Las Reales Salinas de Arcos y la antigua diócesis segobricense
Un episodio sugestivo para el conocimiento y divulgación de la historia diocesana, en este Jubileo del 775 Aniversario de la Sede Episcopal, corresponde a una de las circunstancias históricas más especialmente curiosas de nuestro pasado, la vinculación al antiguo obispado de la localidad de Arcos de las Salinas (y su industria de la sal) hasta 1960, población limítrofe entre los reinos de Aragón y Valencia y enclavada en la actual Comunidad Autónoma de Aragón, al sur de la provincia de Teruel.
Reconocida como parte del territorio pastoral del obispo segobricense en el año 1236, de la mano del mismo Zayd Abu Zayd, último gobernador almohade de Valencia (ca. 1195-1268) convertido y bautizado en 1232, su pertenencia jurisdiccional a la sede respondía al gran beneficio financiero que, para el mantenimiento de la Iglesia Diocesana, significaba la explotación de las primitivas salinas, de origen islámico, ubicadas a las afueras de la población, en el pequeño valle que aprovecha las cristalinas aguas del barranco del río de Arcos y un acuífero de agua salada, en un paraje rodeado de montañas de sal que destellean con los rayos de sol de cada mañana.
Si bien, los obispos de Segorbe realizaban sus visitas en el itinerario que llegaba a esta población de frontera a través de la imponente y fortificada Alpuente y sus aldeas, o atravesando los puertos de montaña por la Vereda Real desde Abejuela, a caballo entre los dos reinos, para no pisar territorios ajenos al propio, el mejor acceso, entonces y ahora, era desde el mismo Camino Real, actual autovía Mudéjar (A-23) que, subiendo desde Barracas y atravesando el altiplano de San Agustín y Rubielos, se desviaba por Albentosa buscando Manzanera y Torrijas para acabar desembocando en Arcos.
Un lugar hasta tal punto protegido por el prelado, en un obispado eminentemente pobre y sin recursos que, en la desmembración propiciada por Felipe II en 1577, Segorbe impuso su criterio de dominio sobre unas demarcaciones que, con la conquista cristiana de 1210 del rey Pedro II de Aragón, en una campaña en la que también se recuperaron los territorios de Ademuz, Arcos había quedado como parte, en un principio, de ese entramado de localidades.
Sin embargo, la voluntad de sus pobladores de integrarse en la Comunidad de Teruel, con la que se encontraba mucho más comunicada por buenos caminos, la llevaron a integrarse en el Aragón por gracia de Jaime I de 17 de junio de 1269, con la única excepción de sus salinas, -bajo dominio y patrimonio real y jurisdicción de Valencia-, al contrario que con Segorbe, de la que la separaba y separa la imponente línea montañosa de la Serranía de El Toro, de clima continental y desfavorables condiciones climáticas buena parte del año. Fue el propio rey “Conquistador”, quien había visitado personalmente las instalaciones en 1259, quien se interesó por el lugar que había de formar parte del patrimonio real y episcopal, y cuya explotación habría de establecerse como futuros arrendamientos, exigiendo a sus propias poblaciones y “vasallos” a adquirir obligatoriamente la sal de este maravilloso y desértico enclave que, en siglos posteriores fue Real
En la actualidad, la ermita de la Virgen de los Dolores o del Salinar, del siglo XVIII, las salinas, casa señorial, viviendas, las estructuras industriales, los almacenes y la noria, pese a su muy deficiente estado de conservación, han sido declaradas Bien de Interés Cultural (BIC), desde 2010, por la Diputación General de Aragón, siendo plasmación de una historia ininterrumpida de más de setecientos años de actividad, donde aún se aprecia una extensión de 19.000 metros cuadrados y ocho tablares, con las piletas donde cristalizaba la sal. Desde la extinción del monopolio episcopal y real, en 1869, las Salinas siguieron en funcionamiento, en manos privadas, hasta 1982, constituyendo uno de los testimonios más dilatados de esta actividad económica en Aragón y uno de los acontecimientos históricos más interesantes de nuestra historia diocesana durante centurias, que en la localidad de Arcos se plasmó, aparte de la constante asistencia a necesitados y mantenimiento de las fábricas de los edificios parroquiales, en la creación de becas de estudio para hijos del pueblo y la fundación, el 22 de agosto de 1772, del Monte de Piedad en la población, a instancias del Obispo de Segorbe, Alonso Cano y Nieto.
D. David Montolio Torán
Dr. Historia del Arte y Ldo. en Geografía e Historia. Miembro de la Delegación Diocesana de Patrimonio Cultural
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