La tradición de poner el Belén
Jaime Blanch y Marián Queral son de Castellón. Son padres de ocho hijos. Uno de ellos, Lucas, es sacerdote en Bogotá (Colombia), y ejerce de administrador parroquial en Santa Teresa de los Andes. Otra de las hijas, Débora, es monja de las Hermanitas del Cordero, y actualmente está en un convento en Madrid.
El matrimonio tiene uno de los comercios centenarios de la ciudad. Es un negocio muy especial, porque además de dedicarse a productos de droguería y perfumería, en Navidad venden figuras para el Belén.
En Navidad tenemos que montar el Belén, “aunque estemos solos, porque nace el Hijo de Dios»
¿Cómo empezó vuestro negocio aquí en Castellón?
La historia de la tienda es muy curiosa. Mi abuelo era el heredero de su familia. Un día, avaló a un amigo suyo que se montó una fábrica. Esta le fue mal y se arruinó. Entonces alguien le dio una representación por aquí por la zona de Levante, en Castellón. Cuando vino se dio cuenta de que no había ninguna tienda de droguería, o había muy pocas. Le gustó esto y con lo poco que tenía compró este local y trajo a toda la familia.
Si vuestra tienda es una droguería, ¿Cómo empezasteis a vender figuras para el Belén?
Nosotros desde que nos casamos quisimos hacer presente en nuestra casa la Navidad, que el Hijo de Dios se había hecho carne. En casa desde recién casados ya montábamos el Belén. Luego, cuando las tiendas ya pasaron a nosotros, vimos que queríamos hacer presente el Belén en Castellón, en la calle, a la gente que venía a comprar, porque nosotros no vendíamos Belén. Entonces, empezamos a hacer los Belenes de los escaparates en las dos tiendas que tenemos. Y claro, cuando la gente venía a ver los Belenes que hacíamos, empezaron a preguntar si vendíamos las figuras que teníamos puestas en ellos. Y así empezó todo.
Después de este año tan difícil que estamos viviendo, ¿Cómo están siendo los últimos meses del año?, ¿Cómo esperáis que sea la Navidad?
La verdad es que teníamos incertidumbre por lo que iba a pasar este año, ya que, con la limitación de las reuniones y el estado de ánimo de la gente, pensábamos que nadie montaría el Belén. Pero ha sido una sorpresa. Nosotros somos una tienda de confianza, a la que vienen clientes de siempre y nos cuentan su vida. He consolado a muchas personas mayores. De hecho, alguna vez me
han llamado por teléfono para decirme que estaban solas en su casa, que les dijera algo porque no hablaban con nadie.
A medida que se acercaban estas fechas, los clientes nos decían que no sabían lo que iba a pasar con la Navidad y que no tenían ganas de nada. Pero ha sido una sorpresa, porque se ha empezado a vender como un año normal, ya que la gente quiere que el Belén esté presente. La primera que tuve la tentación fui yo. Pensé: ¿para que montarlo todo si luego no vienen nuestros hijos y vamos a estar los dos solos?, pero luego decidí que sí, porque nace el Hijo de Dios. En la tienda hemos puesto todos los Belenes que tenemos. Y la gente, para nuestra sorpresa, está viniendo a comprar el Belén como si no pasara nada.
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