Torreblanca celebra el centenario de la bajada del Cristo del Calvario
Al finalizar la primera Guerra Mundial, Europa se vio asolada por una epidemia desoladora: la gripe española o gran gripe. En dos años murieron más de 20 millones de personas. Torreblanca, no quedó al margen. En 1918 las defunciones casi se triplicaron (132, según los archivos del Juzgado local). Ante esta situación, el párroco de entonces, Francisco Fumador, hizo traer la imagen del Cristo del Calvario a la iglesia parroquial. Al poco, “parece ser que las muertes cesaron y los enfermos recuperaron la salud”, atestigua el actual sacerdote, Nuno Carvalho, en un estudio sobre el evento.
Desde entonces el pueblo ha manifestado el agradecimiento al Cristo del Calvario, en particular durante las celebraciones de Semana Santa. Este año, coincidiendo con el centenario de la primera bajada, el domingo pasado, 9 de septiembre, se celebró una solemne eucaristía presidida por el Obispo, Mons. Casimiro López Llorente. En su homilía exhortó a que “este amor al Santísimo Cristo llegue a la vida de cada uno para dar testimonio del Señor”.
El Cristo del Calvario da pie a diversas acciones pastorales. En 2010 se constituyó una cofradía infantil, en la que participan los niños de los dos años de catequesis de primera comunión. Su principal actuación es durante el triduo Pascual, tanto en los oficios de Semana Santa como en las tradiciones de piedad popular.
Restauración de la Ermita
Tras la Misa, el Obispo bendijo la ermita restaurada del Cristo, que cuenta con nueva instalación eléctrica, pintura y retablo recuperado. Como una tradición arraigada en Torreblanca, se encargan de su mantenimiento siete familias de la población. La Parroquia ha sostenido las diversas iniciativas para recaudar fondos. Antes del centenario, faltaban 10.000 de los 18.000 € presupuestados. En la comida que siguió a la Misa se recogieron 5.000 € gracias a los donativos y rifa realizada entre los 250 comensales. Hace unos años ya se había restaurado la imagen del Cristo, que era una obra encargada por Francisco Roca Segarra y Alejandro Hernández Martín, al escultor valenciano D. Carmelo, ya que la original había sido destruida durante la Guerra Civil.
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