Jubileo de los arciprestazgos de Segorbe y de Jérica: “Dios nos ha elegido para ser sus testigos en medio de nuestro mundo”

Los fieles de las parroquias que integran los arciprestazgos de Jérica y de Segorbe, junto a sus párrocos, han acudido hoy a la Catedral para ganar el Jubileo, una celebración «para recuperar aquella belleza originaria, como tiempo de conversión, de purificación, de arrepentimiento, de perdón y de renovación», explica D. Casimiro en la carta pastoral con motivo de este Año Jubilar por el 775º aniversario de la creación de la sede episcopal en la ciudad de Segorbe.

Las parroquias convocadas, del arciprestazgo de Segorbe, eran las de: Algimia de Almonacid, Geldo, Vall de Almonacid, Almedijar, Castellnovo, Altura, Chóvar, Navajas, Gaibiel, Matet, Segorbe, Azuébar, Soneja y Sot de Ferrer.

Las parroquias convocadas, del arciprestazgo de Jérica, eran las de: Fuente la Reina, Calpes de Arenoso, Villanueva de Viver, Barracas, El Toro, Benafer, Caudiel, Higueras, Pavías, Viver, Pina de Montalgrao, Bejís, Canales, Sacañet, Teresa, Torás y Jérica.

Los fieles han acudido en primer lugar a la capilla del Seminario para orar ante el Santísimo y para acudir al sacramento de la reconciliación, como paso previo a la peregrinación hasta la Puerta Santa de la iglesia madre de la Diócesis, la casa de la comunidad diocesana. Allí han hecho memoria agradecida del bautismo y han orado ante el Santísimo Sacramento.

Presididos por el Obispo estos ritos iniciales y la peregrinación, posteriormente han celebrado la Misa del Peregrino. Este Año Jubilar “es una llamada a la conversión de corazón – decía D. Casimiro en la homilía – a nuestra condición de hijas e hijos de Dios, para que se renueve la vida nueva que hemos recibido en las aguas del bautismo, para que purificados de toda mancha de pecado se reavive y se fortalezca en nosotros la comunión con Dios y con los hermanos”.

La Catedral de piedra nos recuerda que los cristianos “estamos llamados a ser un templo de piedras vivas – ha recodado – que se dejen transformar, purificar y esperanzar por el Señor, para vivir con alegría el gran don que cada uno de nosotros hemos recibido”. Todo “para que Cristo Jesús, su Evangelio, y la vida nueva que Él nos ofrece llegue a todos”.

“La Iglesia, nuestras comunidades parroquiales, no pueden vivir de puertas hacia dentro, si no que lo que proclama y celebra ha de llevarlo a los demás”, esa es nuestra tarea, ha recalcado D. Casimiro, “no podemos silenciar lo que hemos recibido”. Por ello, “cada uno de nosotros somos elegidos por Dios para ser sus profetas, sus anunciadores y sus testigos”.

Ante la ocultación y la persecución de la fe cristiana que estamos viviendo en nuestro mundo, ha exhortado a “alzar la voz y proclamar el Evangelio de la vida”, porque “toda vida humana es un don de Dios, y como tal ha de ser acogida, protegida y acompañada”.