Florencio Abajo: «Es muy importante retomar el ministerio como un don del Señor que nos invita a una entrega total»
Florencio Abajo, director general de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos
Hace quince días, el 19 de enero, el Obispo, D. Casimiro López Llorente, bendijo la renovada residencia Mosén Sol. Se trata de un servicio ofrecido a los sacerdotes de toda España como un recurso de formación, crecimiento y acompañamiento que cuenta con el respaldo de la Comisión Episcopal para el Clero, de la Conferencia Episcopal. La residencia Mosén Sol es posible gracias a la experiencia y el buen hacer de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, fundada por el beato Manuel Domingo y Sol.
– ¿En qué consiste la residencia Mosén Sol?
– Se trata de una apuesta muy vinculada al propio carisma de la Hermandad:atender a los sacerdotes cuando sienten la necesidad de un crecimiento vocacional más intenso; queremos recuperar las imágenes evangélicas del pábilo vacilante o la caña cascada que ni se apaga ni se quiebra.
– Es la única casa de este tipo de la Hermandad. ¿Por qué abrirla ahora?
– La creación de la plataforma tiene que ver con el hecho de que no existía algo de este tipo que de manera orgánica diera respuesta a esta necesidad. Evidentemente hay sacerdotes y psicólogos que atienden a los sacerdotes, pero faltaba una estructura que pudiese acompañar de modo más sistemático. El punto de partida es la experiencia de la fraternidad sacerdotal y reencontrarse con el propio ministerio, que el Señor nos llama y desde ahí seguir adelante. Esta es la base teologal.
– Describa el carisma de los Operarios que sostiene esta obra.
– Tenemos tres objetos principales: el fomento y sostenimiento de las vocaciones, la formación cristiana de la juventud, y el espíritu de reparación al Sagrado Corazón y la espiritualidad eucarística, que es el soporte de los dos primeros. Como decía el beato D. Manuel Sol, «la formación de los sacerdotes es la llave de la cosecha»;Cuanto mejor esté el clero, más frutos se apreciarán en los fieles, en una diócesis.
– ¿Qué retos se plantean ante los sacerdotes en nuestro mundo?
– El sacerdote no vive ajeno al mundo. En este sentido, en una sociedad que hace gala del materialismo y de una vida de bienestar, es muy importante retomar el ministerio como un don del Señor que nos invita a una entrega total y absoluta sin guardarse uno para sí mismo: el Señor me lo ha dado todo y yo lo voy a dar todo a los demás sin guardarme nada para mí. Por eso mi formación intelectual debe ser grande, leer mucho y empaparme de la Escritura, porque hoy no valen esquemas simplistas. Y también una formación espiritual muy potente, una intensísima experiencia de Dios, para que ante tanta palabra vacía, podamos dar testimonios auténticos de experiencia sincera y cotidiana con el Señor. Todo ello sin olvidar una adecuada formación humana.
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