Los fieles salen al encuentro de Jesús en el Domingo de Ramos: “lo que vamos a celebrar es que la muerte del Señor no es el final”
La Iglesia Diocesana de Segorbe-Castellón ha celebrado hoy el Domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa. Lo ha hecho a mediodía en la Concatedral de Santa María de Castellón con la Misa que ha presidido el Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, y por la tarde en la Catedral de Segorbe, bendiciendo previamente los ramos en la iglesia del Seminario.
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Jesús entra en la ciudad santa de Jerusalén. Es consciente de que allí llegará la Pasión, morirá y resucitará. Es recibido por una multitud que lo proclama Rey y Señor. Alfombran el suelo, agitan palmas y ramos de olivo, y le aclaman con gran entusiasmo: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”.
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El caballo es un animal digno de ser montado por un rey, pero Él llega montado sobre un borrico, preludio de su Pasión y signo profético que nos señala que Jesús no es un rey poderoso, sino que ha venido a amar y servir. Pocos días después, esa misma multitud que le aclama como Mesías se vuelve contra Él.
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Tras la proclamación de la Pasión del Evangelio según San Marcos, el Obispo ha iniciado la homilía. “Nosotros, recordando aquella entrada de Jesús en Jerusalén, hemos ido al encuentro del Señor y le hemos acompañado con gritos, recordando aquel primer Domingo de Ramos”, ha dicho.
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“Él sabía que había llegado su hora y que había venido al mundo para entregar su vida hasta el final, en humildad y en obediencia al Padre, y así reconciliarnos con Dios y con los hermanos”, ha explicado. Para ello, siendo el Hijo de Dios tuvo que despojarse de su rango, “se hizo uno de los nuestros y se humilló hasta morir en la cruz para cargar con nuestros pecados y vencer para siempre la muerte”.
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Pero, tal y como ha recordado, lo que vamos a celebrar en Semana Santa es que la muerte del Señor no es el final, “es el paso, a través de la muerte, a la vida”. Esa es la Pascua, “el paso del Señor que nos libera de todo aquello que mata la vida, la esperanza y el amor para que triunfe el designio original de Dios, que nos ha creado por amor y para vivir en plenitud el amor”.
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D. Casimiro ha exhortado a vivir estos días desde la fe, siendo fieles a ella. “Dejémonos encontrar por el Señor para que, por la fuerza del Espíritu, transforme nuestro interior y así seamos partícipes de la vida y la salvación que nos ofrece Cristo Jesús muriendo y resucitando”. Porque, del mismo modo que Pedro y los discípulos, también nosotros corremos el peligro de renegar y abandonar al Señor con nuestras palabras y con nuestras obras, ha advertido al final de la homilía.
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