Ayer regresaron los enfermos, peregrinos y hospitalarios que han participado en la peregrinación diocesana de la Hospitalidad de Lourdes al Santuario francés.
Han sido cinco intensos días que se han preparado como un camino pastoral y catequético que ha tenido como eje central el mensaje que le dio la Santísima Virgen a Bernardita: «Vaya a decir a los sacerdotes que se venga aquí en procesión». Unas palabras que se han dirigido a cada uno de los participantes de esta 66 edición de la peregrinación de nuestra Diócesis.
Casi 500 personas entre enfermos, peregrinos, hospitalarios y sacerdotes han vivido en comunión el encuentro con la Virgen María y, de su mano, con su Hijo, como ha repetido en varias ocaciones durante estos días nuestro Obispo.
Han sido días de oración, de meditación, de reflexión y también de reconciliación que ha abierto los corazones a la gracia del Señor y que viene a culminar un curso pastoral que, habiendo estado centrado en el Primer Anuncio, ha llevado al encuentro con el Señor a tantos necesitados de su misericordia, aún sin saberlo.
Todas y cada una de las celebraciones se ha vivido con intensidad y devoción, lo que ha permitido fortalecer la fe y renovar la esperanza para seguir caminando, como peregrinos, en esta vida que nos llevará, algún día, a la plenitud del amor.
Eucaristía celebrada, esta mañana en Lourdes, con administración de la Unción de Enfermos
A primera hora de esta mañana, enfermos, peregrinos y hospitalarios han acudido a la Basílica del Rosario donde Mons. Casimiro López Llorente ha presidido la Eucaristía Enel transcurso de la cual se ha administrado la Unción de Enfermos.
Con el corazón agradecido por las gracias que cada uno de los peregrinos recibe en esta peregrinación y coincidiendo con la celebración de San Pedro y San Pablo, la peregrinación de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes ha vivido con la esperanza fortalecida la celebración.
Tras la proclamación de la Palabra, la homilía de nuestro Obispo ha recordado, en primer término a Pedro y Pablo como «columnas de la fe sobre la que está basada nuestra Iglesia». Dos apóstoles con personalidades muy distintas, ha remarcado D. Casimiro, «pero Unidos por el Señor para ser sus testigos en el mundo».
La peregrinación se está viviendo desde el encuentro con el Señor, de la mano de María y desde ese encuentro, que está siendo de carácter personal y también comunitario, D.Casimiro ha exhortado a los peregrinos » a seguir las huellas de Pedro y Pablo para, desde nuestra debilidad y fragilidad, dejarnos amar por Dios para que se avive nuestra fé y nuestra confianza en el Señor para que nos alienten nuestro caminar para ser testigos de esperanza allí donde estemos».
En alusión al Evangelio que se ha proclamado, el Obispo ha interpelado a los peregrinos invitándolos a responder la misma pregunta que relata San Mateo: » y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?» para responderla cada uno, desde el corazón y responderla desde la fe y poniendo a Jesús en el centro.
La celebración de hoy tenía para los peregrinos, especialmente para los enfermos, un significado. Mayor si cabe pues en el transcurso de la misma se ha administrado la Unción de Enfermos.
La parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Albocàsser celebró ayer, domingo 23 de julio, la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores con una solemne Eucaristía, presidida por el párroco, D. Gabriel Bettin.
Administró la Unción de los Enfermos. “Los mayores son el sostén y la garantía para mantener las tradiciones, ya que llevan en su mente y en su corazón la sabiduría de la experiencia de la vida. Nuestro reconocimiento y agradecimiento son la mejor prueba de que los tendremos siempre en cuenta y valoramos su entrega y generosidad”, ha explicado D. Gabriel.
La Congregación de Hijas de María Inmaculada, de Vila-real, ha festejado la Virgen de Lourdes en la Arciprestal San Jaime con la celebración de una Eucaristía en la que hubo una elevada participación.
Al ser Ntra. Sra. De Lourdes la patrona de los enfermos, durante la Misa, se administró el Sacramento de la Unción de Enfermos.
Durante la homilía, el párroco, D. Javier Aparici, centró la predicación en los mensajes que la Virgen dio a Santa Bernardita, poniendo de relieve que la felicidad plena la obtendremos en la otra vida. En este sentido se refirió a las dificultades por las que todos atravesamos en la vida, siendo una de ellas la enfermedad y de cómo, desde la fe, se puede afrontar el dolor, el sufrimiento y las dificultades. Recordando a San Agustín advirtió que “nuestro corazón está hecho para el Señor” y solo descansará plenamente cuando se encuentre con Él.
Se refirió también al hecho simbólico de la vela encendida que llevaba Bernardita en uno de sus encuentros con la Virgen y significó como de este hecho nació la costumbre de acudir a la Gruta con las velas encendidas “que nos recuerda el bautismo y cómo el cirio pascual representa la luz de Cristo y que nosotros también hemos de ser luz en medio del mundo” en contraprestación ante el pecado, “fruto del odio y de la maldad” y en nosotros, como cristianos tenemos que ser testigos de esa luz “y reflejarla en todos los que nos rodean”.
Por otra parte, exhortó a los presentes a realizar pequeños sacrificios por la conversión de los pecadores, recordando el encargo expreso de la Virgen a la santa a través de la penitencia y la oración, rezando por todos los que se alejan de Dios. Así puso de relieve “lo hermoso que es el ofrecimiento del dolor de tantos enfermos que vais a Lourdes por la salvación del mundo”.
Santa Bernardita, dijo D. Javier Aparici, se dejó guiar por la Virgen haciendo todo aquello que le había pedido, incluso beber agua con barro y comer hierba, “esas cosas que hechas con los ojos del mundo parecen locuras pero que, hechas con fe, son para la salvación del mundo”. Destacó la valentía de la santa, confiando plenamente en la Virgen y convirtiéndose en “apóstol de la caridad viviendo entregada a esta causa”.
Tras la celebración, se expuso el Santísimo Sacramento ante quienes los presentes se recogieron en oración íntima con el Señor, especialmente los enfermos que recibieron la bendición al igual que se hace en el santuario de Lourdes.
La celebración finalizó con el rezo del Rosario de antorchas en el interior del templo.
Se celebró ayer tarde en la capilla de Santa Bernardita en el contexto de la peregrinación de la Hospitalidad Diocesana
Hoy, a las 9,30h de la mañana, nuestro Obispo presidirá la Misa Internacional en la Basílica de San Pío X
Ayer tarde se celebró, en la Capilla de Santa Bernardita, en el Santuario de Nuestra señora de Lourdes la eucaristía con «Unción de Enfermos» que, presidida por D. Casimiro, estuvo concelebrada por los sacerdotes de diferentes parroquias de nuestra Diócesis que se han sumando a la peregrinación con sus respectivas hospitalidades.
Enfermos y hospitalarios se sumaron con de y devoción a la Santa Misa y acogieron con esperanza las palabras que pronunció nuestro Obispo en la homilía a la luz de la proclamación de la Palabra de Dios.
Una homilía en la que D. Casimiro les exhortó a acoger la invitación del Apóstol Santiago (5, 14-15) de no abandonar al enfermo: «está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá; y si hubiera cometido algún pecado, le será perdonado». Una cita en la que nuestro Obispo puso todo el énfasis por remontarse al mismo Jesús, porque es el reflejo, dijo D. Casimiro, «de la preocupación del mismo Jesús por los enfermos, los débiles y los más frágiles», tal como se acababa de proclamar a través del Evangelio.
A veces nos olvidamos que somos débiles, frágiles y finitos, continuó el Obispo, «algo que es propio de la naturaleza humana y parece que la enfermedad o el dolor aparezcan de repente». D. Casimiro les interpeló preguntando ¿cómo vivir ese dolor que a veces nos desorienta?.
Y es que no siempre sucede cuando nos hacemos mayores, sino que de repente lo vemos en jóvenes o aquellos que aparentemente gozan de buena salud. «La salud no se puede comprar y como Jesucristo, hay que pasar el viacrucis…¿cómo hacerlo?», dijo el Obispo. La respuesta es Jesús, «sabiendo sabiendo que como el Padre se unió a su dolor en la cruz, no nos abandona». Nos exhortó «a seguir confiando en Cristo Jesús porque Él es el camino, la verdad y la vida».
Tanto en la salud como en la enfermedad, «la Iglesia y el Señor nos piden fijar nuestra mirada en Él porque es quien sana, quien consuela y quien alivia». De esta forma, con la Unción de Enfermos que administró el Obispo y los sacerdotes concelebrantes, se oró en comunión «para que el Señor se haga presente en vuestra vida y os de la paz de aquel que se siente siempre amado por Dios y nunca abandonado por el Señor». Ese es el mayor don que puede ofrecer la Iglesia, «sentirse acompañados por el Señor a través de la Iglesia, de los sacerdotes, de las comunidades parroquiales».
Oraron también por la salud espiritual y corporal de los enfermos peregrinos y los de toda nuestra Diócesis que por diferentes circunstancias no han podido viajar hasta Lourdes y que todos se sientan «aliviados en vuestro dolor sabiendo que no estáis solos y que la Iglesia está con vosotros, pues el mayor dolor es el que surge de sentirse solo y abandonado».
Nuestro Obispo puso todo ello «en manos de María, la Virgen de Lourdes, que vela por cada uno de nosotros, que se compadece de nosotros, que sufre por nosotros y, en cualquier caso dirige nuestra mirada a su Hijo que es el camino, la verdad y la vida».
Al finalizar la Eucaristía y antes de dar la bendición, nuestro Obispo ha tenido palabras de recuerdo para todos aquellos que años atrás participaban en la peregrinación y que en estos años de pandemia gozan de la vida eterna, entre ellos el anterior Consiliario de la Hospitalidad Domingo Galindo, y Mosén Joaquín esteve, Párroco de Joaquina Vedruna.
Procesión de las antorchas
Tras la Eucaristía tuvo lugar la cena y a continuación la Hospitalidad Diocesana, con nuestro Obispo a la cabeza como Pastor de nuestra Iglesia y los sacerdotes que participan en esta peregrinación acudieron a la Procesión de las Antorchas y el Rezo del Santo Rosario que se vivió con especial devoción en la explanada del Santuario.
Por ser martes, se meditaron los Misterios Dolorosos:
Primer Misterio Doloroso: La oración en el Huerto
«Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: «Sentaos aquí mientras voy a orar». Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo». Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú»» (Mt 26, 36-39).
Segundo Misterio Doloroso: La flagelación de Jesús atado a la columna
«Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado» (Mt 27, 26).
Tercer Misterio Doloroso: La coronación de espinas
«Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en su mano derecha una caña, y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «Salve, Rey de los judío»». (Mt 27, 27-29)
Cuarto Misterio Doloroso: Jesús con la Cruz a cuestas camino del Calvario
«Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Lo condujeron al lugar del Gólgota, que quiere decir de la «Calavera»» (Mc 15, 21-22).
Quinto Misterio Doloroso: La crucifixión y muerte de Jesús
«Llegados al lugar llamado «La Calavera», le crucificaron allí a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen»… Era ya eso de mediodía cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la media tarde. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito dijo: «Padre, en tus manos pongo mis espíritu»y, dicho esto, expiró» (Lc 23, 33-46).
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