda, nos impulsa a caminar”.
El peligro de equivocarse de camino o girar en un laberinto
Pero otros dos – prosiguió diciendo el Papa – son los peligros en el camino de nuestra vida: “El peligro de equivocarse de camino”, que sólo “al inicio es fácil de corregir”; y el peligro de dejar el camino para dispersarse en una plaza, yendo “de un lado a otro como en un laberinto” y “el labirinto – agregó – jamás te conduce a la meta”. He aquí el Ángel – reafirmó Francisco” que está “para ayudarnos a no equivocarnos de camino y caminar por él”, pero se necesita nuestra oración, nuestra petición de ayuda:
Y dice el Señor: “Pórtate bien en su presencia”. El Ángel está acreditado, tiene autoridad para guiarnos. Hay que escucharlo. “Escucha su voz; no le seas rebelde”. Escuchar las inspiraciones, que siempre son del Espíritu Santo, pero es el Ángel quien nos las inspira. Y me gustaría preguntarles a todos: ¿Ustedes hablan con su Ángel? ¿Ustedes conocen el nombre de su Ángel? ¿Ustedes escuchan a su Ángel? ¿Se dejan llevar de la mano por el camino o que los impulsen para moverse?”
El Ángel nos muestra el camino para llegar al Padre
Por otra parte, la presencia y el papel de los Ángeles en nuestra vida son más importantes aún – porque tal como hizo notar Francisco – no sólo nos ayudan a caminar bien, sino que nos muestran también “dónde debemos llegar”. Está escrito en el Evangelio de hoy de Mateo: “No desprecien a los niños”, dice el Señor, porque “sus Ángeles ven siempre el rostro de mi Padre que está en los Cielos”. Por lo tanto, en el “misterio de la custodia del Ángel” también está la “contemplación de Dios Padre”, y el Señor nos debe dar la gracia de comprenderlo. De aquí la conclusión del Santo Padre:
“Nuestro Ángel no sólo está con nosotros, sino que ve a Dios Padre. Está en relación con Él. Es el puente cotidiano, desde la hora en que nos levantamos hasta la hora en que vamos a la cama y nos acompaña y está en una relación entre nosotros y Dios Padre. El Ángel es la puerta cotidiana a la trascendencia, al encuentro con el Padre: es decir, el Ángel me ayuda a caminar porque mira al Padre y conoce el camino. No olvidemos a estos compañeros de camino”.
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