Valores del cristianismo. El cristianismo es civilización
DESARROLLO TEÓRICO
Como señala San Agustín, estamos viviendo en un antagonismo irreconciliable entre dos modelos de hombre, el que se ama a sí mismo hasta el desprecio a Dios, el que busca construir la ciudad terrestre, y el que ama a Dios y busca construir la ciudad celestial.
La presencia del virus entre nosotros, no ha hecho más que hacer evidente estas palabras de San Agustín.
Hoy día, sin que trascienda en los medios de comunicación, en los centros hospitalarios y científicos se está produciendo con virulencia un fuerte enfrentamiento entre lo que se podría denominar sector científico y sector epidemiológico, dos antagonismos entre ciencia y política, en donde la parte social de la medicina pretende silenciar a la parte científica de la medicina. ¿Qué debe prevalecer la búsqueda de la verdad científica o la alienación de una sociedad?.
De este debate ha trascendido la sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, que obliga a reabrir los servicios de bares y cafeterías en base a que el criterio epidemiológico no es científico, con fuerte contestación de dicho sector médico.
Resulta central para entender lo que sucede, él célebre debate denominado “disputa del positivismo”, que tuvo lugar en octubre de 1961 en Tubinga, durante la celebración del congreso de la Sociedad Alemana de Sociología, entre Adorno y Popper.
Adorno perteneciente a la escuela de Frankfurt incide en el concepto marxista de alienación aplicándolo al estudio de las sociedades contemporáneas, un modelo que despersonaliza al individuo.
Popper es partidario del liberalismo político, es favorable a la intervención del estado en la protección de los intereses de los más desfavorecidos; su racionalismo crítico apuesta por teorías científicas cada vez mejores; defiende la idea de una sociedad abierta basada en la libertad y cada vez más alejada de la injusticia.
La disputa se inscribe en el problema del método científico de las ciencias sociales, y la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu. Tradicionalmente se adscribe a las ciencias de la naturaleza la función de describir y explicar hechos, mientras que se atribuye a las ciencias sociales la función de aplicar valoraciones o valores.
Según Popper, todas las ciencias tanto las de la naturaleza como las de la sociedad, deben atenerse al mismo método: 1) Proposición de hipótesis; 2) Contrastación por los hechos. Y las hipótesis que no superan la prueba de los hechos han de ser desechadas como no científicas. De estas dos fases, la verdaderamente científica es la segunda: el intento de contrastarla. Una teoría será tanto más válida cuento más confirmada sea, es decir, cuento más exitosamente haya resistido todos los intentos de contrastarla, de demostrar que es falsa. Por tanto, una teoría no puede ser nunca definitivamente justificada, sino sólo confirmada en un mayor o menor grado.
Desde el fracaso del comunismo como sistema político basado en la lucha de clases. Los pensadores de la Escuela de Frankfurt, aunque estaban convencidos de que Karl Marx había ofrecido un análisis agudo de los males del sistema capitalista y había propuesto una alternativa atractiva y aparentemente viable que luego fue trágicamente distorsionada y traicionada en la Unión Soviética, pensaron que Marx se equivocó al dar demasiada poca importancia a fenómenos culturales, a la familia y la religión, en definitiva al hombre.
Los pensadores de la Escuela de Frankfurt estaban convencidos de que, para cambiar radicalmente la sociedad capitalista, había que preparar el terreno para la futura revolución socialista, desmantelando los pilares culturales de las sociedades occidentales, una estrategia que algunos han llamado marxismo cultural.
Algunas de las críticas de nuestra sociedad occidental y capitalista que hicieron estos pensadores siguen siendo muy relevantes y acertadas. A nivel económico, criticaron duramente un sistema capitalista que, a pesar de su indiscutible habilidad de generar riqueza, parece cada vez menos capaz de repartirla con un mínimo de equidad y justicia y convierte a los seres humanos en unos consumidores que, manipulados por técnicas sofisticadas y omnipresentes de la publicidad, buscan constante y frenéticamente una felicidad en una serie de compras innecesarias. Tristemente, esta fiebre consumista no se traduce en felicidad, sino en un estado permanente de insatisfacción.
Marcuse, el pensador más alabado en el mayo del 68, pensó que sufrimos un exceso de represión sexual en nuestra sociedad, un exceso que el sistema capitalista necesitaba y aprovechaba para mantener a los obreros disciplinados y controlados. Marcuse abogó por lo que él llamó una “perversidad polimórfica”. La esperanza de Marcuse era que, una vez despertadas de la letargia de su falso bienestar, las masas canalizarán las energías liberadas en una actividad política y harían la revolución que traería el Paraíso de la felicidad a la tierra. Y afirma que si toleramos ideas regresivas o reaccionarias, estamos perpetuando el status quo, con todas sus injusticias y limitaciones, por lo que aboga por una intervención mediante el control del pensamiento.
En su libro, “1984”, George Orwell habló de la existencia de la “policía del pensamiento” en la sociedad distópica descrita en el libro. Actualmente, este concepto del control del pensamiento de una población entera por parte de una autoproclamada élite, en la forma de la dictadura de lo políticamente correcto, se ha trasladado del mundo de la ficción a la realidad. De poco sirve un tratamiento tremendamente eficaz contra una enfermedad si su elevada toxicidad provoca la muerte del paciente. Hay otras formas de corregir los abusos y las injusticias de un sistema capitalista salvaje y un consumismo galopante.
Como dejó claro el Papa Benedicto XVI, tenemos que comportarnos moralmente en la política y la economía, igual que en cualquier actividad humana. Quizás debamos mirar las tradiciones éticas judeocristianas y los positivos efectos sociales de una familia sólida y comprometida como parte de la solución y no, cómo pensaron los pensadores de la Escuela de Frankfurt, como parte del problema.
EL CRISTIANISMO ES CIVILIZACIÓN.
En Medicina hay cuatro principios bioéticos, el “primun non nocere” la no maledicencia, de origen griego, el de “Beneficencia” cuyo origen es el cristianismo, la “Autonomía” como resultado de conquistas sociales y el de “Justicia” promovido por organizaciones civiles. Hoy día estamos asistiendo a una confrontación entre estos principios y se utiliza el principio de autonomía para cercenar el principio de beneficencia, en lugar de coexistir los cuatro principios de forma armónica.
Una expresión más de esta lucha por imponerse la ciudad Terrenal a la ciudad de Dios, lo constituye la crisis de valores que está surgiendo en la relación médico-paciente. En estos momentos el principio bioético de Beneficencia está en crisis, se evita plantear la pregunta de en qué puedo beneficiar al paciente y se omite aplicar un beneficio para el paciente convertido en usuario.
Debemos sentirnos orgullosos de la aportación del cristianismo y su anhelo por buscar un beneficio a todo ser humano que sufre. No quiero con esto prescindir de los otros valores o principios, sino que coexistan todos en una dimensión armónica buscando el mejor interés del paciente. Es más, con la aplicación de la ley de la eutanasia, no solo se atenta contra el principio de beneficencia renunciando a potenciar las unidades de cuidado paliativo, sino que se va contra el “primun non noceré”, promoviendo maledicencia hacia el paciente.
Quiero señalar un ejemplo de cómo los valores del cristianismo, en la Valencia del siglo XV fueron capaces de crear el primer hospital psiquiátrico del mundo, historia que hay que conocer y entender en el contexto que se produce para sentirnos orgullosos de nuestros valores, para recuperar fuerza y entereza en la lucha a la que nos enfrentamos.
La historiografía oficial de la psiquiatría señala que antes los enfermos mentales no se trataban y que Philippe Pinel (1745-1826), ha pasado a la historia por haber sido el primero que liberó de sus cadenas a los enfermos mentales de los hospitales de Bicetre en 1773 y de la Salpetriere en 1795 de Paris, para ofrecerles un tratamiento moral, que busca reinsertar al enfermo en la sociedad y crear una pequeña ciudad con sus talleres, iglesias para la rehabilitación de los enfermos. Este instante es recogido por los cuadros de Charles Muller y Tony Robert-Fleury y Pinel ha pasado a la historia por ser el padre de la psiquiatría moderna. Después estas ideas se difunden en Inglaterra fundándose en York otro hospital con las mismas características, en Estados Unidos y el resto de Europa. Esta no verdad tiene como objetivo exaltar los valores de la Revolución Francesa.
Porque la verdad es que las cosas no fueron así. En 1791 el Comité de Medicina de Paris recomendó a Giuseppe Iberte un informe sobre el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza. Para ello se desplazó a Zaragoza y se piensa qué con él Pinel y un médico escocés, posiblemente William Cullen, el creador del término neurosis.
El informe Iberti proporciona una información sobre el funcionamiento del hospital de Zaragoza: “En cuanto a los tratamientos se emplean los baños pero estos remedios son por lo general infructuosos. Es difícil aplicarles remedios durante los accesos, sobre todo las sangrías; el medio más eficaz es la ocupación o un trabajo que ejercite sus miembros. La mayor parte de los enfermos se emplean en talleres u oficios de la casa y curan en general. Los empleos que se dan son el de limpiar la casa, a excepción de las salas de enfermos, llevar el agua, el carbon, la leña. Se les emplea en la cosecha, trilla, vendimia, en la recolección de la oliva, en arrancar las malas hierbas del campo, se les encarga llevar enfermos y heridos en camillas, todo ello bajo la supervisión de un guardián que se llama “padre.”
Continua, “Para que se pueda admitir un enfermo en ese hospital hace falta que se presente un certificado firmado por los oficiales de justicia, el cura, el médico del lugar, con la declaración de indigencia del enfermo y de sus familiares”.
El propio Pinel en su tratado de la Manía (1809) dice: “Tenemos que envidiar a una nación vecina un establecimiento que no sabré alabar debidamente y que es superior a todos los de Inglaterra y Alemania. La España tiene abierto en Zaragoza un asilo para todos los enfermos de todos los países, de todos los gobiernos y de todos los cultos, con esta sencilla inscripción: Urbi et Orbis. El trabajo mecánico no ha sido el solo objeto de la atención de los fundadores del establecimiento, sino que han buscado además una especie de contrapeso a los extravíos del alma, en el deleite que inspira el cultivar los campos valiéndose del instinto natural que induce al hombre a hacer fecunda la tierra y a socorrer de este modo sus necesidades con los frutos de la industria. Desde la mañana se ve que unos van a sus respectivos talleres, otros desempeñan oficios de la casa y otros repartidos en cuadrillas bajo la dirección de capataces inteligentes e instruidos, se distribuyen alegres por varias partes de un vasto recinto anejo al hospital. La jornada transcurre en una actividad continua, interrumpida por intervalos de descanso, y la fatiga procura el sueño y la calma en la noche. Nada es más frecuente que las curaciones que tiene lugar en esta vida activa. La experiencia ha mostrado en este hospital que estos son los seguros y eficaces medios para curar un enfermo…”
El hospital tenía dos médicos residentes en el propio centro, nombrados por oposición, los cuales tenían la obligación de visitar al enfermo dos veces al día entre las 7 y las 8 de la mañana y entre las 2 y las 3 de la tarde; sólo se aplicaba tratamiento farmacológico a los muy coléricos, el personal de vigilancia lo componían un padre mayor y varios padres menores, un eclesiástico, la mujer del padre mayor ejercía de madre principal de las mujeres. Este hospital se fundó en 1425 y ejercía las recomendaciones de Pinel casi 400
años antes.
Pero no es solo Zaragoza. El 1 de junio de 1410 se inaugura en Valencia el Hospital d´Innocents, Folls i Orats bajo el amparo de la Virgen Santa Maria dels Innocents, que posteriormente devengaría en la Virgen de los Desamparados. Es el primer hospital del mundo destinado al tratamiento de los enfermos mentales. El impulsor de ello fue Fray Joan Gilabert Jofré en un sermón realizado en la Catedral de Valencia y que fue escuchado por Lorenzo Salom quien junto a otros comerciantes recogieron fondos para crear esta obra, se convirtió en el primer gerente del hospital.
El padre Jofré Nació en Valencia estudió leyes en Lérida y entro en la orden Mercedaria; fue compañero de San Vicente Ferrer, el viernes 24 de febrero de 1409 en la antigua calle Platerías de Valencia cerca de la iglesia de Santa Catalina, le llamó la atención un alboroto, un grupo de jóvenes golpeaba y se burlaba de un hombre perturbado, al que gritaban “al loco, al loco”. Se interpuso entre los agresores y el agredido, protegió al hombre y se lo llevó a la residencia mercenaria, donde le dio cobijo y curaron sus heridas.
En el Hospital de Valencia el Clavario u Hospitaler (el primero fue Lorenzo Salom), era el que se encargaba del centro y recogía a los enfermos, se le llama el padre de los pobres, se les daba techo, comida, calor, se les protegía de los malos tratos, el tratamiento giraba entorno a la terapia ocupacional, los varones en la huerta y las mujeres tejiendo. Aparecieron la distinción entre curables e incurables, por que los que pudieron eran objeto de mayores esfuerzos terapéuticos. El hospital alcanzó gran fama y Lope de Vega tiene una obra dedicada a él en la que señala “Tiene Valencia un hospital famoso, adonde los frenéticos se curan con gran limpieza y celo cuidadoso,”.
Esta corriente de atención humana al enfermo mental, se imbrica en una larga tradición típicamente española de consideración humanitaria hacia la locura y la enfermedad mental. Sus hitos mas importantes son la devoción a los santos Cosme y Damián (siglo IV), los escritos de San Isidoro de Sevilla (siglos VI-VII) o las previsiones de protección jurídica del loco en las Siete Partidas de Alfonso X «el Sabio» (siglo XIII). En ellas la responsabilidad del privado de razón era equiparable a la del menor de edad (sicut infantes) que aún no la había alcanzado. A ello se suma el papel de las órdenes monásticas, la caridad de los nobles y de los ricos burgueses, los legados de particulares que habían hecho voto de pobreza; todo ello produjo una súbita floración de instituciones caritativas.
Esta corriente de atención al enfermo mental profundamente humana, respetuosa con la libertad y la dignidad de la persona humana que nace en Valencia pronto se extiende por
toda España y en el siglo XV se fundan hasta 8 hospitales de estas características entre ellos el de Zaragoza en 1425 ya mencionado.
Fray Bernardino Álvarez, conquistador, militar, jugador, embaucador, comerciante y finalmente religioso funda en la ciudad de Méjico en 1567 el hospital de San Hipólito para
“curar locos” y en pocos años funda hasta 10 hospitales más como por ejemplo Acapulco, La Habana, Los Ángeles. Se trataba de una red de centros hospitalarios que atendían a todo tipo de personas de diferentes razas y profesiones y aún existen los registros de los ingresados.
La perspectiva profundamente humana de atención al enfermo mental se anticipa en cierta manera a la corriente doctrinal especialmente respetuosa con la libertad y la dignidad
de la persona de la Escuela de Salamanca, nacida en su primera cátedra de teología de 1416 (Bula Sincere de Benedicto XIII reorganizando los estudios salmantinos), que se caracteriza por sus aportaciones a la ética y al derecho desde el plano teológico. Allí se suceden dos cátedras (Prima y de Vísperas) de teología. Fueron ocupantes de la primera: Francisco de Vitoria (1526-1546), Melchor Cano (1546- 1551), Domingo de Soto (1552-1560), Pedro de Sotomayor (1560-1564), Mancio de Corpore Christi (1564-1575), Bartolomé de Medina (1576-1581) y Domingo Báñez (1581- 1604). La misma piadosa comprensión hacia los enfermos mentales se manifiesta además con gran vigor en los escritos de Luís Vives (1492-1520), que pide que los locos sean tratados con caridad y que se les alimente e instruya bien.
La auténtica revolución del hospital de Valencia la ha señalado el psiquiatra Marco Merenciano: «En este momento histórico y en este ambiente, un frailecito se atreve a decir que los locos son enfermos y que deben ser recogidos en un hospital para su curación. Este hecho insólito es lo más revolucionario que pudiera darse en aquellos días
El padre Jofré colocó en el Capitulet, un pequeño oratorio construido junto al Hospital, donde desde 1411 se reunían los cofrades a deliberar, una imagen de la Virgen. Según la tradición, en el año 1414 tres peregrinos jóvenes se ofrecieron como escultores para tallarla. Los tres viajeros le expusieron que en tres días podían esculpir una imagen de la Virgen si les daban un lugar dónde hacerlo y comida. Fueron colocados en el lugar conocido como la Ermita. Pasados cuatro días y al no oírse ningún ruido, unos cofrades forzaron la puerta y encontraron la imagen de la Virgen María. Los peregrinos no estaban por ninguna parte y en ese momento la mujer del cofrade recuperó la vista. Por eso se corrió la voz que la imagen «la feren els ángels».
En 1416 el rey Alfonso V el Magnánimo autoriza «que la imagen de la Virgen María que se construya como titular de la referida entidad pueda llevar acomodados entre los pliegues de su túnica a dos inocentes de los sacrificados por Herodes». La imagen se convertiría en la Mare de Déu dels Folls, Innocents i Desemparats. De allí nació el fervor de los valencianos por la que se convertiría en su Patrona. La imagen se veneró en ese mismo lugar hasta su traslado a la Catedral en 1487.
En 1646 una epidemia se extendió por la ciudad, afectando incluso al virrey, el Conde de Oropesa, el cual se encomendó a la Virgen de los Desamparados a raíz de lo cual cesó la epidemia. Esto determinó consagrarla Patrona de la ciudad y del Reino y que se le construyera en 1667 el templo, hoy Basílica, junto a la Catedral. Concluida la nueva capilla, se celebraron las fiestas de traslado de la imagen a la actual basílica. La imagen es muy bella, mide siete palmos valencianos de altura. Como estaba previsto que se depositara sobre lo alto del patio donde estaban los pacientes está inclinada hacia delante. Por eso se la conoce como «La Geperudeta» o «La Ceperuleta», («la Chepuda»). Bajo el manto se cobijan dos niños, cada uno con una herida en el cuello. Son los Santos Inocentes. Sobre el féretro de los pacientes se ponía su imagen al ser enterrados.
Dr. Ramón Palmer Viciedo
Nací en Nules el 29 de febrero de 1956, hijo de padres agricultores, estudié medicina en la Facultad de Valencia, me licencié en 1979, realicé la especialidad de psiquiatría en el hospital Clínico de Valencia, empecé a trabajar como psiquiatra en el hospital provincial de Castellón en 1985, me doctoré en 1995 realizando investigación de neuroimagen sobre la esquizofrenia, en 1996 me dieron el premio de la sociedad de psiquiatría de la Comunidad Valenciana, por una investigación sobre marcadores biológicos de la esquizofrenia, estudiando marcadores neurohormonales. En 1998 y 1999 realicé el master de psiquiatría legal de la Universidad Complutense impartido por el profesor Alfredo Calcedo y considerado en aquel entonces por las revistas especializadas como el mejor master de cualquier estudio suprior de España. En el año 2001 realicé el master de bioética que impartía el Instituto Juan Pablo II y en el año 2009 realicé el master en gestión clínica que impertía la Universidad Pompeu Fabra. En el año 1997 y 1998 realicé funciones de asesoramiento en la Conselleria de Sanidad, participando en la elaboración del segundo plan de atención psiquiátrica de la Comunidad Valenciana. Desde el año 2000 ocupo el cargo de jefe clínico de hospitalización psiquiatría agudos del Hospital Provincial. Siendo mi cometido el de estabilizar al enfermo mental en el proceso de descompensación agudo de la enfermedad. Desde la aparición de la ley de autonomía del paciente en el año 2002 he promocionado las figuras de apoyo al enfermo mental. He impartido clases sobre este tema, también sobre marcadores biológicos de la esquizofrenia y sobre la simulación en la práctica clínica. Estoy promoviendo el conocimiento de la valoración de la competencia de los pacientes para la toma de decisiones sanitarias. Soy miembro del comité de Bioética del Hospital Provincial de Castellón.
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