Celebramos la festividad de Todos los Santos: “los cristianos sabemos que la muerte no es el final”
Hoy, como cada día 1 de noviembre, celebramos el Día de Todos los Santos. Un día en el que miramos hacia el cielo para homenajear a todos los santos, conocidos y desconocidos. A los que están en los altares y a tantos cristianos que después de una vida según el Evangelio participan de la felicidad eterna. Son nuestros intercesores y nuestros modelos de vida cristiana.
En esta solemnidad, nuestro Obispo, D. Casimiro, ha presidido la Eucaristía en el cementerio de San José de Castellón por la mañana, y en el cementerio de Segorbe por la tarde, donde, como es tradición, ha estado precedida por el rezo del Santo Rosario. Ha concelebrado D. Federico Caudé, D. José Manuel Beltrán y D. Ángel Cumbicos.
La muerte no es el final
“Aunque es duro tener que pasar por el trance de la muerte, los cristianos sabemos que la muerte no es el final”, ha indicado el Obispo en la homilía, y por eso “no necesitamos celebrar la muerte”, porque sabemos que “al final está el Padre Dios para acogernos, para darnos el abrazo de la paz para siempre”.
«Santo eres en verdad Señor, fuente de toda santidad»
Dios es amor y fuente de la santidad, ha explicado, “Él es la fuente de tantos y tantos que nos han precedido en el Señor y participan ya de su amor en plenitud”. En este día tenemos en cuenta a todos los santos, ha continuado, tanto a los conocidos como a los desconocidos. “Con muchos de ellos hemos convivido, y forman parte de esa muchedumbre inmensa que nadie puede contar, de toda raza, lengua, nación y condición, que supieron acoger en su vida el amor de Dios”.
Muchos de ellos fueron “padres y madres que cuidaron y formaron con amor y delicadeza, y lo siguen haciendo, a sus hijos”, “tantos enfermos que ofrecieron su dolor”, “tantas personas mayores que en su ancianidad no perdieron la sonrisa”, ha recordado D. Casimiro. “De ellos nos acordamos, a ellos les cantamos, y a ellos les pedimos su intercesión para que también nosotros sepamos acoger el amor de Dios, y caminar como ellos por el camino de las Bienaventuranzas”.
Ellos ya gozan de la paz y de la plenitud de la vida eterna, y su recuerdo “debe servirnos a los que todavía peregrinamos por esta vida para estimularnos al seguimiento de Jesucristo, para así, como ellos, participar de la vida de Dios para siempre”.
«Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos»
“Todos estamos llamados a la santidad”, ha recordado, “que no es cosa de unos pocos, sino que está destinada a todos, porque es la vida misma de Dios en plenitud lo que se nos ofrece”, que colma nuestro deseo de felicidad “cuando acogemos su amor y amamos al prójimo”. Pero la santidad “es un don de Dios que no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino viviendo el día a día dándole al Señor espacios en nuestra vida”.
La oración desde la esperanza cristiana
“Hoy recordamos a los fieles difuntos, a nuestros familiares, a nuestros amigos”, ha recalcado el Obispo, y “lo hacemos con una oración” que permanece para siempre ante la presencia de Dios. También a exhortado a rezar “por aquellos que están en el purgatorio”, y “por los difuntos que ya contemplan a Dios eternamente, a ellos les pedimos que intercedan por nosotros, para que el Señor nos de fortaleza para el peregrinaje en esta vida, para vivir siendo fieles al Señor”.
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