El Nuncio de S.S. en España preside la clausura del Año Jubilar Diocesano en una Solemne Eucaristía
La S. I. Catedral Basílica de Segorbe acogió ayer tarde, con toda solemnidad, la Eucaristía de clausura del Año Jubilar Diocesano con motivo de la celebración del 775º Aniversario de la creación de la Sede Episcopal en Segorbe.
Durante todo este año, como como recordó D. Casimiro ante el Nuncio Apostólico de S.S. «hemos rememorado nuestros orígenes, hemos vivido y sentido el importante legado de fe que nos dejaron nuestros antepasados en la fe con el fin último de, con renovado espíritu, emprender la misión evangelizadora que nos encomienda el Señor».
Antes de dar comienzo la Eucaristía, Mons. Casimiro López agradeció a Mons. Bernardito C. Auza haber acogido su invitación para clausurar este Año de Gracia del Señor. Manifestó su alegría y su gratitud, ante la asamblea, a su hermano en el episcopado, porque en su persona está representado el Papa Francisco y así, dijo, «le damos traslado de nuestro deseo de fortalecer nuestra unión con él, y a través de él, con la Iglesia Universal».
Nuestro Obispo expuso todo lo que ha vivido y sentido durante este año como Pastor de nuestra Iglesia, sobre todo porque «aquí, donde el Señor ha tocado el corazón de muchos peregrinos que han recibido el perdón y la misericordia de Dios», y ese, dijo, es el primer fruto recibido en este año, «habernos abierto a la acción de la gracia del Señor». Se refirió también a otros frutos de caridad como el Complejo Parroquial de los Santos Evangelistas y la Casa de acogida El Pati que se inauguró este sábado y que, siguiendo la encomienda del Papa Francisco, está destinado a la labor social de la Iglesia en favor de los más necesitados y los más vulnerables.
Tras las palabras de nuestro Obispo daba comienzo la Eucaristía ante cientos de files que en este II Domingo de Pascua y de la Divina Misericordia tuvieron la oportunidad de celebrar presencialmente al Señor resucitado, y siempre vivo, para interceder por nosotros en la clausura de este Año jubilar.
Por ello, el Nuncio inició la celebración evocando cómo Dios, por medio del bautismo, nos injertó en la muerte y resurrección de su Hijo y nos otorgó el perdón de todos nuestros pecados, elevando petición al Señor para bendecir el agua con la que posteriormente aspergió a los fieles rememorando así nuestro bautismo.
Tras la proclamación de la Palabra de Dios, el Nuncio Apostólico se dirigió a la asamblea litúrgica. En primer término agradeció a nuestro Obipso la invitación a la solemne clausura «como signo de filial afecto y comunión con el Santo Padre». En esta celebración, recordó, se tuvo presente «a todos los miembros de esta Iglesia Diocesana, en particular a los que sufren, a los que están impedidos y a los más necesitados que siguen la ceremonia a través de los medios de comunicación». Y a todos dio traslado del saludo afectuoso del Santo Padre.
Mons. Bernardito C. Auza, recordó las palabras de la Carta Pastoral de nuestro Obispo en la que nos marcaba los objetivos de este Año de Gracia del Señor. Así se refirió, a la necesidad de «volver la mirada a Dios, profundizar en la alabanza y en la acción de gracias a Dios Padre, cultivar el encuentro personal con Jesucristo y pedir el don de la conversión personal y comunitaria para restaurar la comunión con Dios y con los hermanos». Del mismo modo, recalcó «la necesidad de avivar nuestro compromiso social para curar las llagas de la injusticia».
El Nuncio apostólico hizo hincapié en el lema que nos ha guiado como Iglesia Diocesana este año: «Crecer en comunión para salir a misión», remarcando la necesidad de formar «comunidades cristianas vivas y afirmar el compromiso según el estado y carisma de cada uno por el anuncio del Evangelio».
Amor misericordioso
La clausura del Jubileo ha coincidido con la celebración del Domingo de la Divina Misericordia. En este sentido, Mons. Bernardito Auza, recordó que si el propósito de este año ha sido comprometerse con el anuncio del Evangelio, «la fiesta de hoy no deja de ser una providencia para experimentar, agradecer y proclamar la Misericordia que el Señor ha tenido, y tiene permanentemente con nosotros, infundiéndonos también los rasgos de su corazón compasivo».
Recordó también a San Juan Pablo II, que instituyó este II Domingo de Pascual como el de la Divina Misericordia. «por constituir una acción de gracias por la bondad de Dios», que a través de su Misterio Pascual, «nos ayuda a comprender mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, el Espíritu que nos ha hecho renacer, y la sangre que nos ha redimido». La Iglesia es consciente, continuó, de que «esa inestimable riqueza es un don del Dios de misericordia infinita que recibimos en la vida sacramental, en cada una de vuestras parroquias y comunidades bajo la guarda del Obispo diocesano». Un don, dijo, «derramado y compartido en esta Iglesia local desde hace ya 775 años».
Un don que se alimenta constantemente «en la Sagrada Eucaristía, memorial de la entrega de nuestro Señor en la cruz y que se experimenta en el Sacramento de la Confesión», dijo en alusión a la Palabra proclamada (Juan 20,19-31): «recibid al Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos», y así se refirió a la «misericordia del Señor por instituir este sacramento que nos da su gracia».
La existencia del pecado es una realidad, «pero mayor es la misericordia». Así afirmó que el perdón de los pecados es posible, pero nos exhortó a que «no se endurezca nuestro corazón hasta el límite de no dejar una mínima apertura a la humildad». El perdón está abierto siempre a través del Sacramento de la Reconciliación «porque por el perdón misericordioso de Dios, todos nosotros renacimos». Y esto, resaltó, es precisamente el fin de la fiesta de la Divina Misericordia: «hacer llegar al corazón de todos esta serena convicción que se centra en el constante recuerdo de amor de Dios al hombre al que estamos invitados a reconocer dejándonos amar por el Señor».
En este sentido, manifestó su deseo de que «en el recuerdo de este feliz aniversario infunda en todos vosotros una fidelidad más profunda a Jesucristo y una fe que opera en la caridad y el convencimiento de que Dios tiene su corazón abierto a todos».
Tuvo también un recuerdo para todos los damnificados por el reciente incendio que afectó a diversos municipios de la Diócesis y elevó petición «al amor misericordioso de Dios por todos ellos». Circunstancias como ésta, dijo, nos recuerdan «que no somos poderosos ni autosuficientes, sino que somos vulnerables».
Para terminar elevó súplica a la Virgen María, Madre de la Misericordia para «que nos lleve de la mano hasta esa fuente inagotable del amor misericordioso de su Hijo, para que nos nos apartemos jamás de Él».
Una vez concluida la homilía continuó la ceremonia que, con gran solemnidad estuvo acompañada en la parte musical por el Coro de la Capilla Catedral, el Coro Parroquial del Santo Ángel Custodio de La Vall d’Uixó, y la orquesta «Jubilate Deo» bajo la dirección de Juan Felipe Durá,y el organista Santiago Díaz Santamaría.
La conclusión de la clausura se celebró entonando el Te Deum, un canto de alabanza a la gloria de Dios por ser ésta una gran ocasión en la vida eclesial de nuestra Diócesis. Durante la interpretación, diferentes miembros representantes de la comunidad eclesial, fueron prendiendo incienso en el pebetero como signo de la oración de acción de gracias al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.
Peregrinación a Roma
Antes de la procesión de retorno y de cerrarse simbólicamente la Puerta Santa, Mons. Casimiro López Llorente tomó la palabra para trasladar al Nuncio de S. S. tres ruegos. El primero de ellos que, como muestra de gratitud por su visita, aceptara el presente que se le ha ofrecido en recuerdo de los días que ha compartido con la Iglesia de Segorbe-Castellón: un plato de la Muy Ilustre Cerámica de l’Alcora con el escudo episcopal del Nuncio y el de nuestra Diócesis.
En segundo lugar, transmitir al Santo Padre «nuestro cordial saludo, afectuosa unión, y agradecimiento por la concesión de este Año Jubilar con Indulgencia Plenaria». Y por último, anunció una peregrinación a Roma de clausura del Año Jubilar para manifestar la comunión con el sucesor de Pedro. En este sentido pidió su intercesión para que sea concedida una audiencia privada con el Santo Padre.
La celebración finalizó en el Seminario Diocesano de Segorbe donde se sirvió un ágape en el que participó el conjunto del presbiterado, junto con nuestro Obispo y el Nuncio Apostólico, así como los fieles y las autoridades políticas, civiles y militares.
La celebración fue retransmitida en directo por la 8 televisión, Canal 13 y el canal Diocesano de Youtube.
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