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«Así os envío yo»

16 de octubre de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

El mes de octubre es el mes misionero por excelencia. Comienza el mes con la Fiesta de la Patrona de la Misiones, Santa Teresa del Niño Jesús; esta santa carmelita de Lisieux, sin salir del convento, vivió y entregó su vida contemplativa para que el amor de Dios, mostrado en Cristo, llegase a todos. “En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo quiero ser el amor”, escribió Teresita. Y este mes misionero alcanza su punto más álgido en el Domingo del DOMUND, que este año celebramos el próximo día 23.

Las misiones, o mejor, la misión, es una tarea que, con palabras del Papa, “implica a todos, todo y siempre” (Mensaje DOMUND 2011). Estas palabras y el lema de este año nacen de las palabras de Jesús: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. De la misma manera que el Padre envió a su Hijo al mundo para salvarlo, Jesús envía a su Iglesia y a cada uno de los bautizados. La misión, el envío es llevar a todos el anuncio del Evangelio, el poder salvífico de la Palabra de Dios y el poder salvífico del Misterio pascual de Cristo, fuente de Vida y Salvación. Es un envío que implica a todos. Todos los bautizados y todas las comunidades cristianas estamos llamados a vivir la misión salvadora de Dios; todos debemos ser partícipes de la misión ad gentes: obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, laicos. Ningún creyente en Cristo puede sentirse extraño a esta responsabilidad y urgencia que proviene de su pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo.

Es un envío que abarca todo y a todos: esta misión está destinada a toda la realidad creada y a todas las actividades humanas; todo ha de ser transformado en Cristo según el plan de salvación de Dios hasta que Dios reine en toda la creación.

Esta misión abarca a todos. Los destinatarios del anuncio del Evangelio son todos los pueblos y todas las personas, pues a todos está destinada la salvación de Dios en Cristo. Especialmente son destinatarios los que aún no conocen a Cristo y su Evangelio, pero también aquellos que se han alejado de la fe. Son cada vez más numerosos aquellos que, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y no se reconocen ya en la Iglesia. Muchos ambientes, también entre nosotros, son hoy refractarios a abrirse a la palabra de la fe. Está en marcha un cambio cultural que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del Mensaje evangélico y que exaltan la búsqueda del bienestar material, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, incluso a costa de los valores morales.

Y, finalmente, el envío de Jesús es un envió que vale para siempre: la misión afecta a toda la humanidad y a todas sus dimensiones; no está limitada por tiempo ni por espacio; vale hasta la plenitud de los tiempos.

Con motivo del DOMUND se nos pide nuestra cooperación espiritual y económica. Se trata de impulsar una corriente de oración y sacrificio en orden a que Dios pueda acercarse al corazón de todo hombre y mujer para hacerle partícipe de su salvación. En unos casos, para cooperar con él en el anuncio del Evangelio; en otros, para abrir la mente y el corazón a la gracia de Dios. A esta cooperación espiritual se suma la económica, ofreciendo nuestra ofrenda evangélica para ayudar a tantos misioneros en la misión. Seamos generosos en la colecta de este día.

Con mi afecto y bendición,

 

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Al servicio de la caridad

9 de octubre de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

En este curso pastoral nos vamos a centrar en el cuarto objetivo de nuestro Plan Diocesano de Pastoral: la caridad y el compromiso de los laicos en la vida pública.

La Eucaristía –veíamos el curso pasado- es el centro de la vida de los cristianos y de toda la Iglesia. En ella, el sacramento de la caridad, se actualiza el misterio redentor del Señor: Cristo se ha entregado por amor hasta el extremo para que el mundo tenga Vida. La Eucaristía es un misterio que hemos de creer, celebrar y vivir. Lo uno lleva a lo otro. No nos podemos quedar en creer en la Eucaristía y celebrarla; ésta pide ser prolongada en el día a día hasta hacer de la propia vida una existencia eucarística; es decir, una ofrenda de amor a Dios, que nos ha amado en su Hijo, y una ofrenda a Dios que se hace servicio de amor a los hermanos.

La caridad no es un añadido en la vida de la Iglesia y de los cristianos; es parte integrante de su ser, de su vida y de su misión. El Papa, Benedicto XVI, en su Encíclica Deus caritas est, nos dice que la naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios, celebración de los Sacramentos, en especial de la Eucaristía, y servicio de la caridad. Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse la una de la otra. Para el cristiano y para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia. La Iglesia y los cristianos servimos a la caridad por vocación propia y no para suplir las lagunas de la sociedad. .

El servicio de la caridad no es, pues, algo optativo o algo secundario, sino algo que no puede faltar en nuestra Iglesia diocesana, en toda comunidad parroquial y en la vida de todo cristiano. Como el buen samaritano, hemos de estar atentos y atender con diligencia, amor y gratuidad al prójimo necesitado. “La caridad de Cristo nos apremia” (2 Cor 5,14) a vivir para Cristo, desde Él y con Él, el servicio de amor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Nuestra caridad arraiga y se alimenta en el amor mismo de Dios a la humanidad; es su prolongación y tiene una preferencia especial por los más pobres y excluidos. Cada cristiano y cada comunidad eclesial han de ponerlo en práctica y no pueden descuidar el servicio de la caridad.

Y puesto que el mundo es el ‘campo’ en el que Dios pone a sus hijos como buen grano, los cristianos laicos, en virtud de su bautismo y de su confirmación, y fortificados por la Eucaristía, han de vivir la caridad en medio de las condiciones comunes de la existencia. Esto llevará a los laicos a “buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios… A ellos de manera especial les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor” (LG 31). A partir de una vida cristiana intensa y coherente, alimentada en la Palabra y en la Eucaristía, el cristiano puede y debe crear y construir la ‘civilización del amor’.

Sin la gracia de Dios, sin la savia de la Vid que es Cristo Jesús y sin la fuerza del Espíritu nada podemos ser o hacer ni como cristianos ni como Iglesia. Vivamos el nuevo curso pastoral con ánimo y esperanza renovados. No estamos, ni caminamos ni trabajamos solos: El Señor Jesús y su Espíritu nos iluminan, alientan y fortalecen.

Con mi afecto y bendición,

 

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Coronación de la Virgen del Roser de Almazora

2 de octubre de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

El día siete de octubre, primer viernes de mes, coronaremos en nombre de su Santidad, Benedicto XVI, la imagen de la ‘Mare de Déu del Roser’ de Almazora. Es una gracia que nos ha concedido el Santo Padre a petición expresa de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Natividad, del Arciprestazgo de Almazora y del Ayuntamiento de la Ciudad. Al celebrar este año las bodas de oro de la creación de la Corte de Honor de Santa Quiteria y de la Santísima Virgen del Rosario deseamos hacer memoria del Año Mariano de 1987, en que fue construida la Ermita y comenzó a celebrarse con gran solemnidad el traslado anual de la imagen de la Virgen. La devoción a la ‘Mare de Déu del Roser’ ha crecido a lo largo de estos años; el pueblo fiel de Almazora ha recibido múltiples gracias por intercesión de la Virgen María, a la que venera como Madre con gran devoción.

Coronar a María significa proclamarla Reina nuestra. Lo hacemos porque es la Madre del Hijo de Dios, el Rey mesiánico: ella nos da a Cristo y nos conduce a Él. María, unida a su Hijo Jesucristo, colabora en su obra redentora. La Virgen es mediadora de todas las gracias. María es Reina también, porque participa ya plenamente de la vida gloriosa de su Hijo al haber sido llevada en cuerpo y alma a los cielos al final de su vida terrena; y así es también aliento en nuestra esperanza. María nos acompaña a los creyentes de todos los tiempos en nuestro peregrinaje por la historia, en especial en estos tiempos recios de crisis espiritual, moral y económica. Si acudimos a ella con fe verdadera y con devoción sincera podremos experimentar su protección maternal. Por todo ello invocamos con total confianza a María, la llamamos bendita entre todas las mujeres y la proclamamos Reina nuestra.

Nuestra Señora del Rosario ha sido en el pasado y sigue siendo hoy para los católicos de Almazora un signo permanente de la bondad de Dios para con todos. Ella, la Madre de Dios y Madres nuestra, es la madre solícita y amorosa, mediadora de todo don y de toda gracia. La experiencia secular de la cercanía maternal de María, nos mueve a coronar la imagen de la ‘Mare de Déu del Roser’. Es una pequeña muestra del amor y de gratitud del pueblo de Almazora a la Virgen.

No queremos tan sólo recordar un hecho del pasado, que es ciertamente historia viva; deseamos, ante todo, intensificar con este motivo nuestra devoción a la Virgen del Roser. Una forma concreta de mantener viva la devoción a la Virgen del Roser es el rezo diario del rosario y, a poder ser, en familia. El rosario es una oración sencilla y profunda, a la vez, porque es un compendio del Evangelio. Ejercitado con devoción nos conduce a la contemplación del rostro del Señor, nos lleva al encuentro con su Persona, sus palabras y sus obras de Salvación a través de los misterios de gozo y de luz, de dolor y de gloria. Su rezo, hecho con contemplación, nos ayuda a profundizar en el Misterio Jesucristo, el Hijo de María, y así a avivar nuestra fe y vida cristiana. Conocer y comprender, creer y amar a Jesucristo -nuestro Salvador- es lo más grande que ella nos puede y quiere regalar. De manos de Maria, la Virgen del Rosario, podemos así hacer aún más presente a Dios y a su Hijo en nuestra vida.

Con mi afecto y bendición,

 

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Catequesis de Confirmación

25 de septiembre de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

En breve comenzarán las catequesis en las parroquias. En pocas de ellas se ha implantado ya el proceso continuado de la iniciación cristiana para niños y adolescentes; son excepción las que ofrecen catequesis infantil. En la mayoría de  los casos se ofrece la catequesis preparatoria para la primera Comunión y Confesión, y la catequesis preparatoria para la Confirmación. Centrándonos en la de Confirmación, la mayoría de los adolescentes y jóvenes que se acercan a recibirla han estado distanciados de la práctica habitual en la comunidad cristiana, en muchos casos desde su primera Comunión.

Si queremos realmente que los adolescentes o jóvenes se preparen para que la acción del Espíritu Santo caiga en tierra buena y preparada, el primer objetivo de la catequesis de Confirmación ha de ser ayudarles a avivar y madurar su fe en Cristo, es decir, a descubrir y conocer a Aquel que es el Salva­dor del mundo, a seguir a Jesucristo resucitado que les da su Espíritu en la Iglesia viva, y a madurar en su vida cristiana. Hacia esto, que es lo principal, ha dirigirse la pastoral de la confirmación.

Pero, ¿cómo pro­vocar el deseo de Jesucristo en aquellos que, habiendo sido bautizados de niños y recibido la primera Comunión, no han tenido formación perma­nente en la fe y están distanciados de la comunidad eclesial? ¿Cómo lograr que chavales de 13 a 16 años se sientan atraídos de lleno hacia la persona de Je­sús, el Señor Resucitado, hacia su Evangelio como norma de vida, y hacerles ver esto les concierne plenamente, les pide conversión y transformación de mente, corazón y vida, para seguir a Cristo en el seno de la comunidad eclesial?

Contando siempre con la ayuda de la gracia, en el proceso catecumenal de preparación a la Confirmación hay algunos criterios que son básicos.

El primero es de carácter personal: se trata que cada joven llegue a la convicción personal de que quiere ser cristiano; es decir, que quiere creer de verdad en Cristo, seguirle en el seno de la Iglesia y ser su testigo en la Iglesia y en el mundo; para ello es muy aconsejable dedicar un tiempo -antes de comenzar con el programa de catequesis- al anuncio del kerigma que suscite y avive el encuentro personal con el Señor y la fe en Él, el deseo de conocerle, amarle y seguirle; antes de nada hay que aclarar y depurar, en su caso, con cada uno el motivo por el que desea recibir la Confirmación; si el motivo no fuera recto habrá que decirle que lo deje para más adelante.

En segundo lugar es necesario que el proceso sea personalizado, lo que no excluye la reuniones y actos catequéticos en grupo; pero cada uno ha de ser acompañado personalmente en su proceso de crecimiento en la fe y de vida cristiana (escucha de la Palabra, oración personal y comunitaria, participación en la Eucaristía dominical y en la Penitencia) así como de maduración en su vida moral. Es un proceso evolutivo y evangélico, que ha de ser realizado con ellos y no sólo para ellos.

Y, finalmente, este proceso ha de llevarse a cabo dentro de la co­munidad cristiana parroquial; y no sólo porque han de participar asiduamente en la vida de la comunidad sino también porque la misma comunidad está aludida ante este acontecimiento de Pentecostés de la Confirmación, sin el cual se apagaría la Iglesia.

La preparación para la Confirmación implica, pues, que el joven desee de forma consciente y responsable orientar su vida, centrándola en Jesucristo Resucitado que nos reúne en Iglesia. Esto requiere de su parte interés, motivación recta, seriedad en el proceso y maduración en su fe y vida cristiana, y compromiso eclesial.

Con mi afecto y bendición,

 

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La JMJ(II): Impulso para nuestra Iglesia Diocesana

18 de septiembre de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

La Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, por la que damos incesantes gracias a Dios, no puede quedar en el recuerdo o en la nostalgia de unos días bellos e intensos en la vivencia de nuestra fe. Es un peligro real que no podemos obviar. Por ello la pregunta es: Y, ahora, ¿qué?, cuando volvemos a la normalidad ordinaria de la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana, y, en especial, de nuestra pastoral de la juventud.

La JMJ no pertenece al pasado. Es preciso dar un seguimiento a las JMJ en la pastoral ordinaria. En los encuentros de Madrid se realizó una siembra grandiosa,- ha escrito el cardenal Rylko-. En verdad: la JMJ ha sido una siembra grandiosa de la gracia de Dios en todos y, en especial, en los jóvenes presentes en Madrid y en otros muchos que no pudieron estar presentes. Muchos son los que han descubierto a Cristo y muchos son los que se han convertido a Él y a su Iglesia, como lo muestra la participación masiva en el Sacramento de la Reconciliación. Otros han descubierto la belleza de su vocación bautismal y han salido fortalecidos en el deseo de vivirla, arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe personal en el seno de la Iglesia; la alegría con que los jóvenes respondían a las palabras del Papa es signo elocuente de ello. No pocos han descubierto que Dios les llama o les podría llamar a seguir más de cerca a Jesucristo para entregarse a Él en el camino del sacerdocio ordenado o en la vida consagrada; bastantes se han mostrado dispuestos a ello. Otros muchos son los que habrán descubierto la llamada del Señor al matrimonio sacramental.

La buena siembra ha de ser cultivada para que germine y dé los frutos esperados. Ahora toca cultivarla mediante el acompañamiento personal y en los grupos juveniles. El Santo Padre nos ha mostrado en sus intervenciones que en la pastoral juvenil hay que ir a lo nuclear del ser cristiano y a las raíces de la vida cristiana. Es imprescindible cultivar el encuentro personal con Cristo, el Hijo de Dios vivo, así como la adhesión de mente y de corazón a Él, la conversión permanente a Cristo y a su Evangelio hasta dejarse transformar la mente, el corazón y la vida. No pueden faltar la escucha, el conocimiento y la acogida de la Palabra, la oración personal y comunitaria así como la participación asidua en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, al menos en la Eucaristía dominical. Ser cristiano es creer, seguir, vivir y testimoniar a Jesucristo. Y todo ello nunca puede darse al margen de la Iglesia sino en el seno con la comunidad de los creyentes, en la comunión de la Iglesia, participando en su vida y en su misión.

Porque la JMJ nos ha mostrado también que vivimos tiempos de nueva evangelización. Se ha abierto una nueva etapa en el camino de la Iglesia para ir al encuentro de los jóvenes y ofrecerles la presencia salvadora de Cristo. La JMJ es una llamada esperanzadora para seguir anunciando a Jesucristo a los jóvenes sin miedo y sin desfallecimiento. De nosotros depende alimentar esta esperanza con una pastoral juvenil renovada, que acompañe a los jóvenes en su vida de fe, y de una pastoral juvenil misionera. Jesús llama a los mismos jóvenes a salir a la calle para anunciar y testimoniar a Cristo a otros jóvenes, para ayudarles al encuentro con Él, el Camino, la Verdad y la Vida. Con el Papa, confiamos en nuestros jóvenes cristianos, que se han sentido llamados a ser levadura en la masa, llevando la esperanza que nace de la fe.

Con mi afecto y bendición,

 

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La JMJ(I): Don de Dios y aliento de esperanza

11 de septiembre de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos Diocesanos:

Aún está fresca en nuestra memoria y en nuestro corazón la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. Hemos asistido a un “acontecimiento eclesial emocionante”, a una “manifestación de fe para España y, ante todo, para el mundo”. Así resumió Benedicto XVI en su Audiencia general del miércoles siguiente a la conclusión de la JMJ su vivencia de esos intensos días. En verdad: la JMJ ha sido un acontecimiento desbordante de la gracia de Dios, un nuevo Pentecostés para toda la Iglesia, incluida nuestra Iglesia diocesana, y para toda la humanidad.

En realidad todo el año en que nos hemos ido preparando para la JMJ ha sido un año de gracia de Dios. Dios nos ha ofrecido a todos, especialmente a los jóvenes, la inestimable oportunidad para encontrarnos con Cristo, de modo que, arraigados y edificados en Él, permanezcamos firmes en la fe. Recordemos las catequesis preparatorias en parroquias, movimientos y grupos, las vigilias mensuales de oración con los jóvenes y los días inolvidables de la presencia de la Cruz y del Icono de la JMJ a lo largo y ancho de la geografía diocesana. Y cómo vamos a olvidar los días previos a la JMJ en nuestra diócesis con los más de mil jóvenes de los más distintos países, que tan gozosa y generosamente fueron acogidos por parroquias y familias, y acompañados por el servicio gratuito de tantos voluntarios; especialmente gozosas fueron la Eucaristía en la Catedral de Segorbe, repleta de jóvenes, así como la Vigilia y la Misa del envío en el Pinar del Grao de Castellón.

Y, como colofón de todo, los días en Madrid junto al Santo Padre: han sido días de alegría desbordante, de encuentro con el Señor Jesús, de fiesta y de celebración de nuestra fe cristiana; días en que hemos experimentado la fraternidad cristiana y la catolicidad de nuestra Iglesia; días de reflexión y de profundización en la fe, compartiendo dificultades y proyectos; días para acercarse a la misericordia de Dios en el Sacramento del perdón y de oración silenciosa ante el Señor-Eucaristía, días de testimonio, de vocación y de misión. Días en que hemos sentido muy cercana la presencia amorosa de María, la Madre de la Iglesia.

Alguien me comentó días después de la JMJ: “¡Cómo lo necesitábamos!”. En verdad que la JMJ ha sido una bocanada de aire puro y fresco para los cristianos y para nuestra Iglesia; un aldabonazo que nos ha desperezado de nuestro apocamiento tedioso y que nos ha alentado en nuestra esperanza en el futuro de la Iglesia. La alegría profunda y nada superficial de tantos millares de jóvenes por su seguimiento de Cristo y por su pertenencia a la Iglesia del Señor nos ha hecho experimentar que la Iglesia está viva y es joven. Son jóvenes de su tiempo, que, a pesar de sus dificultades, y, a veces, dudas, tropiezos e incoherencias, quieren seguir a Jesucristo con la frescura, la fuerza y contagio de su juventud; jóvenes que, arraigados y edificados en Cristo, quieren vivir el Evangelio en el seno de la Iglesia; jóvenes que quieren dar testimonio de Cristo ante sus coetáneos para ayudarles a encontrarse con Él.

Dios ha estado grande, muy grande, con nosotros, y estamos alegres. Por todo ello damos gracias a Dios, a los organizadores, colaboradores y voluntarios de la JMJ.

Con mi afecto y bendición,

 

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La Virgen de la Cueva Santa, nuestra patrona

4 de septiembre de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón celebra un año más la Fiesta de  la Virgen de la Cueva Santa. Prontos a su llamada acudiremos la mañana del domingo, 11 de septiembre, a la Cueva Santa para mostrarle nuestro afecto sincero, más si cabe este año por el robo de su imagen y relicario de su santuario hace unos meses. Si este acto criminal nos duele en el alma y nos seguirá doliendo hasta que su imagen vuelva a ‘su casa’, a la Virgen de la Cueva Santa nunca nos la podrán robar de nuestro corazón. El mejor signo de ello será nuestra presencia numerosa en el Santuario el día de su Fiesta.

Bien sabemos que la Virgen de la Cueva Santa nos mira y nos acoge con verdadero amor de Madre: cada uno de nosotros, nuestras familias y nuestros pueblos, nuestras comunidades y grupos eclesiales, la Iglesia diocesana entera, estamos en su corazón; ella nos protege y cuida de nosotros como una verdadera y buena madre en nuestra vida personal, familiar y eclesial.

En su fiesta honramos a la Virgen de la Cueva Santa, sobre todo, por ser nuestra patrona: como un buen patrón ella nos guía en esta vida por el camino seguro para llevarnos a buen puerto: ella dirige y orienta nuestra mirada y nuestros pasos hacia su Hijo, el Hijo de Dios, el Salvador, el Camino, la Verdad y la Vida.  Por ello, con una de la antífonas de la Misa cantamos con alegría a la María la Virgen, porque de ella nació el sol de justicia, Cristo nuestro Señor. Celebramos a María, porque ella es la Madre del Señor y, en Cristo y por Él, ella es también nuestra Madre. Ahí está la razón de esta fiesta, del patrocinio de María; este es el verdadero motivo de nuestra alegría, de nuestra devoción y de nuestro amor a la Virgen de la Cueva Santa. Dejémonos llevar por la Virgen al encuentro con su Hijo, Jesucristo, y, en Él, con los hermanos.

Este deseo es lo que nos debe mover a subir una y otra vez a la Cueva Santa.  Al Santuario acudimos en los momentos de debilidad o de af1icción, pero también en los momentos de alegría o de alivio. María siempre nos ofrece, nos da y nos acerca a su Hijo como buena Madre. Ahora vivimos en el ‘destierro de la vida’, somos peregrinos hacia la plenitud en Dios en la vida eterna junto con María.  Como rezamos en la Salve somos ‘los desterrados, hijos de Eva’. Toda nuestra vida cristiana es como una gran peregrinación hacía la casa del Padre; por medio de María se descubrimos cada día el amor incondicionado de Dios por toda criatura humana.

La Virgen de la Cueva Santa nos susurra las palabras de su Hijo para que seamos fieles a nuestra condición de cristianos, sobre todo en estos momentos difíciles para perseverar como verdaderos discípulos de su Cristo. María, la primera cristiana, nos lleva a Cristo, nos enseña a vivir fieles a nuestra fe y existencia cristiana en el seno de la Iglesia. La Virgen de la Cueva Santa es modelo para todos los fieles, porque nos mueve a imitarla en las actitudes fundamentales de la vida cristiana: actitud de fe, esperanza, caridad y obediencia.

Miremos con fe y devoción a la Virgen de la Cueva Santa, escuchemos sus palabras y contemplemos su vida: por su intercesión pidamos la gracia de seguir a Cristo con mayor fidelidad y el don de la perseverancia final.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Gran fiesta de la fe cristiana

21 de agosto de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos, queridos jóvenes

Después de meses de intensa preparación, nos disponemos ya a celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, en torno al Papa Benedicto XVI. En el camino hacia la JMJ hemos tenido la dicha de vivir momentos de verdadera gracia de Dios: están todavía muy vivas en nuestra memoria e impresas en nuestro corazón las imágenes de los días de la presencia de la Cruz y del Icono de las Jornadas en nuestra diócesis al igual que las vigilias mensuales de oración con los jóvenes. La numerosa y entusiasta acogida de la Cruz y el Icono  por los jóvenes y mayores, y la buena participación en las vigilias, presagian que la JMJ en Madrid será una gran fiesta joven de la fe cristiana.

Porque de eso y no de otra cosa se trata: de un encuentro para celebrar y compartir con miles y miles de jóvenes de todo el mundo la alegría de creer con la misma fe en Cristo Jesús, vida y esperanza para el mundo. En el centro de esta fiesta estará Jesucristo, el Señor resucitado: Él es el que en verdad nos convoca, nos une y nos reúne alrededor de su Vicario en la tierra. Centrados en Cristo, dejándonos encontrar, vivificar, convertir y transformar por Él, deseamos arraigar y edificar nuestras personas y nuestras vidas en Él, la roca firme, para así mantenernos firmes en la fe cristiana.

El encuentro de Madrid con el sucesor de Pedro será como un nuevo Pentecostés: un acontecimiento de gracia, de gozo, de ánimo y de esperanza, y de luz en la oscuridad del momento presente; en definitiva, un grandísimo don de la misericordia de Dios. Esta gran fiesta de la fe cristiana es como una gran mesa a la que están invitados a sentarse, junto con el papa Benedicto XVI, todos los jóvenes del mundo. Unos lo podrán hacer con una presencia más inmediata; otros unidos por vínculos muy diversos desde cualquier rincón del planeta. Ningún joven puede sentirse no invitado; todos pueden, de un modo u otro, participar de este gran acontecimiento universal para escuchar a Cristo, alimentarse de su palabra y dejarse interpelar por Él. Como al joven rico del evangelio, que quiere saber cómo alcanzar la ‘vida eterna’, la felicidad plena, la verdad y la libertad auténtica, Jesús mirará a cada joven en su corazón y les dirá: ‘ven y sígueme’: ‘yo soy el camino, la verdad y la vida’.

Cierto que los jóvenes son los que más padecen por la gran crisis que nos envuelve. Pero, entre los jóvenes, no todo es desánimo, ni resignación inactiva, ni menos relativismo o vacío de gente que no espera nada. Los miles de jóvenes que se reunirán con el Papa en Madrid nos trasmi­ten ya el mensaje claro de una juventud que expresa un deseo profundo de los valores auténticos que tienen su plenitud en Cristo. Cristo es el secreto de la verdadera libertad y de la alegría profunda del corazón.

Con el papa Benedicto XVI yo también os invito a este evento tan importante para la Iglesia universal. Además, quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia, que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros. Y con las palabras de Jesús os digo. “venid y veréis”.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Salió el Sembrador a sembrar

10 de julio de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

El evangelio de este 15º Domingo del tiempo Ordinario nos propone la parábola del Sembrador. Un sembrador salió a sembrar; parte de la semilla cayó en el camino, parte en tierra pedregosa, parte entre zarzas y parte en tierra buena. Sólo la semilla que cayó en tierra buena dio el fruto esperado; el resto se perdió. La semilla es la Palabra de Dios, en último término, es Jesús mismo, el Verbo, la Palabra de Dios, el Hijo de Dios hecho carne. El campo donde es sembrada la Palabra somos cada uno de los oyentes de la Palabra: su fruto depende de nuestra disposición, de la apertura o de la cerrazón de nuestra mente y de nuestro corazón a Dios, a su Hijo, Jesucristo, y a su Palabra. Como ocurre en muchas otras parábolas, también ésta tiene en su conjunto una sola finalidad: ayudar a descubrir el misterio de la persona de Jesús, a acogerlo y a adherirse a él.

Ya en nuestras relaciones humanas, la palabra es un don: es el principal medio de comunicación y de acercamiento entre las personas; es el medio para superar el aislamiento y la posibilidad de comunicación de sí mismo. En definitiva, la palabra es la expresión de nosotros mismos. Dios en su voluntad de comunicarse y darse a la humanidad se ha adaptado a nuestra condición humana: ha roto su lejanía, se ha manifestado y ha expresado su amor a través de la Palabra. Su Palabra es como la nuestra; pero también es mucho más: es una Palabra viva, dotada de poder, fecunda. La Palabra de Dios es vida: por ella se ha creado el mundo de la nada, por ella hemos recibido la salvación y por ella, presente en el sacramento de la Iglesia, somos amados y salvados constantemente.

La Palabra de Dios tiene fuerza: posee una potencia total para transformar los corazones. Pero no olvidemos que Dios y su Palabra no se imponen, sino que sólo se proponen a la aceptación libre del hombre. Por eso no funciona automáticamente, sino que la Palabra de Dios da fruto sólo en aquellos que la reciben sinceramente. Esta nota típica de la predicación cristiana impide la desesperanza y nos sitúa en la humildad: se presenta con toda la fuerza de la verdad y con toda la debilidad de la libertad. De su aceptación o rechazo depende nuestra salvación o nuestra condena eternas: vivir en la amistad eternamente con Dios o vivir eternamente lejos de Dios.

Como toda palabra, también la Palabra de Dios pide y espera la respuesta. La fe nos sitúa en un diálogo. Esta es la cuestión: recibir la Palabra y conscientes de la propia libertad, acogerla: y dejarse guiar y conducir para que sea la luz para la vida y que transforme los propios criterios para establecer un estilo de vida según sus postulados. Esto nos pide delicadeza espiritual y valentía para romper con las cosas que creemos de valor y en realidad no lo tienen.

Durante estas vacaciones sería una buena ocupación volver la mirada a nuestro interior para preguntarnos qué lugar ocupa Dios o qué incidencia tiene su Palabra en nuestra vida. En estos días disponemos de tiempo para la lectura y acogida personal de la Biblia, sobre todo del Nuevo Testamento. No podemos ser pedregal, árbol sin raíces, personas seducidas únicamente por las cosas materiales. De esta manera se ahoga el proyecto que el Señor tiene sobre nosotros. Y este proyecto no se realiza cuando dejamos de ser verdaderos oyentes, cuando no acogemos la Palabra de Dios.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Vacaciones: tiempo de reencuentro

3 de julio de 2011/0 Comentarios/en Cartas 2011/por obsegorbecastellon

Queridos turistas y visitantes:

Sed bienvenidos a nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón con motivo de vuestras vacaciones de verano. Os deseo de corazón que la estancia entre nosotros os ayude a ver realizados los sueños y las ilusiones que no hayáis podido lograr durante el período laboral. Es propio de las vacaciones poder realizar otro tipo de actividad, distinta al resto del año. Disponemos de mucho tiempo y podemos elegir qué hacer con el tiempo disponible. Se puede simplemente matar o emplear bien el tiempo, dejarlo pasar o aprovecharlo de forma enriquecedora.

Las vacaciones ofrecen sobre todo la posibilidad del descanso físico y psíquico; pero también nos ofrecen mucho tiempo para la lectura formativa, para la reflexión, para la convivencia y para el encuentro con la familia, con los amigos y con otras culturas. El tiempo estival, las vacaciones y el ocio son una oportunidad para encontrarse consigo mismo y para mejorar la relación con nuestros semejantes, con los familiares y con los amigos. Los días de vacación ofrecen también más tiempo para compartir con el necesitado y para dedicarlo a Dios: son una ocasión muy propicia para profundizar nuestra relación con Dios y para ahondar en nuestra vida cristiana, acercándonos más a Cristo a través de la oración y los sacramentos.

Las vacaciones no pueden suponer un alejamiento de Dios y de Cristo; al contrario, deben ser tiempo para llenarnos de Dios, para dejarle hablar en nosotros y para sumergirnos en Él. Dios no se toma vacaciones en su búsqueda de amor al hombre y para ofrecerle caminos hacia la felicidad. Las vacaciones pueden ser tiempo excepcional para ir a su encuentro. Y es que en verano tenemos una magnífica oportunidad de ser cristianos y demostrarlo. En la playa, en la montaña, en la serranía, podemos descubrir la presencia de Dios y alabarle por haberla hecho tan hermosa. También en el ocio y en la diversión podemos y debemos vivir la condición de cristiano, sin avergonzarnos de serlo. También en verano, el domingo sigue siendo el día del Señor y tenemos más tiempo para participar en la Eucaristía dominical y para hacerlo en familia.

En los desplazamientos debemos saber conducir y conducirnos con prudencia para no peligrar la propia vida y evitar riesgos a la vida de los demás. Y en el ocio debemos vivir con limpieza de corazón superando el egoísmo y el hedonismo. Pensemos también en quienes no tienen vacaciones. La caridad tampoco toma vacaciones.

La Iglesia de Segorbe-Castellón, su Obispo, sus sacerdotes, sus religiosos y sus seglares os damos una cálida bienvenida y os ofrecemos nuestra fraterna amistad. Tanto las personas como las parroquias nos ponemos a vuestra disposición. Nos encantará informaros de los horarios de culto y del resto de nuestras actividades. Y nos alegrará vuestra participación en las celebraciones litúrgicas. Estamos a vuestro servicio para lo que necesitéis.

De nuevo. Sed bienvenidos y que, con la ayuda y la presencia cercana de la Virgen María, tengáis una feliz y provechosa estancia entre nosotros.

Con mi afecto,

 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Castellón ha vivido un fin de semana repleto de fervor y tradición en honor a su patrona, la Mare de Déu del Lledó, con motivo de su fiesta principal. Los actos litúrgicos y festivos han contado con una alta participación de fieles, entidades sociales, culturales y representantes institucionales de la ciudad, en un ambiente marcado por la devoción mariana y la alegría pascual.
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