Romerías y procesiones, ocasión para el Primer Anuncio
Queridos diocesanos:
Este domingo, como cada tercer domingo de Cuaresma, en Castellón iremos en romería al cerro de la Magdalena cumpliendo con un voto ancestral en recuerdo de la fundación de la ciudad; se trata de una romería penitencial en tiempo de cuaresma y de acción de gracias a Dios por la fundación de la Ciudad. De otro lado, en unas semanas, la mayoría de nuestros pueblos y ciudades celebrarán procesiones de Semana Santa. Son solo un par de ejemplos de la rica realidad de romerías y procesiones en nuestra tierra. Unas y otras forman parte de la religiosidad popular, es decir son expresión de la fe cristiana de nuestro pueblo de acuerdo con su idiosincrasia, su cultura y su historia. La fe ha entrado en el corazón de los hombres y mujeres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común.
Estas y otras manifestaciones de religiosidad popular son un tesoro que debemos conservar y cuidar. Más allá de su interés turístico, son, ante todo, manifestaciones de la fe cristiana de un pueblo. No pueden ser consideradas como algo primitivo o como una manifestación menos pura de la fe. Son expresiones legítimas de la fe cristiana. La religiosidad popular tiene ciertamente sus límites. Como todas las realidades no siempre está exenta de errores o desviaciones. A veces se puede quedar en lo folklórico, en lo superficial, en la costumbrista o en un sentimiento pasajero, quedando así vaciada de su verdadero origen, sentido y fin. Necesita también ser evangelizada, “para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico” (Juan Pablo II). Pero sus expresiones son válidas para la evangelización, para el Primer Anuncio, para llevar al encuentro con Cristo vivo y para la transmisión de la fe cristiana.
La religiosidad popular es una realidad viva entre nosotros que, en muchos casos, ha experimentado un auge en los últimos años. Sus manifestaciones tienen una enorme capacidad de convocatoria e involucran a muchas personas. Podríamos decir que hay como tres tipos de personas que se acercan a las romerías y a las procesiones. Las que lo ven como algo perteneciente a la tradición o como algo artístico, pero no son creyentes; los alejados de la fe cristiana y los que tienen la religiosidad popular como modo de vivir la fe. Y a cada uno hay que hacerle un Primer Anuncio concreto.
Las romerías y las procesiones son en sí mismas un Primer Anuncio porque son expresión del sentido religioso de toda persona y de la búsqueda de Dios, o de la fe en Cristo, de la devoción a la Virgen María, que nos da y lleva a Cristo, o de los santos, modelos de fe y vida para todo cristiano. Y son también ocasión para realizar el Primer Anuncio, por ejemplo, a las personas que han llegado a las cofradías atraídas por motivos distintos y externos a la fe, sea por folklore, tradición o amistad, a los cuales la entrada en la cofradía no les ha acercado a Jesús. Los responsables de hacer el Primer Anuncio han de ser personas de la propia cofradía, que se encuentran de modo casi fortuito con estas personas. Se trata de hacer un recorrido con los nuevos cofrades que al final facilite ese encuentro personal con Cristo Vivo.
No podemos olvidar que una cofradía o hermandad es una asociación pública de fieles cristianos, que se unen para promover en nombre de la Iglesia el culto a Dios, a la Virgen o a los Santos. Los cofrades son pues y antes de nada fieles cristianos. Y de todo cristiano se pide que sea creyente, discípulo y testigo de Cristo en el seno de la comunidad eclesial. Todo cofrade está llamado a vivir su fe cristiana y a participar de modo activo en la vida y misión de la Iglesia. Ser cofrade no prescinde de su condición cristiana ni la anula, sino que la presupone y debe favorecer. Sin duda que hay muchos cofrades que se esfuerzan por vivir esta doble condición de cristiano y de cofrade en su vida privada, familiar y profesional así como en la vida y misión de la comunidad eclesial. En otros casos, sin embargo, no hay conciencia de esta realidad.
La misión de la Iglesia, su razón de ser y su dicha es evangelizar: anunciar la Buena Nueva del Evangelio para llevar a otros al encuentro personal con Cristo, que sana, cura y da horizonte, sentido y esperanza a la vida. Y de esta misión participan y son responsables también los cofrades. La religiosidad popular es válida para la evangelización y es ocasión para el Primer Anuncio. Por eso hay que cuidarla para que no se quede en la mera tradición, en lo superficial y ocasional, o en el mero sentimiento.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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