Vigilia de Espigas en el Año Jubilar Diocesano
Tuvo lugar anoche en Segorbe organizada por la Adoración Nocturna de la Diócesis de Segorbe-Castellón
La tarde-noche de ayer sábado se celebró en la Catedral Basílica de Segorbe la Vigilia Diocesana de Espigas en el contexto del año Jubilar Diocesano que estamos celebrando con motivo del 775 Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe. Estuvo presidida por el obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente.
Cientos de participantes se congregaron a las 21.30 horas en la Capilla del Seminario Diocesano donde tuvo lugar el rezo del Santo Rosario, a lo que prosiguió la procesión de las banderas hasta la Santa Iglesia Catedral Basílica, entrando por la Puerta Santa, donde se rezaron las vísperas, celebrándose posteriormente la Eucaristía. Durante la homilía el Obispo centró su predicación en la «Eucaristía como fuente permanente de la comunión y de la misión». En la Eucaristía, dijo D. Casimiro «Cristo Jesús se queda con nosotros, para que sintamos su presencia y vayamos a beber a la fuente de la comunión para salir a la misión».
La Vigilia de las Espigas, «nos ofrece una oportunidad para afianzar nuestra fe», que es a lo que exhortó ayer noche nuestro Obispo, «para contribuir a nuestra Iglesia todos quienes la integramos». Tuvo palabras especiales para el conjunto de adoradoras y adoradores, a quienes pidió que sigan contribuyendo «a que nuestra Iglesia diocesana sea signo e instrumento de comunión». Una comunión que se realiza, dijo D. Casimiro, «cada vez que celebramos la Santa Misa, que es la fuente permanente de comunión».
En la comunión Eucarística nos unimos al Señor para unirnos con Dios Padre y Dios Espíritu, y «a través de Él entramos en comunión con Dios porque todos comemos del mismo pan y bebemos de un mismo cáliz». En su exhortación nos invitó a la fraternidad y a la comunión con los hermanos pues «la Eucaristía nos interpela constantemente a dejarnos amar por Dios para darnos a los demás alejándonos de las rencillas, los rencores, las envidias, y de todo aquello que no deje traslucir el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros».
En este sentido, se refirió a la necesidad de renovarnos y avivar nuestra fe para «ser fermento de comunión en el mundo, de fraternidad, de paz, de concordia, de humanidad, y de caridad a los demás». Recordó las últimas palabras de Jesús, asegurando que no se despedía de sus discípulos sino que les estaba «enviado a la misión y a ser testigos de de lo que habéis escuchado, celebrado y compartido», dijo D. Casimiro refiriéndose a la Última Cena. Y así, en cada Eucaristía «cada uno de nosotros somos convocados para ser enviados a la misión». Nos exhortó a no vivir para nosotros mismos, sino como el mismo Señor que se hizo hombre, y «llevar el Evangelio a todos, llevar la cercanía a la misericordia de Dios a todos».
Fue una Eucaristía renovadora en la que, «en este año de Gracia del Señor» en el que tenemos la oportunidad de ganar la Indulgencia Plenaria, nuestro Obispo insistió en la necesidad de acudir a cada Eucaristía «limpios, pero también a curar y sanar las heridas para que todo residuo de pecado sea purificado y nos unamos cada vez más a Dios». Porque, destacó, «cuando ponemos a Dios en el centro de nuestra vida no nos quita nada, nos lo da todo». Con Dios en nosotros «no hay que tener miedo porque nos envía su espíritu para que salgamos a la misión y a anunciar a Cristo Jesús».
Tras la Eucaristía tuvo lugar la Procesión del Santísimo por las calles del casco antiguo de Segorbe con la bendición de los campos en la Plaza del Santo Ángel Custodio. A continuación se celebró la Vigilia de Espigas con un único turno de vela. La celebración finalizó con el rezo de las completas, la bendición y la reserva del Santísimo y el canto de la Salve a la Santísima Virgen.
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