«Al cielo, en equipo» de la mano de la Mare de Déu del LLedó
Los jóvenes de la Diócesis fueron los protagonistas del cuarto día del Novenario a la Patrona de Castellón. Convocados por la Delegación Diocesana para la Infancia y la Juventud, los integrantes del apostolado parroquial Effetá (adscrito a la Parroquia de La Santísima Trinidad) fueron los encargados de organizar la celebración.
Comenzaba a las 19h con el rezo del Santo Rosario que dirigieron los propios jóvenes. Arropados por el manto de la Virgen y bajo el lema «Al cielo, en equipo», se encomendaron a la Mare de Déu del Lledó a quien veneraron y honraron como digna Madre de Dios y Madre nuestra. A ellos se sumaron jóvenes de otros movimientos y realidades de la Iglesia de nuestra Diócesis, así como el Presidente de la Real Cofradía del Lledó, la Presidenta de las Camareras de la Virgen y demás integrantes, así como fieles devotos de la «mareta».
La celebración de ayer tarde estuvo presidida por Mons. Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón, quien, dentro de la programación del curso pastoral, tal como advirtió, comparte con los jóvenes una vigilia al trimestre que correspondía organizar a los integrantes de Effetá y, en esta excepcional ocasión se sustituyó con su participación en los actos del Centenario de la Coronación de la Virgen del Lledó.
Tras el rezo del Rosario se celebró la Eucaristía presidida por D. Casimiro y concelebrada por el Delegado Diocesano para la Infancia y la Juventud, D. Manuel Díaz; el Prior de la Real Cofradía, D. Miguel Abril; el Prior de la Basílica, D. Joaquín Guillamón; y el Vicario Parroquial de Santa María, D. Ángel Cumbicos, asistidos por los diáconos Álvaro González y Pablo Durán.
La Liturgia de la Palabra dio paso a la homilía de nuestro Obispo que agradeció a los jóvenes su implicación y participación en la Novena y, citando el libro de los Hechos de los Apóstoles, recordó cómo la Virgen «es la mejor intercesora para crear unidad en la Iglesia para, como dice el lema, caminar en equipo hacia el cielo». Ella nos une, nos alienta, y nos lleva hacia la Padre celestial». Precisamente fue esto, lo que ayer pidió D. Casimiro al Señor, «que cree unidad entre nosotros, y que de sus manos, como decía al comienzo, vayamos al encuentro con Cristo».
Habiéndose proclamado el Evangelio de las Bodas de Caná, el Obispo exhortó a «asumir la invitación de María para hacer lo que Él os diga». Porque Ella, continuó D. Casimiro, «es la buena Madre que, como en aquella ocasión en Caná, está en medio de nosotros y sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos». El vino que falta y al que se refiere el Evangelio, dijo el Obispo, «es lo que nos falta a cada uno en nuestra vida para ser felices, para caminar con sentido en la vida y para dejarnos sanar».
A los que confían en el poder de Jesús y en la intercesión de la Virgen María, les espera el mejor vino, el del amor de Dios y la salvación eterna, vino a decir D. Casimiro explicando el pasaje evangélico. «Ella es la Madre solícita, que preocupada por todos y cada uno de nosotros, advierte a Jesús que ‘falta vino’ y nos invita a ponernos en manos de Jesús para descubrir en Él lo que necesitamos pero, sobre todo, para poner en manos de Él nuestra persona y estar abiertos a la voluntad de Dios en nuestra vida».
El buen vino, advirtió D. Casimiro dirigiéndose a los jóvenes, «es vino en abundancia y signo de la alegría de aquel que se encuentra con el Señor porque también la gracia que viene de Él es sobreabundante». Así les animó a dejarse encontrar con el Señor, llenarse de su gracia y de la alegría que brota de saberse amados personalmente por Dios en Cristo Jesús y de mostrarlo a los demás».
Terminó su exhortación invitándolos a ser discípulos misioneros y «anunciar a Cristo resucitado a tantos jóvenes que han perdido la brújula de su vida o que son esclavos del individualismo, las drogas, el afán del dinero o el poder». Haciéndolo así, «también otros encontrarán un nuevo horizonte y darán sentido a su vida para caminar juntos, como dice vuestro lema, hacia el cielo, hacia la patria celestial, como iglesia peregrina que se sabe, siempre, acompañados por la Madre y bendecidos por el Señor».
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