Restauradas dos importantes columnas salomónicas de la parroquia de Llucena, salvadas de la guerra civil española
Con motivo de la celebración de la solemnidad de La Asunción de la Virgen, titular de la parroquia; y tras la Eucaristía del día grande de las fiestas de agosto; la cripta de la iglesia fue el lugar elegido para la presentación, tras su restauración, de dos columnas salomónicas. Tras varias hipótesis todo apunta a que estas piezas en su origen pertenecían a alguno de los retablos del templo parroquial que fueron quemados en la guerra civil española. Por suerte, estas columnas no fueron pasto de las llamas porque alguien las salvó y las guardó en un lugar conveniente. En la actualidad, se encontraban expuestas en el museo parroquial pese a su deplorable estado de conservación. Después de un estudio previo se decidió su conveniente restauración y puesta en valor para su exposición al lado del retablo gótico de San Antonio Abad que se encuentra en el mismo museo.
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Al acto de presentación acudieron el alcalde David Monferrer y los miembros de la corporación municipal así como las reinas de las fiestas, Laura Nebot Balaguer y Lola Felis Nebot; acompañadas por sus respectivas damas de la corte de honor. En una cripta abarrotada de gente que quiso conocer de primera mano los detalles de tan minucioso trabajo de recuperación.
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La restauradora Lucía Perete y su equipo llevaron a cabo los trabajos de restauración de dos de estas magníficas columnas (de las cuatro existentes) que presentaban faltantes por roturas en los voladizos de las decoraciones (condensados de forma exagerada en el capitel de una de las columnas) y en la basa de la misma. Afortunadamente el estado de la madera era bueno (probablemente nogal de las cercanías, homogéneo y resistente). Se observó la pérdida de la mayor parte del dorado en los relieves (concentrada en los más protuberantes, como las uvas y picos de hojas y pámpanos) y escamada y levantada en todo el resto, con inminente peligro de caída. Adivinar la presencia de corlas (barnices coloreados) bajo las capas de suciedad y con el estado oxidado de los barnices generalizados, no era sencillo; fue tras las primeras limpiezas cuando se pudieron vislumbrar, a la vez que se averiguó que el oro usado no era de completa pureza, motivo por el cual lo barnizaron al completo (aunque no se pudo evitar que en algunos puntos se oxidara y aparecieran picaduras negras y cloruros de bronce). En palabras de la restauradora, Lucía Perete, “el estado de conservación de las columnas era realmente alarmante pues no había un centímetro cuadrado que no se encontrara despegado, perdido, quemado u oxidado”.
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Por eso, los trabajos de recuperación se centraron en consolidar, sujetar de nuevo las escamas al soporte de madera y posteriormente su limpieza, quedando la repristinación y el redorado para el final. Previamente, también recomponiendo los faltantes de madera, aplicando por capas sucesivas una masilla específica para ir consiguiendo el volumen y darle poco a poco la forma final.
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Hay que comentar también que las columnas no son exactamente iguales; son piezas elaboradas a mano y aunque con el mismo diseño, cada una es singular.
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Fotos: Juan Bautista Valverde, La Fabriqueta Films y José Querol
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