D.Casimiro exhorta a «dejarnos llevar por la fuerza del Espíritu, por el camino de la santidad»
Durante la homilía de la Solemnidad de Todos los Santos en Castellón
El camposanto de Castellón ha acogido esta mañana la celebración eucarística de la solemnidad de Todos los Santos. Un día en el que la Iglesia honra a todos aquellos que, difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente, han obtenido la visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios. Los santos tampoco son sólo los que se encuentran en los altares de las iglesias, sino que es la multitud incontable de los bienaventurados, incluso anónimos la gran mayoría de ellos para nosotros, pero que desde el cielo interceden por nosotros que estamos todavía aquí en la tierra.
La ceremonia ha estado presidida por Mons. Casimiro López LLorente, Obispo de la Diócesis, que esta tarde también presidirá la celebración en Segorbe.
Junto a él han concelebrado, el Vicario de Pastoral, los arciprestes de Santa Maria y La Trinidad, el Capellán del cementerio y una representación de los sacerdotes de diferentes parroquias de Castellón, a quienes D. Casimiro ha agradecido su presencia. También ha asistido la alcaldesa de Castellón, Dª Begoña Carrasco, junto a miembros de la Corporación Municipal.
Tras los ritos iniciales y la proclamación de la Palabra de Dios, D. Casimiro ha recordado que la liturgia del día «nos invita para participar del gozo del que ya participen para siempre de tantos y tantos que siguiendo las huellas de Jesucristo participan ya de la gloria de la vida de Dios, del amor de Dios para siempre», en alusión a la muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de la que nos habla el libro del Apocalipsis, refiriéndose también a «la mayoría no conocidos». Todos, ha dicho el Obispo, «acogieron a Cristo Jesús como camino, como verdad de vida y creyendo en Él y dejándose encontrar por Él, lo confesaron con su vida o fueron mártires», pero también, «tantos otros que han sido testigos del amor de Dios manifestado en Cristo con su propia vida».
Encender el deseo de ser como ellos
El Obispo ha exhortado «a vivir como ellos para llegar a esa meta que perdura para siempre» recordando a san Bernardo quien aseguraba que contemplar a los santos enciende el deseo de ser como ellos.
Para hacerlo D. Casimiro nos ha animado a «acoger lo que Dios ha sembrado en nosotros; una vida eterna y feliz y para siempre que está implantada en cada uno de nosotros por nuestro bautismo, y que brota del misterio pascual, de la muerte y la resurreción del Señor, que es lo que Dios implantó y sembró en el bautismo».
En referencia a la Palabra proclamada, el Obispo nos ha recordado también que «somos hijos de Cristo Jesús, hijos adoptivos de Dios y estamos llamados a dejar que crezca en nosotros esa semilla para que así de frutos de santidad para siempre».
Es así, ha resaltado D. Casimiro, «no gracias a nuestras fuerzas, sino gracias a ese amor de Dios que nos impulsa, que nos ayuda, que nos llama a acoger el amor de Dios implantado en nosotros. Todos estamos llamados a la santidad y es posible porque es un don de Dios».
Todo pecado afecta a la santidad de la Iglesia
El Obispo ha puesto en valor el Evangelio de las Bienaventuranzas afirmando que Jesús nos muestra el camino: » Cristo Jesús es el primer bienaventurado fue pobre en el espíritu, que lloró, que fue misericordioso, que fue manso, que fue artífice de la paz, que fue misericordioso con tantos y tantos, que también sufrió por causa de la justicia, que fue perseguido hasta la cruz. Ese es el camino», ha destacado D. Casimiro.
Así ha exhortado a acoger la voluntad de Dios, «y pidamos perdón por nuestros pecados, porque todo pecado afecta a la santidad de la Iglesia: los pecados personales, los sociales, y los delitos también», en referencia , ha dicho, a algunos que están especialmente en la opinión pública de estos días, como son los abusos sexuales». En este sentido, el Obispo ha pedido perdón una vez más por estos delitos, y ha manifestado el dolor que causan a la Iglesia: «nos duelen las víctimas, hemos de acogerlas a ellos, a sus familias, hemos de acompañarlas para que se salen, para que también nuestra Iglesia se vea liberada», al tiempo que ha advertido de alejarnos del engaño de algunas cifras que se dan de forma interesada.
De esta forma, ha concluido, ha animado a los presentes a «acoger a Cristo Jesús, camino, verdad y vida. Acojamos su palabra. Dejémonos llevar por la fuerza del Espíritu, por este camino hacia la sanidad, hacia la prudencia de la vida, para compartir con tantos y tantos que nos han pedido del Señor esa gloria para siempre».
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