El Obispo, D. Casimiro, en la Jornada Sacerdotal: “Nuestra Iglesia y nuestro mundo necesitan pastores santos, hombres de Dios”
Esta mañana, la Concatedral de Santa María, en Castellón, ha acogido la Jornada Sacerdotal en la que los sacerdotes de la Diócesis han celebrado la Eucaristía, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente. También han renovado las promesas sacerdotales, ya que no pudieron hacerlo en la Santa Misa Crismal de este año. Todo ello tras una breve charla que ha impartido Agustín Sánchez Manzanares, Delegado episcopal para el Clero de la Diócesis de Orihuela-Alicante.
Con esta Jornada se inicia el segundo momento de reflexión sobre la vida y el ministerio de los sacerdotes. Así, tras haber reflexionado sobre la dimensión humana, en el curso pasado, en este nuevo curso se inicia también la reflexión sobre la dimensión espiritual.
También este era el motivo por el que Agustín Sánchez ha dirigido una reflexión sobre la Espiritualidad del Sacerdote Secular Diocesano, dividida en cuatro consideraciones a modo de meditaciones sacerdotales en torno a la configuración del presbítero con Cristo: el fundamento, la vivencia, el hoy y el discernimiento de la espiritualidad sacerdotal.
“Sin duda que es un tiempo de gracia para cada uno de nosotros y para nuestro presbiterio diocesano, en el cual Dios, nuestro Padre, nos ayudará a vivir una mayor intimidad con Él para crecer en el don y tarea que nos ha encomendado”, decía D. Casimiro en el inicio de la homilía.
Tal y como dijo el Papa Francisco en su primera Misa Crismal, “`somos ungidos para ungir´”, “ungimos ensuciándonos las manos al tocar las heridas, los pecados y las angustias de la gente, perfumándonos las manos al tocar su fe, sus esperanzas, su fidelidad y la generosidad incondicional de su entrega”, ha continuado el Obispo, pero para ello “necesitamos experimentar antes cómo Dios nos sigue ‘ungiendo’, nos sigue amando”, ha recordado al presbiterio diocesano.
“Jesús espera de nosotros una respuesta de amor a Él y, en Él, a quienes nos han sido confiados”, ha indicado al hacer referencia al Evangelio proclamado, “`Simón, hijo de Juan, ¿me amas?, apacienta mis ovejas´”, y este es “el núcleo y la fuente de nuestra espiritualidad sacerdotal, un amor sin fisuras al Buen Pastor, Sumo y Eterno Sacerdote”.
También ha recordado la importancia de la oración, “es en la intimidad con Jesucristo en la oración personal y reposada, en la Eucaristía y en la adoración, donde se aviva en nosotros la necesidad interior de ungir a nuestro pueblo predicando a Jesucristo, hasta poder decir como San Pablo, `No tengo más remedio, ¡ay de mi si no anuncio el Evangelio´”.
“Nuestra Iglesia y nuestro mundo necesitan maestros del espíritu y testigos creyentes”, les ha exhortado, “nuestras comunidades, nuestros niños, adolescentes y jóvenes, nuestras familias, nuestros sacerdotes jóvenes y seminaristas esperan que nosotros los sacerdotes seamos referentes claros de Jesucristo y de su Evangelio”, en definitiva “necesitan pastores santos, hombres de Dios”.
“El Señor espera de nosotros una fidelidad evangélica”, ha continuado, a la vez que se ha mostrado agradecido a Dios “por tantos y tantos sacerdotes que la viven”. “El Espíritu Santo extrae siempre nuevas y crecientes respuestas de fidelidad, cierto que no serán impecables, tendrán sus defectos y debilidades, pero quieren empezar cada día”.
Al final de la homilía ha querido felicitar a aquellos sacerdotes que cumplen sus bodas de oro: Miguel Llopis Almiñana, Joaquín Zarzoso Badenas y Manuel Pérez Pérez. También a aquellos que cumplen las de plata: Josep Miquel Francés Camús y José García Fernández. Y por otra parte ha felicitado a los neopresbíteros: César Igual, Ion Solozábal y Jesús Chávez, así como a Miguel Ocaña González, de la Prelatura del Opus Dei.
Por último ha recordado y ha pedido oración por los sacerdotes fallecidos desde la última Misa Crismal: Ricardo García Cerdán, Baltasar Gallén Olaria, José Blasco Aguilar y Roque Herrero Marzo.
D. Casimiro ha ofrecido la Misa por D. Antonio Algora, que falleció la semana pasada víctima del coronavirus. Fue obispo de la Diócesis de Teruel-Albarracín y posteriormente de la Diócesis de Ciudad Real hasta su retiro, pasando a tener la condición de obispo emérito.
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