Formación sacerdotal sobre el desafío de la castidad
La primera pregunta, tras la intervención del ponente en la última sesión de formación sacerdotal del curso, planteaba cómo volver a hablar del desafío de la castidad. Era el tema del encuentro y, a la vez, un concepto desaparecido del ágora pública. Enfrente, ante cerca de un centenar de sacerdotes, estaba la doctora Mar Álvarez del Hospital de San Juan de Dios de Barcelona, profesora en la Universidad Abat Oliva y consagrada del instituto Misioneros Identes. En su respuesta reconocía que hay un “analfabetismo” sobre esta virtud que había definido como “un camino que demuestra fascinación hasta lo más profundo por el Reino de Dios, y lleva a intuiciones creativas y absolutamente originales”.
En la introducción del encuentro, el Vicario para el Clero, D. Marc Estela, evocaba la actualidad informativa y social refiriéndose al número de delitos sexuales -uno cada dos días en Castellón-, el aumento de uniones que no institucionalizan su relación o la cantidad de divorcios entre los matrimonios constituidos. Al mismo tiempo, explicaba, Cristo invita a amar como él. Y este amor, como asegura el Papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia 206, precisa de las virtudes, en particular la castidad: “Resulta condición preciosa para el crecimiento genuino del amor interpersonal”.
En este sentido, la Dra. Álvarez ha insistido en enmarcar la castidad dentro del conjunto de la vivencia personal y de la práctica de las virtudes. Es mucho más que una categoría moral, “conlleva una vigorosa vida interior, capaz de saberse enamorar y esperar”. Y recuperarla, aseguraba, es esencial para “construir relaciones fundamentadas en el amor, del que Cristo es el centro”.
Ideologías que confunden
Sin embargo, reconocía, la sociedad actual está muy influenciada por ideologías que no ayudan a la vida interior y al discernimiento de la propia afectividad. Un ejemplo es la ideología de “gender” que defiende la definición sexual a partir del único sentimiento subjetivo de cada uno. “Se basa en el emotivismo y el individualismo libertario. Se censura el vínculo entre la emoción y nuestra naturaleza integral. Se confunde cualquier tipo de deseo, sin diferenciar entre deseo, emoción y voluntad”.
De este modo, explicaba la Dra. Álvarez, “se mezcla el deseo sexual con un vínculo afectivo, el anhelo de pertenencia o la admiración por otra persona. Se acaba erotizando cualquier tipo de atracción sin dar elementos de discernimiento, e implica una degradación y empobrecimiento de la vida interior”. El resultado son “personas fragmentadas, aisladas y manipulables pero con la ilusión de libertad”.
Dejar que Dios emerja en la cercanía
La ponente ha advertido del riesgo de vivir la castidad como un rechazo que “amordaza el corazón y se manifiesta en actitudes duras, frías y cautelosas”, o desde la “condescendencia sensiblera hacia todo lo que atrae y que pone en el centro de la existencia la vida emocional”. En cambio, “el desafío es permitir a Cristo estar en el centro de toda relación humana, dejando que en la cercanía emerja la presencia de Dios”. “Esto tiene un riesgo, no es fácil –admitía-, pero para acompañar tenemos que tocar y desde a sobriedad del corazón poder consolar mucho a tantas personas”.
Me parece muy bien, del tema de la formación de la castidad en la persona, no solamente es para los que están ligado a una vida religiosa. En estos tiempos se ve la necesidad de educar a la persona en la practica de las virtudes.