El Obispo, D. Casimiro, ordena a tres nuevos diáconos: “Toda vuestra vida será desde hoy servicio”
Esta mañana, la S.I. Catedral de Segorbe se ha vestido de fiesta para acoger la ordenación de tres nuevos diáconos para la Iglesia de Segorbe-Castellón. El Obispo, D. Casimiro López Llorente, ha ordenado diáconos a David Vázquez, Wilson González, Jae Kang Albino Hong, del Seminario Diocesano, Internacional y Misionero “Redemptoris Mater”.
Al inicio de la homilía, el Obispo se ha unido a la alegría de los tres seminaristas y sus familias, y ha alabado a Dios “por vuestra vocación sacerdotal y por vuestra ordenación diaconal”, sobre todo “en estos tiempos de escasez vocacional”, por lo que nuestra Iglesia “se ve de nuevo agraciada y enriquecida en vuestras personas, Dios no nos abandona nunca”.
También ha expresado su agradecimiento al Señor por cuidar de ellos “durante todos estos años de formación en los que habéis sabido acoger, discernir y madurar su llamada”, les ha dicho, signo de “la acción amorosa y misericordiosa de Dios”, que les “ha ayudado a superar miedos y temores”.
“Habéis ido descubriendo, cada uno con su historia personal, con vuestras dudas, resistencias y huídas en algún caso, que Dios os había elegido desde siempre para ser sacerdotes; no por vuestros méritos ciertamente, sino por pura gracia”, ha dicho dirigiéndose a ellos.
A raíz de la primera lectura proclamada (Jr. 1,4-9), les ha alertado de que “puede que os embargue también el miedo, miedo ante vosotros mismos por vuestras limitaciones y debilidades, miedo ante la misión en un mundo secularizado y la debilidad de nuestra Iglesia en muchos de sus miembros y comunidades, miedo ante un ambiente cada vez más indiferente ante Dios y hostil frente a su Iglesia”, y ante ello les ha recordado las palabras del Señor a Jeremías: “No les tengas miedo, que yo estaré contigo para librarte”.
Pues “Dios, que os concede el don del ministerio diaconal, os dará también la fuerza para poder vivirlo”, aunque para ello “es necesario acoger y vivir hoy y siempre la vocación y el ministerio con el temor de Dios, para que os sintáis siempre pequeños y pobres ante Dios, para que seáis conscientes hoy y siempre de vuestra flaqueza y debilidad ante la grandeza de Dios y de la misión”.
Mediante la imposición de las manos del Obispo “el Señor va a enviar sobre vosotros su Espíritu Santo y os va a consagrar diáconos”, les ha explicado. Este sacramento “es una gracia que no sólo os capacita para una misión, sino que toca vuestro propio ser, haciendo de vosotros un hombre nuevo”. “Toda vuestra vida será desde hoy servicio”, y “lo que sois, lo que pensáis, lo que sentís, lo que tenéis, incluso lo que esperáis llegar a ser, ya no es vuestro, es del Señor, y en Él, de los hermanos”, ha proseguido nuestro Obispo, invitándoles a seguir el ejemplo de Cristo.
Como servidores de la caridad, “los pobres no os pueden ser ajenos, forman parte de la esencia de vuestra vocación y ministerio diaconal”, pues “ciertamente hoy la pobreza se manifiesta en rostros muy diversos, y vuestra misión es descubrir esos rostros y servirlos como lo hace el mismo Señor, servirlos como serviríais a Cristo, con entrega y delicadeza, con tiempo y con paciencia, con acogida y compasión”.
También serán servidores de la Palabra de Dios, “que habréis de proclamar de un modo creíble”, “pasando por vuestros ojos al leerla, por vuestros oídos al escucharla, por vuestra inteligencia al estudiarla, por vuestro corazón al contemplarla, y por toda vuestra persona al asimilarla y hacerla vida”.
Como servidores en la Eucaristía, “a partir de ahora acompañaréis al Obispo y a los presbíteros en la celebración eucarística”, que es “expresión del amor entregado y servidor de Jesucristo”. “Adorad a Cristo en el servicio eucarístico que vais a ejercer, y recordad que sólo se adora en el amor”, les ha recordado.
“Dentro de un instante vais a prometer obediencia a vuestro Obispo”, les decía, y “ser obediente no está en las palabras, se lleva en el corazón, pues se es obediente en el abandono a la voluntad de Dios, en la aceptación de sus planes que no coinciden con los nuestros, en la renuncia a mis preferencias para afirmar con mi vida y mi actitud la primacía de Dios”.
En relación a la promesa de celibato, ésta “será para vosotros símbolo, y al mismo tiempo estímulo de vuestra caridad pastoral y fuente peculiar de fecundidad apostólica en el mundo”, y gracias a ella “os resultará más fácil consagraros, sin dividir el corazón, al servicio de Dios y de los hombres, y con mayor facilidad seréis ministros de la obra de la regeneración sobrenatural”.
Por último, D. Casimiro les ha animado a perseverar en la oración, pues “vuestra oración diaria, unidos a toda la Iglesia, aunque la hicierais solos, es expresión de intimidad con el Señor y de amor a vuestro pueblo”. “Rezad cada día con pausa y devoción la oración de la Iglesia, que tiene como centro la Eucaristía, y que consagra a Dios nuestro esfuerzo cotidiano ofreciéndole nuestro tiempo, y en él nuestra vida”.
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