Con María, testigos de esperanza
Queridos diocesanos:
La vida consagrada es un don de Dios a su Iglesia. Injertados en el misterio de Cristo y de la Iglesia, son muchos los hombres y las mujeres que quieren responder al don del bautismo siguiendo al Señor en la vida religiosa en las distintas formas que el Espíritu Santo ha ido suscitando en la Iglesia a lo largo de los siglos.
La fiesta de la Presentación del Señor cada 2 de febrero nos acerca de un modo especial a este estado de vida cristiana. Recordando la ofrenda y la consagración de Jesús al Padre en el templo celebramos en este día la Jornada Mundial de la vida consagrada. Es un momento propicio para reflexionar sobre la vida consagrada, para rezar por todos ellos y por las vocaciones a la vida consagrada.
El testimonio de los consagrados, hombres y mujeres, en la Iglesia y en el mundo sigue siendo muy necesario. Cierto que nos hace sufrir el cierre de conventos y de casas religiosas por la escasez de vocaciones, fruto de la crisis de fe y de vida cristiana entre nosotros.Pero en la contemplación, en la enseñanza, en la caridad o en las parroquias, su presencia es signo del paso del Señor por la vida de los hombres.
El lema de la Jornada de este año,“La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente”,nos habla del testimonio de esperanza de las personas consagradas. Su vocación es una llamada a ser testigos de la esperanza. Y lo serán en tanto en cuanto aprendan de María y con María,Madre de la Esperanza, a esperar sólo en Dios.El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que la esperanza “es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (n. 1817).
En medio de un mundo que tiene tantos motivos para la desesperanza, las personas consagradas son signo y testigos de una esperanza mayor, la esperanza que no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rom 5,5). Es una esperanza, por tanto, que tiene como fundamento a Cristo Jesús en quien hemos puesto nuestra confianza. Esta es la esperanza que no defrauda y que permitirá a la vida consagrada seguir escribiendo una gran historia en el futuro, conscientes de que nos asiste el Espíritu Santo para continuar haciendo cosas grandes con nosotros. Vivir la esperanza es una vocación que tiene como misión llevar esa esperanza a quien la ha perdido, o mantenerla viva en donde se apaga. Llevar la esperanza hasta las fronteras, donde no llega nadie. Llevarla con libertad y disponibilidad, con amor y con ternura, con paciencia y perseverancia. Los consagrados han de ser testigos de esperanza porque están llamados a ser discípulos misioneros, apasionados por el Evangelio que corre por sus venas. Ser signo de esperanza es crear fraternidad, la que ellos viven en su comunidad o instituto, y han de vivir día a día.
El papa Francisco les dijo con motivo del año de la vida consagrada en 2015: “Hay toda una humanidad que espera: personas que han perdido toda esperanza, familias en dificultad, niños abandonados, jóvenes sin futuro alguno, enfermos y ancianos abandonados, ricos hartos de bienes y con el corazón vacío, hombres y mujeres en busca del sentido de la vida, sedientos de lo divino…No os repleguéis en vosotros mismos, no dejéis que las pequeñas peleas de casa os asfixien, no quedéis prisioneros de vuestros problemas. Estos se resolverán si vais fuera a ayudar a otros a resolver sus problemas y anunciar la Buena Nueva. Encontraréis la vida dando la vida, la esperanza dando esperanza, el amor amando (Carta apostólica de 21.11.2014, II, 4). Queridos consagrados de esta Iglesia del Señor de Segorbe-Castellón: monjas de clausura, religiosos y religiosas de vida activa, y consagradas todas que vivís en el mundo.Me uno a vuestra acción de gracias al Señor por la llamada a seguirlo, casto, pobre y obediente; una vez más os muestro mi cercanía y afecto. Sabéis bien que estáis en el corazón de esta Iglesia y que sois piedras vivas en su edificación. Sed testigos de vuestra consagración que tanto necesita nuestra Iglesia y nuestro mundo. No os canséis de ser testigos de esperanza. Que nunca os falte la fuerza de vuestro amor a Dios que es entrega en favor de los hombres.Nuestra Iglesia ora por vosotros para que vuestra presencia y testimonio no se apague y para que surjan entre nosotros nuevas vocaciones. Que la Virgen María, Madre de nuestra esperanza y esperanza nuestra, sostenga y acompañe siempre a las personas consagradas en su vocación, consagración y misión.
Con mi afecto y bendición.
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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