Celebración de Pentecostés con las religiosas de la CONFER
Presidida por el Obispo, Mns. Casimiro López Llorente
Ayer, día que la Iglesia celebró la Pascua de Pentecostés, el Obispo de la Diócesis, presidió la solemne Eucaristía de celebración con las religiosas de la CONFER, en el Monasterio del Sagrado Corazón, de las Carmelitas Descalzas, en Alquerías del Niño Perdido.
Tras la proclamación de la Palabra (Hch 2, 1-11 / 1 Cor 12, 3b-7.12-13 / Jn 20, 19-23) D. Casimiro centró su predicación en la llamada de Jesús a sus apóstoles «como Pueblo de Dios en salida hacia la misión». «Todos y juntos» incidió el Obispo, estamos llamados a la misión y, recordando a Santa Teresita, proclamada por el Papa Pío XI, patrona universal de la misiones, dijo que «la misión compete a todos: a los laicos, que son mayoría, a los religiosos y religiosas; todos juntos y unidos bajo la acción del Espíritu Santo estamos llamados a anunciar el evangelio».
La predicación de nuestro Obispo puso el foco «en la fuerza recibida del Espíritu Santo desde el Señor Resucitado para llevar a las personas al encuentro renovador, liberador, sanador y salvador con el Señor». De hecho, recordó el encuentro de los mismos discípulos con el Señor tras 40 días de encuentros y les pide no alejarse de Jerusalén hasta haber recibido al Espíritu Santo.
La Pascua de Pentecostés de hoy (por ayer), dijo D. Casimiro, «viene como un fuerte viento y como llamaradas de fuego, dos signos que debemos recibir también nosotros abriendo nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo para que sea Él quien actúe con la libertad propia de Dios en cada corazón, en cada comunidad y en cada Iglesia».
El soplo del Espíritu Santo implica, dijo el Obispo, «que seamos dóciles porque es un espíritu de verdad, de conocimiento de Dios, de amor, de sabiduría y de consejo». Exhortó también a «dejar que el espíritu nos aliente y dejar que él inflame en nuestros corazones para que la alegría del encuentro con el Señor no quede solo centro de nosotros y como los apóstoles, con la fuerza del espíritu, salgamos de nosotros a la misión».
Ser dóciles, no es fácil, porque supone salir de nosotros mismos, de nuestros egoísmos, de nuestras pequeñeces, pero tal como aconsejó D. Casimiro, «se consigue abriendo nuestro corazón, nuestra mente y nuestra persona a la acción del espíritu, porque solo así podremos salir de nosotros para compartir, para caminar juntos según el carisma, la vocación o el ministerio porque en la diversidad el espíritu siempre crea unidad». Tal como se proclamó en la segunda lectura (1 Cor 12, 3b-7.12-13) «hay diversidad de carismas pero un solo Señor que lo une todo», aclamó el Obispo, quien aseguró que recibimos los dones del Espíritu Santo «para poner al servicio de los demás el bien común que en la iglesia significa para bien de la comunión, no solo en la fe o en la liturgia, sino también en la misión que es única y compartida, independientemente de donde estemos».
El Espíritu Santo, concluyó el Obispo, «aúna la diversidad y se concreta en la Iglesia que es el Cuerpo de Cristo, siempre una y sacrificada por el ministerio pascual, por Cristo Jesús, presente entre nosotros que nos da la fuerza necesaria para seguir caminando, para sentir la cercanía de Dios, que es lo único que cura, que sana, que alienta, que nos defiende ante nuestra dudas, ante la falta de esperanza».
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!