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Padres, inscribid a vuestros hijos a clase de religión

8 de junio de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024, De Enseñanza/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos, queridos padres y madres:

Estamos ya en el periodo de inscripción y matriculación de los alumnos para el próximo curso escolar. Un año más me dirijo a todos vosotros y, en especial a los padres, madres y tutores, para recordaros la importancia de la asignatura de Religión y Moral católica para la formación de vuestros hijos y animaros a inscribirlos en la misma.

La formación religiosa no es un cuerpo extraño en el sistema escolar, añadido artificialmente a la formación humana, cultural y técnica. El objetivo fundamental de la educación es el pleno desarrollo de la personalidad de los alumnos, del que no se puede excluir la dimensión religiosa, connatural a toda persona.

La formación religiosa católica en la escuela no es un privilegio de los alumnos católicos, como a veces se dice. Tiene su base en el derecho fundamental de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones religiosas. Y esto vale para todos, no sólo para los alumnos católicos; también los no católicos pueden tener su propia formación religiosa si la religión o confesión a que pertenecen lo acuerdan con el Estado.

La asignatura de Religión y Moral católica, al proyectar luz sobre todas las áreas del pensamiento, da unidad a todo el desarrollo y maduración de la persona desde su libre adhesión a Dios. Además es fuente de valores como el respeto del otro, de los padres y mayores, de las cosas y de la creación, o la solidaridad con todos en especial con los más necesitados, o la búsqueda del bien común. Con frecuencia lamentamos acontecimientos entre menores que denotan una clara falta de valores.

Esta asignatura ayuda a dar sentido a la propia existencia y promueve el diálogo con la cultura y la convivencia social, fundada en el reconocimiento de la dignidad sagrada de toda persona, de sus derechos y deberes fundamentales, en el respeto a sus convicciones y en el servicio a la paz y la justicia. La convivencia sólo se realiza si se basa en la verdad, en la justicia y en una correcta comprensión de la persona humana. A este fin contribuye esta asignatura al proponer una visión del ser humano acorde con su dignidad inviolable, su naturaleza y su biología, algo que niegan algunas ideologías que se intentan imponer, también es la escuela.   

Finalmente, la clase de Religión ayuda a conocer y comprender nuestra propia historia y cultura, que la llamada ‘cultura de la cancelación’ pretende hacer olvidar y borrar. Las fiestas religiosas y patronales, los templos y las catedrales, el arte, la literatura y tantas otras expresiones culturales y sociales, presentes en nuestra vida cotidiana, no pueden ser entendidos sin tener en cuenta sus raíces y contenidos cristianos. Quien no conoce su pasado, no entiende el presente ni puede proyectar el futuro.

Por todo ello, os pido y animo a los padres y las madres católicos a pedir la clase de Religión y Moral católica para vuestros hijos. Sois vosotros quienes habéis de pedir expresamente la inscripción de vuestros hijos a esta asignatura, que todo colegio o instituto está obligado a ofrecer, sean de iniciativa pública o social, concertados o privados. Es vuestro derecho y además vuestra responsabilidad como padres católicos: los padres sois los primeros educadores y primeros responsables de la educación de vuestros hijos, también de su educación en la fe, a lo que os comprometisteis libremente el día de su bautismo.

La educación en la fe ha de llevarse a cabo en la familia, en la parroquia y en la escuela. Los tres ámbitos son distintos y complementarios; los tres son necesarios. Tienen objetivos, contenidos y medios distintos; de ninguno de ellos se puede prescindir en el proceso de formación y de iniciación cristiana de nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Padres, profesores de religión y párrocos han de conocerse y dialogar para caminar acordes y concordes en su respectiva tarea en bien de los alumnos. No es coherente pedir catequesis para los hijos y no inscribirlos a clase de religión. Tampoco es conforme a vuestra responsabilidad de educarlos en la fe y vida cristina, preferir otras asignaturas a la asignatura de religión.   

 Finalmente recuerdo a todos que, si bien los padres son los primeros responsables de la educación religiosa de sus hijos, toda la comunidad cristiana parroquial es corresponsable en esta tarea. No le puede ser indiferente que sus miembros más jóvenes vayan o no a clase de Religión. Todos -sacerdotes, seglares, religiosos y catequistas – hemos de valorar la clase de Religión y animar a los padres católicos a pedirla para sus hijos.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La Eucaristía, fuente y compromiso de caridad

1 de junio de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos.

Este Domingo celebramos la fiesta del Corpus Christi, que ha venido precedida y preparada en nuestra Iglesia diocesana por la “Semana de la Caridad”. En el centro de esta fiesta está la Eucaristía, el sacramento del amor; en ella, Cristo Jesús nos ha dejado el memorial de su entrega total en la cruz por amor a toda la humanidad, el mismo Jesús se nos da en comida como el Pan de la Vida y se queda presente entre nosotros para que, en adoración, contemplemos su amor supremo y nos dejemos empapar de él.

La Eucaristía es vital para todo cristiano y para toda comunidad cristiana; es la cima hacia la que caminan y la fuente de la que se nutren. Sin la participación plena y fructuosa en la Eucaristía, la fe y vida cristianas languidecen, se apagan y mueren. En la Eucaristía, el Señor mismo nos invita a su mesa y se nos da Él mismo en su Cuerpo partido y repartido. Al comulgar el Cuerpo de Cristo, el Señor nos atrae hacia sí, nos une consigo y nos transforma; al comulgar el mismo Pan, se alcanza la comunión de unos con otros. La Eucaristía crea y recrea la comunidad y la fraternidad cristiana que, como el verdadero amor, es expansiva y no conoce fronteras.  

La Eucaristía tiene por ello unas exigencias concretas para cada comunidad eclesial y para cada cristiano; en ella está enraizado el mandamiento nuevo del amor. Cada comunidad eclesial y cada cristiano estamos llamados a ser testigos del amor de Cristo, que celebramos y del que participamos en la Eucaristía, para que este amor llegue a todos. El amor celebrado ha de convertirse en un amor vivido.

El día del Corpus salimos en procesión por nuestras calles acompañando a Jesus, en el sacramento de la Eucaristía. Con ello manifestamos nuestra fe en que Jesús está realmente presente en la Eucaristía y que camina con nosotros en nuestra vida diaria. De este modo hacemos nuestra la voluntad de Jesus de acercarse a todos para que el amor que Él nos da entre en nuestros hogares y transforme nuestra relación con los demás. Unidos a Cristo Jesus, que nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, podemos establecer una nueva relación con las personas que están a nuestro alrededor. La participación en la Eucaristía nos va configurando con Jesús y va cambiando nuestro corazón para que veamos a los demás con la mirada de Cristo.

La celebración y adoración de la Eucaristía, de un lado, y las obras de caridad, por el otro, están íntimamente unidas; la una lleva a la otra. Ante la Eucaristía hemos de recordar las palabras de Jesus: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13). Por ello, el día del Corpus celebramos el Día de la Caridad para que el amor de Cristo Jesús llegue a través de nosotros a todos, en especial a los excluidos de nuestra sociedad, de modo que todos puedan formar parte de la nueva fraternidad creada por el Jesús. Quien en la comunión participa del amor de Cristo es enviado a ser su testigo compartiendo su pan, su dinero, su tiempo y su vida con el que está a su lado y con el que está necesitado no sólo de pan sino también de Dios y de su amor: con los enfermos, los pobres y los mayores abandonados, con los marginados y excluidos, con los reclusos, emigrantes o parados. Como reza el lema del Día de la Caridad de este año: “Allí donde nos necesitas, abrimos caminos a la esperanza”. Los cristianos estamos llamados a ser la comunidad de los conmovidos, que siguen los pasos de Jesús y se implican en la atención de los más desfavorecidos.  

El amor de Cristo, presente en la Eucaristía, nos capacita y nos apremia a una caridad efectiva y comprometida con todos los necesitados. La caridad no puede faltar en la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana, de las parroquias y de todos los cristianos. Aunque pensemos que podemos aportar poco, Jesús siempre puede acrecentar nuestra generosidad, nuestra entrega y nuestro amor. “Dadles vosotros de comer”, nos dice hoy Jesús a sus discípulos. Nadie puede quedar excluido de nuestro amor, porque nadie está excluido del amor de Dios, manifestado y ofrecido en Cristo-Eucaristía.

Un modo concreto de expresar nuestro compromiso en el amor es ser generosos en la Colecta de Cáritas en este día. Hemos de redoblar nuestro esfuerzo y compromiso en favor de todos los excluidos de nuestra sociedad y del mundo entero, para que llegue a todos el amor del Señor a través de nuestros gestos de amor. Gracias a todos por vuestra generosidad y por vuestra entrega.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Primera Jornada Mundial de los Niños

25 de mayo de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024, De Infancia y Juventud/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Al final del Ángelus del pasado 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el papa Francisco nos sorprendió al anunciar que este fin de semana, el 25 y el 26 de mayo, se celebrará en Roma la primera Jornada Mundial de los Niños. La iniciativa responde a la pregunta qué mundo deseamos transmitir a los niños. Como Jesús, el Papa con toda la Iglesia quiere poner a los niños en el centro, y centrarse en el futuro de los más pequeños, pidiendo a todos que los cuidemos, los guiemos hacia un buen crecimiento y los escuchemos. Los niños son la esperanza de la Iglesia y de la sociedad.

Esta Jornada Mundial es un acontecimiento sin precedentes. Para preparar esta gran cita de la infancia se han tenido en cuenta sus preocupaciones. Miles de niños han remitido a los organizadores sus dibujos, algunas redacciones y cartas de los que ha surgido con gran insistencia un único mensaje: “Papa Francisco, ayuda al mundo a hacer la paz”. Su mundo es muy diferente al de las generaciones que los han precedido: la paz es una exigencia apremiante de los niños, que el Papa ha comprendido y captado y que hace suya cada vez que habla de paz. Los niños ven y sufren las guerras, la violencia, la crispación y el odio, lejos y cerca, también cuando ven a sus padres discutir. Los niños no piden otra cosa que la paz.

En esta primera Jornada participarán niños y niñas de más cien países, especialmente de aquellos que sufren o han sufrido la guerra. Habrá niños de la República Democrática del Congo, que tanto ha sufrido a causa de la guerra que asola la región de Kivu del Norte; de Afganistán, donde los focos mediáticos se han apagado tras la huida de la comunidad internacional de Kabul; de Siria, donde hay niños que nunca fueron a la escuela porque crecieron en campos de refugiados. Habrá también muchos niños ucranianos, acogidos en Italia tras la guerra gracias a los corredores humanitarios, y una delegación de niños provenientes de Gaza, heridos por las bombas y acogidos en Italia para curarse de sus heridas.

El objetivo de este evento de dos días es clamar ante un mundo donde se multiplican los focos bélicos, que no podemos ni queremos acostumbrarnos al sufrimiento de los niños. La Iglesia quiere estar de su lado, hacer suyo su grito de paz y su llamamiento para que el planeta no sea devastado. La Iglesia quiere dar fuerza, alegría y esperanza a miles de niños. El Papa ha comprendido la necesidad de volver a partir de los niños para cambiar el mundo, siguiendo el ejemplo de Jesús que coloca en el centro a un niño, y lo muestra a los adultos como criterio para entrar en el Reino de los cielos (cf. Mc 9,33-37). A partir de los deseos de los niños queremos construir, con la ayuda de Dios, un mundo diferente, donde haya paz, cuidado del medio ambiente y una opción por la fraternidad. Esta jornada es también un mensaje al mundo de los adultos para que nos detengamos a escuchar las preguntas sencillas y directas de los más pequeños, que piden paz, respeto, amor y perdón.

Serán dos días de oración, celebración y reflexión, para orar y celebrar con los niños y niñas, para reflexionar sobre la educación de los más jóvenes y para construir juntos su mañana. Días para orar, porque la oración nos conecta directamente con Dios, Creador y Padre, que nos llena el corazón de luz y de calor y nos ayuda a hacer todo con confianza y serenidad. Como el Papa resalta en su mensaje, “para renovarnos a nosotros mismos y al mundo, no es suficiente con que estemos unidos entre nosotros: es necesario que estemos unidos con Jesús. Él nos infunde mucho valor, porque está siempre a nuestro lado, su Espíritu nos precede y nos acompaña en los caminos del mundo”.

Jesús nos dice: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). Este es el lema para esta primera Jornada Mundial. Estas palabras nos invitan a ser ágiles como niños para comprender las novedades que el Espíritu suscita en nosotros y a nuestro alrededor. Con Jesús podemos soñar y construir una humanidad nueva y comprometernos por una sociedad más fraterna y atenta a nuestra casa común, comenzando por las cosas sencillas, como saludar a los demás, pedir permiso, pedir disculpas, decir gracias. El mundo se transforma, ante todo, por medio de las cosas pequeñas. Es más, nuestra pequeñez nos recuerda que somos frágiles y que necesitamos los unos de los otros, como miembros de un único cuerpo (cf. Rm 12,5; 1 Co 12,26).

Unámonos todos, en especial los niños y niñas, con nuestra oración a esta Jornada Mundial en Roma.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Los laicos, llamados a ser discípulos misioneros

18 de mayo de 2024/1 Comentario/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024, Delegación para los Laicos/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

El día de Pentecostés, Jesús vivo y glorioso junto al Padre, cumple la promesa que hizo a los Apóstoles poco antes de ascender a los cielos: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta el confín de la tierra” (Hechos 1,8).

Con la venida del Espíritu Santo, los Apóstoles y los discípulos comienzan la misión que Jesús les había confiado. Llenos del Espíritu Santo salen por las calles de Jerusalén a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado. Desde entonces, nadie ni nada podrá frenar el ardor evangelizador de Pedro y de los demás discípulos. Lo que ellos han visto y oído, lo que han tocado y experimentado, lo anuncian a todos: Cristo Jesús ha muerto y ha resucitado para que todo el que crea en Él tenga vida eterna: Él es el Mesías y el Salvador de la humanidad. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, contestan Pedro y Juan a quienes les prohíben anunciar a Jesús (Hechos 4,19).

“Laicos por vocación, llamados a la misión”, así reza el lema del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, que celebramos el día de Pentecostés. Este lema recuerda que cada fiel laico, por su bautismo, está llamado por Jesús a la misión de anunciar a Cristo Jesús y el Evangelio. En efecto; todos los cristianos, en el bautismo, recibimos el Espíritu Santo, somos incorporados a la Iglesia y compartimos la misión que Jesús confió a todos sus discípulos de ser sus testigos hasta el confín de la tierra. El mismo Espíritu nos da la fuerza para superar el miedo y nos impulsa a proclamar por doquier la buena Noticia de la salvación de Dios en Cristo. Como los Apóstoles y discípulos de Jesús de entonces, también los cristianos de hoy, estamos convocados en esta hora de la historia para decir al mundo que el Señor vive y que fuera de Él no hay salvación ni futuro ni esperanza para la humanidad.

El papa Francisco nos recuerda que la misión no es un adorno de nuestra existencia de bautizados o algo reservado a unos pocos. No. La misión es algo que no podemos arrancar de nuestro ser de bautizados. Jesús confía la misión a toda su Iglesia; es decir, a todos los bautizados. Todos hemos sido llamados por el Señor, en la Iglesia, para anunciar la buena Noticia del Evangelio: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Los laicos, desde el bautismo, han recibido una vocación, que los ha de hacer sentirse corresponsables en la vida y misión de la Iglesia. La Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Pueblo santo de Dios. Los laicos no son cristianos de segunda categoría o meros colaboradores de los pastores en la misión salvífica de la Iglesia. Del mismo modo que los pastores, obispos y sacerdotes o la vida consagrada experimentan que su entrega al Señor y a la Iglesia es vocación, necesitamos en la Iglesia que haya laicos por vocación, que descubran esa fuerza de lo alto, esa efusión del Espíritu Santo que los impulsa a la misión.

Es muy importante que los laicos se sientan protagonistas, corresponsables y partícipes de la misión salvífica de la Iglesia (cf. LG n. 33). Los laicos os tenéis que sentir llamados por Jesús y acoger su llamada a ser misioneros en la Iglesia y en el mundo.

Por estar inmersos en las realidades temporales, los laicos estáis llamados, de un modo particular, a ser misioneros en medio del mundo. Os corresponde sobre todo “la evangelización de las culturas, la inserción de la fuerza del Evangelio en la familia, el trabajo, los medios de comunicación social, el deporte y el tiempo libre, así como la animación cristiana del orden social y de la vida pública nacional e internacional” (San Juan Pablo II). Ante el avance del fenómeno de la secularización, estáis llamados a vivir el sueño misionero de llegar a todas las personas y a todos los ambientes.

En el interior de la Iglesia, los laicos estáis llamados por Jesús a participar activamente en tareas como la catequesis, la liturgia, la Eucaristía dominical, las cáritas, los consejos y otras muchas más de la vida y misión de la Iglesia. Os corresponde por derecho propio, y no por concesión de los sacerdotes.

No olvidemos que es el Señor mismo, quien nos llama a estar con Él y quien nos envía por la fuerza de su Espíritu a ser sus testigos hasta los confines de la tierra. No tengamos miedo. No estamos solos. El Señor resucitado nos precede y acompaña siempre con la fuerza del Espíritu Santo.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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De manos de la Virgen María a Cristo

11 de mayo de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Desde el inicio de la Iglesia, la Virgen María está siempre presente en la vida de la comunidad cristiana y de los cristianos. Lo estuvo en los primeros pasos de la comunidad cristiana, que perseveraba unánime en la oración en comunión con María, la Madre de Jesús, esperando el don prometido del Espíritu Santo (Hech 1,14). Y sigue estando presente en la Iglesia una vez fue llevada en cuerpo y alma a los cielos al final de su vida terrenal. Ella participa ya en cuerpo y alma de la resurrección de su Hijo: ella vive gloriosa junto a Dios. La Virgen María no es un personaje del pasado: vive junto a Dios y sigue intercediendo también hoy por nosotros.

La presencia de Maria en nuestras vidas es como la de una buena madre en la familia. La Virgen María nos da amor, cariño, consuelo, protección, aliento y esperanza en nuestro camino de fe y vida cristiana, personal y comunitaria. Así lo hemos podido experimentar durante la presencia de la imagen de la Mare de Déu del Lledó en la ciudad de Castellón, con motivo del Centenario de su coronación. Numerosos niños y jóvenes, adultos y ancianos, enfermos, matrimonios y familias, y todas las parroquias de la Ciudad han podido experimentar su cercanía, le han mostrado su amor agradecido y su devoción profunda y sentida. La fe y la devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra sigue muy viva entre nosotros. Y esto es motivo de esperanza para los fieles y para nuestra Iglesia diocesana.

Estamos en el mes de mayo, el mes dedicado especialmente a la Virgen María para honrarla y agradecer su presencia, para rezarla e invocar su protección, para sentirnos amados por ella y para dar gracias a Dios por tan buena Madre. Mayo es, sobre todo, un mes para contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, en nuestro camino de fe y vida cristiana personal, y en nuestra vida y misión comunitaria como Iglesia del Señor. Los cristianos sabemos que ella nos mira con verdadero amor de Madre; cada uno de nosotros y la Iglesia entera, como ya ocurrió en sus primeros tiempos, estamos en su corazón; ella cuida de nuestras personas y de nuestras vidas, de nuestros afanes y de nuestras tareas; ella ora con nosotros y nos alienta en nuestra misión evangelizadora como lo hizo con los Apóstoles. María camina siempre con nosotros en nuestras alegrías y esperanzas, en nuestros sufrimientos y dificultades.

El Papa Francisco nos pide que cuidemos nuestra relación con la Virgen María y nuestra devoción mariana. De lo contrario, algo de huérfano hay en nuestro corazón. Siempre tenemos necesidad de la Virgen y Madre, en particular en los momentos de dificultad: ella nos protege siempre con su manto maternal. La Virgen María nos enseña a vivir nuestra condición de cristianos discípulos misioneros de su Hijo. María dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; ella nos ofrece y nos lleva a Cristo. Su mayor deseo es que nuestra devoción hacia su persona sea el camino para nuestro encuentro o reencuentro personal y renovador con Cristo Jesús y con su Palabra, de modo que recuperemos la alegría del Evangelio, se afiance nuestra fe, se renueve nuestra vida cristiana y salgamos a la misión.

La Virgen no quiere ser el centro y la meta de nuestra devoción mariana. Por ello, nuestro amor y nuestra devoción a María deben estar siempre orientados a Cristo Jesús vivo, porque ha resucitado: Él es el centro y fundamento de nuestra fe. El es el Salvador, el único Mediador entre Dios y los hombres. Cristo Jesús es el Camino para ir a Dios y a los hermanos. Él es la Verdad que nos muestra el misterio de Dios y, a la vez, el misterio y la grandeza del ser humano. Y Él es la Vida en plenitud que Dios nos regala con su pasión, muerte y resurrección. María es siempre camino que conduce a Jesús, el fruto bendito de su vientre. María, Madre de Dios y Madre nuestra, no deja de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5).

Nuestra devoción a la Virgen María será auténtica, si realmente nos lleva al encuentro con Jesús, a la conversión de corazón a Dios, a su amor y a sus mandamientos; si nos lleva a nuestra adhesión sincera a Cristo, a avivar nuestra fe y vida cristiana, a dejarnos evangelizar para ser una Iglesia misionera.

María es la primera discípula de su Hijo. María nos anima y exhorta hoy de modo especial a ser fieles en la fe en su Hijo, firmes en la esperanza y activos en la caridad para ser testigos de Dios y de su amor en nuestro mundo.  

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Dar esperanza en la tristeza y el dolor

4 de mayo de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Este VI Domingo de Pascua celebramos la Pascua del Enfermo. Es el final de la Campaña anual del enfermo que iniciábamos el 11 de febrero, Jornada Mundial del Enfermo, con el lema “No conviene que el hombre esté solo. Cuidémonos mutuamente”. En este día, la Iglesia se acerca a los enfermos, a sus familias y a los profesionales sanitarios mostrándoles el rostro de Cristo Resucitado que acompaña y cuida a los enfermos en todo momento. Es una Jornada en el que las comunidades cristianas oran especialmente con y por los enfermos, se les lleva la Comunión y se les administra el sacramento de la Unción de los enfermos.

El amor infinito, compasivo y misericordioso por cada ser humano que Dios nos muestra en la muerte y la resurrección de su Hijo es la razón de nuestra esperanza y de nuestra alegría pascual. Cristo Jesús vive, porque ha resucitado. Jesús está siempre a nuestro lado, nos ama a cada uno, nos sana, cura y salva. Este amor de Dios ilumina nuestra existencia, también en el dolor, en la enfermedad y en la muerte; el amor de Dios es fuente de esperanza y de la verdadera alegría.

El dolor, la enfermedad y la muerte forman parte del misterio del ser humano; son propios de nuestra condición vulnerable, frágil, caduca y mortal. Todos debemos cuidar la salud, la propia y la ajena, y hemos de combatir la enfermedad y el dolor con todos los medios a nuestro alcance. La vida es un don de Dios, que hemos de cuidar desde su concepción hasta su muerte natural. Como nos recordaba el Dicasterio para la Doctrina de la fe en un reciente documento, todo ser humano tiene una “dignidad infinita”, que ha de ser respetada, protegida y cuidada en cualquier circunstancia.

Pero, sobre todo, hemos de sentir la presencia de Cristo vivo cuando la ancianidad, la enfermedad y el dolor se hacen presentes en nuestra vida. Dios nunca nos abandona. Nada ni nadie, ni tan siquiera la muerte, podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo, muerto y resucitado. Este amor es la fuente de la verdadera alegría que encuentra su razón en saberse acogidos y amados siempre por Dios. Por ello es propio del cristiano dirigirse a Dios en la enfermedad para pedirle la salud del cuerpo y del alma y esperar siempre en la vida eterna, cuyo camino ha abierto Jesús con su muerte y resurrección todo el que cree y confía en Él.

La muerte y la resurrección del Señor son la clave para entender y vivir nuestra propia existencia, también en la enfermedad y en la muerte. El Hijo de Dios, por su encarnación asumió nuestra naturaleza humana, frágil y mortal. Y la asumió hasta el final sufriendo y muriendo como nosotros y haciendo de su muerte en la cruz el paso a la resurrección. Desde entonces, el sufrimiento tiene un sentido, que lo hace singularmente valioso. Como a su Hijo Jesús, Dios nos ama y nunca nos abandona. Quien acoge este amor de Dios, experimenta cómo el dolor, iluminado por la fe, se transforma en fuente de gracia, de paz, de esperanza y de salvación.

Ante las preguntas más profundas y personales del ser humano, ante la enfermedad y la muerte, ¿podemos confiar en algo o en alguien?  La Pascua del Enfermo nos invita a mirar a Cristo, muerto y resucitado para la Vida del mundo. De la paradoja de la cruz brota la respuesta a nuestros interrogantes más inquietantes. Cristo sufre por nosotros: toma sobre sí el sufrimiento de todos y lo redime. Cristo sufre con nosotros, dándonos la posibilidad de compartir con El nuestros padecimientos. Unido al sufrimiento de Cristo, el sufrimiento humano se transforma en medio de salvación. El dolor y la muerte, si son acogidos con fe, se convierten en puerta para entrar en el misterio del sufrimiento redentor del Señor. Un sufrimiento que no puede quitar la paz y la esperanza, porque está iluminado por la luz de la resurrección.

En el sacramento de la Unción de enfermos, el mismo Señor Resucitado, en la persona del sacerdote, se acerca a quien sufre, está enfermo o es anciano. Jesús, el buen Samaritano, se hace cargo del hombre malherido por los salteadores, derramando aceite y vino sobre sus heridas. Y lo confía al posadero para que siga cuidando de él. Este posadero es hoy el sacerdote y la comunidad cristiana, a quienes el Señor Jesús, confía a los que sufren, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos y en su nombre su misericordia y salvación.

La Pascua del Enfermo nos invita a acoger la presencia de Cristo vivo para que llegue a todos los enfermos, a los moribundos y a los ancianos. La fe en Cristo Jesús resucitado nos dará fuerza, paz y esperanza en la enfermedad y en la ancianidad.

            Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Centenario de la coronación de la Virgen de Lledó

27 de abril de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Año Jubilar del Lledó, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

En unos días comienza mayo, el mes especialmente dedicado a la Virgen María. Durante treinta días le mostramos nuestro cariño con flores y cantos, le agradecemos su presencia en nuestra vida personal, familiar y eclesial, invocamos su protección  y damos gracias a Dios por tan buena Madre.

Ya el día 4 de este mes de mayo celebraremos con gratitud, alegría y emoción el Centenario de la coronación de la imagen de Nuestra Señora la Virgen de Lledó, Patrona de Castellón. Durante todo un Año Jubilar nos venimos preparando para esta efeméride y los últimos días lo hemos hecho con la visita de la imagen de la Virgen a todas las parroquias de la ciudad, a colegios, al albergue, al centro penitenciario y al cementerio. Su acogida numerosa y fervorosa muestra que la devoción a la Mare de Déu del Lledó sigue muy viva entre nosotros. No queremos que el Centenario se quede en el recuerdo de un hecho del pasado, sino que con este motivo se intensifique nuestra devoción a la Virgen de Lledó, para que, llevados de su mano, nos encontremos con Jesús, su Hijo, y se avive nuestra fe y vida cristiana personal y comunitaria.

Porque ¿qué significa haber coronado la imagen de la Virgen? Con este gesto hemos proclamado a la Virgen Maria como nuestra Reina. Reconocemos así que la Virgen de Lidón es la Madre de Jesús, el Rey mesiánico, cuyo reino no tendrá fin (cfr. Lc 1, 33). A María la proclamamos Reina, porque, ella, la llena de gracia de Dios, fue unida íntimamente a Cristo y asociada a su obra redentora, y nos lleva a la fuente de la Gracia (cfr. Jn 19, 26-27). Y a María la aclamamos como Reina, porque ya participa plenamente de la gloria de su Hijo en cuerpo y alma en el cielo: ella ha recibido ya la corona merecida (cfr. 2Tm 4,8), la corona de gloria que no se marchita. María es por ello esperanza nuestra (cfr. 1Pe 5, 4).

No deberíamos separar nunca a la Virgen María de su Hijo. Su grandeza y realeza radican en ser la criatura agraciada y elegida por Dios para ser Madre de su Unigénito, el Mesías y Rey. María nos da y nos lleva en todo momento a Cristo. Ella es la Madre de Dios y nuestra Madre, la Madre de todos los creyentes; como buena Madre acompaña con su protección maternal a los creyentes de todos los tiempos en nuestro peregrinaje por los caminos de la historia hacia la casa del Padre. Generación tras generación, los creyentes experimentamos su cercanía y protección maternal; por ello la invocamos con confianza, la llamamos bendita entre todas las mujeres y la proclamamos Reina.

Al hacerlo le pedimos que ella reine en nuestro corazón, en nuestras familias, en nuestras comunidades parroquiales y en nuestra Ciudad de Castellón. Ella nos invita a volver nuestra mirada a Dios, a su Hijo Jesucristo, el Redentor y Salvador de todos los hombres, el único que tiene palabras de vida eterna: Cristo Jesús, el Señor resucitado, es nuestra Esperanza. Acudimos a María porque ella alumbra nuestro camino terrenal hacia la casa del Padre, como modelo de fe, de esperanza y de caridad. Todo su gozo está en darnos y llevarnos a Jesús para que nos dejemos encontrar, amar, sanar, curar y salvar por Él. Quien se acerca a María se acerca también al Salvador. El mayor gozo de la Virgen es que de sus manos nos encontremos personalmente con Cristo vivo, que lo amemos, conozcamos y acojamos en nuestra vida, lo sigamos y demos testimonio de Él.

Como la Virgen María abramos de par en par nuestro corazón a Cristo Jesús. El camino de la necesaria renovación de nuestra Iglesia, de nuestras comunidades, de nuestras familias y de cada uno de nosotros es Cristo y nuestra conversión a Él y a su Evangelio. La Virgen de Lledó será de verdad Reina nuestra si, como ella, nuestro pensar, sentir y actuar son según Dios. Volvamos nuestra mirada a Aquella que nos entregó como regalo a su propio Hijo.

Nuestra Señora de Lledó ha sido en el pasado y sigue siendo hoy para los católicos de Castellón un signo y medio permanente de la bondad de Dios para con todos. Ella es la madre solícita y amorosa, mediadora de todo don y de toda gracia. Fue la experiencia secular de la cercanía maternal de la Mare de Déu de Lledó, la que condujo a pedir su patrocinio y coronación. Esta misma experiencia nos mueve hoy al  celebrar el centenario de la coronación de su imagen. A ella le cantamos “de l’amor nostre, Senyora, Mare de Deú del Lledó”.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La misión, cosa de todos los bautizados

20 de abril de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

 “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Son las últimas palabras de Jesús a sus discípulos antes de volver al Padre. Jesús pone así en manos de sus discípulos la tarea de ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a todos. Jesús pide a sus discípulos que sean misioneros. La Iglesia, formada por todos los bautizados, existe para evangelizar; esta su razón de ser y su gozo más profundo. A pesar de las dificultades ambientales para el anuncio del Evangelio, de la secularización de nuestra sociedad, de los intentos de silenciar la fe cristiana, nuestra Iglesia ha de seguir llevando el Evangelio a todos, con su palabra y con sus obras.

La eficacia de la misión descansa en último término en Dios, en la acción del Espíritu Santo, en la eficacia de la Palabra y de los Sacramentos, pero hemos de llevarla a cabo toda Iglesia, todos los bautizados. Todos los diocesanos estamos llamados por Jesús a la misión de anunciar el Evangelio. Jesús espera de todos una implicación activa en la misma. Esta comienza con una vida de fe personal y viva en Cristo Resucitado, insertos en la comunidad de la Iglesia; sigue por una participación activa en la vida de nuestra comunidad parroquial y de nuestra Iglesia diocesana hacia adentro y hacia afuera, en la sociedad. Jesús pide que pongamos a disposición de la misión que Él nos ha encomendado, nuestras personas, nuestro tiempo, los dones y la llamada que cada uno ha recibido: sea el de la oración, de catequistas, lectores, cantores, voluntarios en Cáritas, visitadores de enfermos, limpiadoras y tantos otros.

La implicación en la misión pide también la colaboración económica. Además de las personas, nuestra Iglesia necesita de medios materiales y económicos, porque sin ser de este mundo está, vive y actúa en este mundo. Sin estos medios no podemos llevar a cabo la atención humana y espiritual de todo aquel que se acerca a nosotros ni podemos mantener tantos servicios caritativos y pastorales necesarios para el anuncio del Evangelio, la catequesis, la formación de los cristianos, la remuneración de los sacerdotes y otras personas al servicio de la Iglesia, el culto, la atención de las parroquias, la acción caritativa hacia los necesitados –aquí y en países más pobres-, la conservación de los templos y tantas otras cosas más. Todo esto es posible gracias a la generosidad de quienes aman a su Iglesia. Gracias al apoyo económico de miles de personas entre nosotros y en toda España, la Iglesia sigue haciendo mucho por tantos que todavía necesitan tanto. Muchas son las tareas y necesidades de nuestra Iglesia, pero pocos los recursos económicos de que disponemos.

La financiación de nuestra Iglesia depende de todos cuantos la formamos. Siempre ha sido así. Desde la primera comunidad cristiana, que ponía sus bienes a disposición de los apóstoles, la financiación de la Iglesia ha dependido siempre de la implicación económica de sus fieles.

Entre otros, un modo sencillo de colaborar económicamente con la Iglesia católica es marcar con una X la casilla destinada a la ‘Iglesia católica’ en la declaración de la renta que ya ha comenzado. Es muy importante que lo hagamos. Debemos revisar personalmente nuestras declaraciones y preocuparnos personalmente de poner la X o, si nos hacen la declaración de la renta, hemos de asegurarnos de que se ponga y no dejarlo en manos de otros.

Recordemos que al marcar la casilla de la “Iglesia católica” no pagamos más impuestos, si la declaración es positiva, es decir, si sale a pagar; y, si es negativa, es decir si sale a devolver, tampoco nos devolverán menos. Marcar la opción ‘Iglesia católica’ es además compatible con la de ‘otros fines de interés social’; la Iglesia no recibirá menos por ello.          

Marcar la casilla para la ‘Iglesia católica’ es un modo eficaz de implicarse en la vida y misión de nuestras parroquias y de nuestra Iglesia para seguir llevando a cabo la misión que Jesús nos ha confiado y para seguir haciendo el bien.

Pido de modo especial a los sacerdotes y a los miembros de los consejos parroquiales de economía o de pastoral, que animen a todos a poner la X en la declaración de la renta. La economía de nuestra Iglesia depende de todos y de cada uno de nosotros. Cuanto más se reciba, más se podrá dar. Lo que se recaude no lo recibe la Iglesia para enriquecerse sino que lo emplea para cumplir su misión.

Muchas gracias en nombre de tu Iglesia.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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D. Casimiro pide oración por la lluvia y por la paz

18 de abril de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente, en una carta remitida esta misma mañana a sacerdotes, religiosos y religiosas, diáconos y laicos, pide oraciones por la lluvia y por la paz.

Sensible ante la «la tremenda sequía que estamos padeciendo desde hace meses», nuestro Obispo reflexiona sobre las consecuencias de la falta de lluvia que afecta «personas, campos, cosechas, pastos y montes, con el consiguiente aumento del riesgo de incendios», aumentando el riesgo de desertificación y la consiguiente destrucción «de la naturaleza, don del Creador».

Nos recuerda que, como creyentes, sabemos que el agua es un regalo de Dios y nos exhorta a «ser responsables en su uso y saber compartirla con todos» así como, siguiendo las enseñanzas del Señor, «orar por el alimento de cada día», tanto material como espiritual.

Por todo ello pide a los sacerdotes incorporen una petición por la lluvia en las preces de la Misa, especialmente en las de los Domingos, así como en la oración de Laudes y de Vísperas; invitando también a quienes rezan la Liturgia de las Horas.

Del mismo modo, y ante la terrible situación en Tierra Santa, en Ucrania y en otras partes del mundo, pide intensificar la oración por la paz en el mundo «que callen las armas y los responsables busquen caminos de reconciliación y de paz, basada en la verdad, la justicia, el amor y la libertad» incorporando una intención especial por la paz en el mundo en las preces de la Misa, de Laudes y de Vísperas.

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Carta del Obispo, D. Casimiro: Oraciones por la lluvia y por la paz

18 de abril de 2024/1 Comentario/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Carta al Pueblo de Dios en Segorbe-Castellón

Queridos sacerdotes, religiosos y religiosas, diáconos y laicos:

Con frecuencia os vengo pidiendo oraciones por la lluvia. Lo vuelvo a hacer ante la tremenda sequía que estamos padeciendo desde hace meses. La falta de lluvia nos afecta a todos: personas, campos, cosechas, pastos y montes, con el consiguiente aumento del riesgo de incendios, como los que hemos sufrido, con la consiguiente destrucción, entre otros bienes, de la naturaleza, don del Creador, y la desertificación de nuestra tierra. La sequía afecta también a nuestras fuentes y, en consecuencia, al consumo humano, agrícola e industrial. En alguna región de España ya hay restricciones de agua, y, entre nosotros, se anuncian para un futuro próximo, si persiste la sequía.

Los creyentes sabemos que el agua es un regalo de Dios. Hemos de ser responsables en su uso y saber compartirla con todos. Además el Señor nos enseñó a orar por el alimento de cada día, el material y el espiritual. Fieles a esta recomendación de Jesús os invito a todos a rezar a Dios con confianza por el don de la lluvia.

Pido a los sacerdotes que incorporen una petición por la lluvia en las preces de la Misa, especialmente en las de los Domingos, así como en la oración de Laudes y de Vísperas; a ello invito también a quienes rezan la Liturgia de las Horas. Os recuerdo que el Misal Romano contiene una oración colecta (pág. 956) “para pedir la lluvia” (Ad petendam pluviam), que sería bueno utilizar cuando sea litúrgicamente posible.

Así mismo os pido intensificar la oración por la paz en el mundo. Ante la terrible situación en Tierra Santa, en Ucrania y en otras partes del mundo pidamos a Dios por el don de la paz: que callen las armas y los responsables busquen caminos de reconciliación y de paz, basada en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. También en este caso os pido que incorporéis una intención especial por la paz en el mundo en las preces de la Misa, de Laudes y de Vísperas. Quien así lo desee y sea posible litúrgicamente puede celebrar la Misa por la paz y la justicia, siguiendo el formulario nº. 30 de “Misas y Oraciones por diversas necesidades” del Misal Romano.

Con mi agradecimiento por vuestras oraciones os saluda en el Señor,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Toda la información de la Iglesia de Segorbe-Castellón en la semana del cónclave y de la elección de León XIV como Papa
Castellón ha vivido un fin de semana repleto de fervor y tradición en honor a su patrona, la Mare de Déu del Lledó, con motivo de su fiesta principal. Los actos litúrgicos y festivos han contado con una alta participación de fieles, entidades sociales, culturales y representantes institucionales de la ciudad, en un ambiente marcado por la devoción mariana y la alegría pascual.
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📄✍️ Hoy se celebra la 58º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «#InteligenciaArtificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone @Pontifex_es 💻❤️

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12 May 2024

#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria

💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️

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