D. Casimiro nos exhorta a que la familia sea «cuna de la vocación al amor»
En la festividad de la Sagrada Familia, que se celebró ayer
La Parroquia de la Sagrada Familia, en Castellón, acogió ayer tarde, la celebración de la Jornada de la Sagrada Familia que la Iglesia ha celebrado en la octava de Navidad bajo el lema “La familia, cuna de la vocación al amor”.
En el contexto de celebración de la Octava de Navidad, el templo parroquial se llenó de fieles para acoger la festividad de de la Sagrada Familia, que además son el titular de la Parroquia.
Así lo señalo el Obispo de la Diócesis, que presidió la Eucaristía, felicitando la Navidad a todos los presentes e invitando a «contemplar al Niño en el pesebre, pero también a lo largo de su vida, a través de sus obras y de su muerte y resurrección» y que nos muestra «el rostro del amor de Dios a cada uno de nosotros que hemos sido creados a su imagen y semejanza».
En estos días que estamos contemplando el Misterio dela Navidad, D.Casimiro centró su homilía en la Sagrada Familia por ser «el hogar donde Jesús fue acogido, mimado, protegido y custodiado». De las tres figuras resaltó la actitud de San José como «custodio de su esposa y del Niño», la de María como «esposa y Madre del Hijo de Dios que contempla todo lo que vivía su corazón», y la de Jesús, «enviado por Dios y llamado por Él para reconciliarnos con Dios y devolvernos la impronta originaria».
La Sagrada Familia, dijo el Obispo, «es el modelo a seguir para los cristianos» pues en ellos vemos que responden con atención a la voluntad de Dios. «Cada uno tiene una vocación y una misión pero los tres forman una familia desde el respeto mutuo para cumplir el designio de Dios».
Precisamente en «la vocación del amor» ha basado su mensaje la Iglesia este año para celebrar la Jornada de la Sagrada Familia. También en ello hizo hincapié nuestro Obispo, exhortándonos a «acoger el don de Dios para vivir nuestra condición de hijos de Dios desde la vocación a la que hemos sido llamados». En ese sentido, se refirió a los tres diferentes caminos que nos marca la misión del amor: «el matrimonio y la familia; la vida consagrada, y el sacerdocio».
Nuestro Obispo no es ajeno a «la cultura poco vocacional» de la sociedad actual que lleva, dijo, «a no entender la existencia a una llamada de dios a vivir el amor en plenitud siguiendo sus caminos» buscando otros como b»la riqueza o la posición social». En este sentido exhortó a convertir nuestro corazón a Dios para que «la familia sea cuna de la vocación al amor», en clara alusión al lema de la Jornada.
Se dirigió a los padres para «acoger a los hijos y llevarlos al encuentro con Jesús para descubrir lo que somos y estamos llamados a ser», también para «educarlos en la fe, ayudándoles a que esa vida nueva que nace en el bautismo se desarrolle y de fruto», y, sobre todo, «ayudarles a crecer en las virtudes del respeto, la paciencia y la fortaleza» para cumplir con el designio de Dios para cada uno.
Siendo la Sagrada Familia titular de la parroquia donde se celebró la Eucaristía ayer tarde, el Obispo se refirió a ella como «familia de familias que está llamada a hacer presente a Dios» y cumplir con «la misión evangelizadora que anuncia la Buena Nueva para recuperar la alegría de vivir».
La comunidad parroquial se sabe familia, insistió D. Casimiro, y como tal «es cuna de vocaciones y está llamada a proponérselas a los niños y a los jóvenes, ayudándoles a encontrar el camino que Dios les marca y hacerlos partícipes de la Trinidad de Dios». La Parroquia es el lugar donde se vive el amor de Dios y donde cada uno «es acogido, respetado y acompañado como ocurrió en la familia de Nazaret», dijo el Obispo. José y María acogieron al Hijo de Dios y le ayudaron «a crecer en estatura, sabiduría y gracia de Dios». Y, para concluir, a la Sagrada Familia pidió intercesión nuestro Obispo «para que nos ayude a todos a acoger la vocación que cada uno llevamos dentro».
La celebración de ayer sirvió además para poner de manifiesto la riqueza de la comunidad parroquial a la que se había referido D. Casimiro durante la homilía. De hecho, durante el ofertorio se visualizó, a través de los diferentes movimientos y asociaciones parroquiales, una comunidad viva que contribuye, desde cada uno de los carismas y vocaciones, a cumplir con la misión evangelizadora de la Iglesia de Segorbe-Castellón.
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